AGUSTÍN ZAPATA GOLLÁN, LA VIGENCIA DE SU OBRA
Luis María Calvo

Agustín Zapata Gollán se destacó en las diversas actividades que desarrolló, sea como historiador, periodista, xilógrafo, escritor, profesor y arqueólogo, cada una de las cuales definen tan sólo fragmentariamente una personalidad de excepción, un hombre inquieto y preocupado por cuanto le rodeaba, al modo de los antiguos humanistas.

Había nacido el 23 de noviembre de 1895 en el viejo barrio sur de Santa Fe, en las proximidades de las iglesias de Santo Domingo y San Francisco, y fue testigo de una ciudad que en décadas anteriores había comenzado a transformar su paisaje urbano y sus costumbres. Mucho más tarde, al final de su vida, Zapata Gollán recordaría el olor a río y el de las huertas que podían percibirse en los años de su niñez: "... las calles entonces solitarias y tranquilas, con perfumes de huertas sombrías, con higueras y naranjos y ese airecito del río que se colaba tenue y sutil en los atardeceres luminosos de los barrios viejos que conservaban alguna que otra casona encalada y techada de tejas, algún tapial abrumado de madreselvas y jazmines, algún patio soledoso de ladrillos mullidos de verdín o un tinajón para el agua fresca como las "toboseras" tinajas del Quijote".

Por sus relaciones familiares estaba vinculado a importantes figuras de la cultura entrerriana y santafesina, como Floriano Zapata, José y Manuel Gálvez, Evaristo Carriego, algunos de los cuales influyeron en su formación intelectual.

Cursó sus estudios secundarios en el antiguo Colegio de la Inmaculada de los padres jesuitas, en donde cultivó, particularmente, su innata vocación literaria, nutriéndose de los clásicos españoles que no abandonaría a lo largo de su vida, y madurando una prosa elegante, sobria en sus expresiones, pero a la vez rica en matices y poética en sus recreaciones y descripciones, reveladora de una sutil capacidad de observación de ambientes y de percepción de caracteres humanos.

Luego de doctorarse en Derecho y Ciencias, y tras una corta carrera en la administración judicial, ejerció el periodismo, haciendo uso de una pluma polémica y audaz, a la par que comenzaba a actuar en la promoción de la cultura santafesina junto a otras personalidades y amigos. Más tarde, comprometido con la actividad política, ejerció la intendencia municipal de Santa Fe y puso de manifiesto su sentido humanitario a través de distintas obras de asistencia social.

Dibujante innato, la presencia en Santa Fe de Sergio Sergi le alentó a aprender el uso de gubias y buriles con los que trasladó a la incisión de la madera su destreza en el dibujo, convirtiéndose en uno de nuestros más talentosos xilógrafos. Su serie del Cristo expresa dramáticamente distintas escenas de la vida de Jesús, su Pasión y Resurrección; en la serie del Novecientos describió admirablemente la atmósfera de una Santa Fe decimonónica de la que fue uno de los últimos y más lúcidos testigos, mientras que en otras series reflejó el paisaje santafesino con sus ríos, sus islas y sus hombres.

En 1938 fue enviado por el gobierno de la provincia a realizar investigaciones históricas en los archivos del Perú, de cuyos avances fue informando en la prensa santafesina. En ese mismo año fue premiado por la Institución Cultural Española por su labor como hispanista.

Desde 1940 y hasta el día de su muerte, ocurrida el 11 de octubre de 1986, dirigió el Departamento de Estudios Etnográficos y coloniales, dando impulso a estudios relativos a las culturas aborígenes de nuestro territorio y a la historia del período hispánico. En la primera década, del Departamento publicó tres boletines en los que se incluyeron monografías de acreditados investigadores, y comenzó a formar el patrimonio del Museo Etnográfico y Colonial.

De la década del ´40 datan sus investigaciones sobre las lenguas aborígenes, de las que dio a conocer tres vocabularios mocoví sobre los animales y plantas, el caballo y la equitación, y el cuerpo humano y su fisiología, como así también sus libros sobre la medicina y el caballo en la época colonial, entre otros donde abordó temas que seguiría frecuentando y profundizando en años posteriores.

