LA DECORACIÓN INCISA EN LA ALFARERÍA DE SANTA FE LA VIEJA
Jorge Taverna Irigoyen (*)

Todo descubrimiento arqueológico alienta el afán de investigadores y estudiosos no sólo en torno a la valoración de restos y testimonios vueltos a la luz, sino también en relación a otros hipotéticos que puedan darse alrededor de costumbrismos, características raciales, factores étnicos y otros componentes causales que se conviene integrar dentro de la antropología cultural. Santa Fe La Vieja, asentada en Cayastá y descubierta gracias al celo investigador del Dr. Agustin Zapata Gollán, no es la excepción.

Existen, dentro de los materiales logrados en sucesivas excavaciones, objetos, utensilios, elementos relacionados con la vida cotidiana, que resultan auténticamente configuradores de la impronta hispánica dentro de estas tierras de caciques y leyendas. Estos testimonios, ricos en su diversidad, resultan curiosamente ilustrativos para los estudiosos que intentan burilar, con aproximativa fidelidad, el tiempo de la fundación de ciudades en América, así como los virtuales diálogos raciales entre españoles y americanos, entre la civilización ortodoxa y la cultura indígena.

Específicamente en el campo de la alfarería, el material que se ha logrado exhumar es de particularísimo interés. Hay en él –en su variedad, en sus características morfológicas y de decoración, en sus registros domésticos- un caudal realmente importante como para satisfacer la paciente búsqueda, el análisis pormenorizado, la asociación inesperada. Porque no sólo cuantitativamente (varios millares de piezas enteras y restos clarificadores, debidamente clasificados), el material ofrece generoso pie para profundas investigaciones. También la calidad de los testimonios cerámicos y la diversidad de usos y peculiaridades de los objetos, permiten pacientes y sustanciosos desciframientos.

Dentro de este material, sólo nos ceñiremos a un primer análisis de la decoración incisa: es decir, dentro de gran parte de la alfarería descubierta en las ruinas de Santa Fe La Vieja, intentaremos aportar algunos eslabones valorativos sobre el material tocado en su superficie con dibujos, escrituras u otras referenciass lineales, por medio de instrumentos cortantes.

Varios centenares de tejas y de ladrillos enteros, despiertan la curiosidad por estar esgrafiados en una de sus caras. Llama mucho la atención el hecho que, sobre la superficie convexa de las primeras, de un tamaño uniforme de 20 por 70 centímetros, figuren inscripciones, dibujos y marcas raramente repetidas. La variedad es enorme: guardas con curvas y rectas alternando en forma rítmica; reproducción de texturas fitomorfas (palmeras, troncos de cañas, esbozos foliáceos,etc.); entrecruzamientos lineales; alusiones zoomorfas (representaciones de tatú, mulitas, víboras, etc.); figuras serpentinas; cuadriculados de primitiva factura; dibujos festoneados en los bordes; cruces y otras simbologías lineales de menos clara caracterización.

En relación a los corazones atravesados por flechas, más que un símbolo del amor (el corazón de Cupido) podrían tener un sentido mágico. Pues es de recordar que en los últimos tiempos de Santa Fe La Vieja, se trató de embrujar a uno de los Reyes de España con un dibujo que representaba, como en estas tejas, un corazón flechado.

Existe una teja que representa un ave de rapiña finamente estilizada, con sus plumas, su pico curvo, sus ojos alertas y su penacho cruzado por una flecha. Esta representación tendría el mismo sentido mágico que los corazones flechados.

Hay un fragmento de teja con la impresión de la mano derecha –presumiblemente de una mujer- en la parte inferior, y la de un hombre en la superior. Asimismo, a su alrededor, indescifrables escrituras u ornatos incisos. Otro testimonio interesante, dentro de los esgrafiados de las tejas, es el que representa un sol-hombre, con rayos flamígeros.

Dentro de las escrituras se puede detectar, por ejemplo, la referencia al refrán crea buena fama y échate a dormir, ubicable dentro de la sabiduría popular española. Está escrito con una caligrafía tipo cursiva, de singular soltura.

Dentro de los fragmentos de tejas, existe uno muy curioso que representa la mitad inferior de un hombre, con indumentaria de la época. En el primitivo dibujo inciso puede reconocerse parte de unas jilgas o tal vez jubón de nudillos, y las correspondientes botas. Otro fragmento, representa un caballo al galope, marcado con una P en la paleta, como se usaba marcar al ganado antiguamente. El pequeño caballo posee una gracia muy particular en su diseño preciso y a la vez cargado de espontaneidad.

Cabe una referencia especial para las variaciones representativas de las cruces. A veces, la cruz está dentro de una cúpula. Otras, tienen los extremos triangulares. Hay cruces rematas en su parte inferior por una forma ovoidea. La variedad permite suponer que tales representaciones pudieron revestir más de un significado teológico.

De los fragmentos con partes del cuerpo humano, sobresalen por su mayor frecuencia los que poseen dibujos incisos de manos, de rostros y de cabezas. Llama la atención el hecho que no se vean cabezas provistas de cabello, así como raramente con cuello.

Puede verse, asimismo, una teja que porta la siguiente escritura: Al R: P.D. Joseph Spina y la leyenda siguiente: Soy esta mano y pluma de José Gregorio Franco, así como infinidad de siglas, abreviaturas, etc..