En 1949 el gobierno de la provincia le encomendó la realización de excavaciones arqueológicas en el sitio donde la tradición localizaba la ciudad vieja de Santa Fe, fundada por Juan de Garay en 1573. En el mes de julio inició los trabajos, en el montículo en el que se erigía un par de placas conmemorativas de la fundación, erigidas por los gobernadores Mosca en 1923 e Iriondo en 1939 y donde quedaron al descubierto restos de tapia y esqueletos que le permitieron identificarlos como correspondientes a la antigua iglesia de San Francisco y a sus enterratorios. Urgido por verificar que los resultados de sus trabajos pertenecían a Santa Fe la Vieja, extendió las excavaciones y localizó las estructuras de las iglesias de Santo Domingo y de La Merced, el Cabildo y varias decenas de viviendas, junto a los restos óseos de los primeros pobladores y un conjunto excepcional de objetos que testimonian la vida de la ciudad en el siglo XVII.

Las primeras excavaciones estuvieron acompañadas por una dura polémica en la que se cuestionó la identidad del sitio, pero Zapata Gollán con su tesón y el apoyo de historiadores de prestigio, prosiguió sus trabajos arqueológicos mientras profundizaba sus investigaciones en documentos de la época para despejar las posibles dudas que se suscitaran. El dictamen favorable de la Academia Nacional de la Historia ratificaría la autenticidad de las ruinas y premiaría la labor de Agustín Zapata Gollán.

A partir de entonces, su producción historiográfica se centró preferentemente en el tema de la primitiva ciudad de Santa Fe y en la vida de sus pobladores en los siglos XVI y XVII. Desde 1950, año en que la Academia Nacional de la Historia publicó su trabajo Las excavaciones en Cayastá, hasta su muerte, podemos mencionar entre sus trabajos más importantes y conocidos: Las ruinas de la primitiva ciudad de Santa Fe (1953), La vida en Santa Fe la Vieja a través de sus ruinas (1956), Supersticiones y Amuletos (1960), Portugueses en Santa Fe la Vieja (1969), La urbanización hispanoamericana en el Río de la Plata (1971), La hija de Garay. Sus últimos años y su muerte (1976), Iconografía religiosa en Santa Fe la Vieja (1979), La historia del trabajo en Santa Fe la Vieja (1980), Testimonios secretos de Santa Fe la Vieja (1983), Ladrillos y tejas y marcas exhumadas en Santa Fe la vieja (1983).

Entre 1966 y 1967 realizó investigaciones en España, con el apoyo del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, que le permitieron consultar los Archivos de Indias y de Simancas, y las Bibliotecas de El Escorial y Nacional de Madrid, de cuyos documentos recogió información que volcaría más tarde en monografías sobre temas inéditos, muchas de las cuales dio a conocer, ya en los últimos años de su vida, a través de los diarios El Litoral de Santa Fe y La Capital de Rosario.

Zapata Gollán perteneció a numerosas instituciones culturas y científicas: fue miembro correspondiente de la Academia Nacional de la Historia, académico correspondiente de la Academia Nacional de Bellas Artes y de la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba (España), miembro de número de la Junta Provincial de Estudios Históricos y de la Junta de Historia Eclesiástica Argentina y miembro correspondiente del Instituto de Historia de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales (UNR).

Por su iniciativa, en torno al Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales se formaron tres instituciones que le acompañaron con su trabajo y que, luego de su muerte, han mantenido el compromiso con el legado de Agustín Zapata Gollán: la Asociación Amigos de Santa Fe la Vieja (fundada en 1953 y reinstituida en 1975), la Asociación Conmemorativa de la Primera Yerra (1973) y el Centro de Estudios Hispanoamericanos (1981).

Desde el Centro de Estudios Hispanoamericanos, estimuló por igual a investigadores como a quienes se iniciaban como tales, y bajo su presidencia se publicaron los cuatro primeros números de la Revista América.

Su vasta obra, que comprende numerosos libros, algunos muy conocidos como Las Puertas de la Tierra, Los Precursores y Los Siete Jefes, y monografías publicadas en revista y periódicos, da testimonio del amplio espectro de temas que merecían su particular interés. Fue un apasionado investigador pasado americano colonial, lo que le valió el reconocimiento de la Corona Española que le condecoró con la encomienda de la Orden de Isabel la Católica. Sin omitir su excepcional contribución al conocimiento de nuestro folklore, de las lenguas y culturas aborígenes, sin embargo, Zapata Gollán ha quedado identificado a su obra más querida, Santa Fe la Vieja, y con los estudios que realizó sobre la vida de sus habitantes, sus costumbres y creencias, sus instituciones civiles y religiosas, y los diversos grupos étnicos que conformaban la ciudad.


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