Respecto a los ladrillos, también aquí pueden apreciarse enorme variedad de dibujos, arabescos y signos, realizados con diferente habilidad y, aún, con instrumentos también diversos, según se desprende de la naturaleza de los trazos. Hay ondas, circulos, cruces, tramas, reticulados, horadados, lineas serpiginosas, primitivos corazones flechados (similares a los de las tejas), rayas paralelas, rostros de sumaria síntesis, grafías automáticas, estilizaciones de soles, arabescos, palmas, etc..

Dentro de las tinajas de barro cocido –usadas para guardar aceite y agua potable- existen también decoraciones y dibujos dignos de destacar. Si bien la mayoría son lineas, en las encontradas en lo que fue el Convento de San Francisco y en algunas casas de los vecinos de la primitiva Santa Fe, hay algunas que ostentan marcas, campanas, plumas u hojas, arabescos, etc..Hay en el Museo Etnográfico y de Estudios Coloniales de Santa Fe una tinaja en la cual se encontró dibujada una marca para ganado. Curiosamente, dicha marca fue registrada en un libro del Cabildo del siglo XVII como de Diego de Santucho: uno de los más antiguos vecinos de la ciudad. El libro del Cabildo se encuentra en el Archivo Histórico de la Provincia de Santa Fe.

Respecto a las características de la decoración incisa en piezas de cerámica y ladrillos, pueden advertirse gran multiplicidad en los recursos usados. Está el punteado o técnica con marcas levemente presionadas sobre el barro blando. Esa forma es la usada en gran parte de vasijas, boquillas y hornillos de pipas. Están también los trazados geométricos, regulares, algunos de muy compleja estructuración y particular belleza, realizados con instrumento punzante o una ramita vegetal. Similares unos con otros en su trama reticular, difícilmente se repien. Es extraña,de manera especial, una boquilla que se conserva y exhibe con su calco en yeso. El signo inciso que ostenta se corresponde con los dibujos de túnicas de sacerdotes de Shangó (divinidad africana), de acuerdo a un documento fotográfico sacado en Oio, capital del antiguo reino Nagó, de Africa.

Otra particularidad muy interesante la constituyen las impresiones de redes y de cestos sobre la superficie del material cerámico. Estas estarían dadas por el procedimiento seguido por los indígenas, de tomar una cesta o un mate como molde, que posteriormente a la cocción –que quemaba el resto- dejaba la impronta de un tejido en el interior de la vasija.

Hay decoraciones dentadas, digitaciones puntiformes sobre las formas antropozoomorfas modeladas. Tanto las asas (cientos de ellas con cabezas de animales: tigres, monos, loros, víboras; con representaciones plásticas de caracoles, cabezas humanas, etc.) cuanto las mismas vasijas, presentan ornatos incisos: ora lineales, ora punteados. El polimorfismo va, de ahí, enlazado al realce plural de guardas, acentuaciones caracterizantes, grafías múltiples que, dentro de cierto controlado automatismo lineal, pueden tender a la figuración de plumas, crestas, texturas córneas, etc..

Frente a todo este riquísimo testimonio exhumado de las Ruinas de Santa Fe La Vieja, por sobre las profundizaciones del análisis y otras valoraciones, cabe más de un interrogante en la pausa reflexiva. ¿Cuál fue el valor propuesto a la representación plástica en las decoraciones incisas de la alfarería de Santa Fe La Vieja? ¿Es sólo el aporte ornamental puro o existieron otras connotaciones válidas que, por sobre los planos artesanales propios a estos objetos y elementos de la vida cotidiana, corresponderían a las vertientes religiosas, costumbristas, étnicas y aún sociales? ¿Qué interpretación cabría a esta complejísima simbiosis (que no sincretismo) de lo hispánico en lo indígena, tan difícil de diferenciar en sus fuentes propias, en sus correspondientes individualidades de estilo?

Es indudable que, salvo ciertos pigmentos de origen vegetal, los colores no existían. De tal forma, la decoración incisa emergería como una lógica consecuencia de tal falta. No obstante ello, más de un interrogante queda suspendido frente a estos documentos de la introducción hispánica en la América indígena. Por ejemplo, la referida a por qué decoraban las tejas, si las mismas no se veían en su cara superior. En un plano similar, cuál sería la razón para que existan ladrillos con inscripciones y dibujos, y una enorme cantidad desprovistos de toda referencia lineal. En un mismo sentido, resulta curioso el hecho que el punteado varíe sustancialmente entre los ladrillos y las vasijas y pipas. En los primeros, la punta del dedo es la herramienta;: en los otros, una ramita o tal vez el tallo hueco de una hierba.

No se puede negar, como última reflexión frente a este excepcional material arqueológico, que el hombre de todos los tiempos tuvo y tendrá una innata tendencia a la grafomanía. Esta, hipotéticamente, ante la carencia de papel y otro medio vehiculizador, se habría canalizado –manos e instrumentos rudimentarios mediante- en el campo de la alfarería, dentro de esa comunidad tan admirablemente organizada que fue la primitiva Santa Fe.



Notas:

(*) Jorge Taverna Irigoyen

Crítico de Arte; Miembro de Número de la Academia Nacional de Bellas Artes. Miembro Fundador del Centro de Estudios Hispanoamericanos. Director del Centro Transdisciplinario de Investigaciones de Estética. Miembro de ICOM.




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