EVIDENCIAS DEL CONTACTO HISPANO-INDÍGENA
EN LA CERÁMICA DE SANTA FE LA VIEJA (CAYASTÁ)
Carlos N. Ceruti (*)

Introducción

La ciudad de Santa Fe fue fundada por don Juan de Garay en el año 1573. En 1649, el Procurador, a pedido de un grupo de vecinos, presentó al Cabildo una petición para trasladarla a una ubicación más favorable. La proposición fue aceptada en 1659, y al año siguiente se inició el movimiento de sus pobladores, que no concluyó sino en 1660. Paradójicamente, la autorización real llegó en 1670, diez años después del abandono total del "Pueblo Viejo" (Zapata Gollán, 1971).

Entre las causas invocadas para justificar el abandono del primi­tivo asiento, figuran las malas condiciones defensivas de la ciudad (rodea­da de monte por tres de sus lados), y en especial las inundaciones provo­cadas por el Paraná. "No obstante haberse levantado al borde de una barranca que ni las mayores crecientes podían sobrepasar... la falta de esta defensa natural al norte y al sur de su emplazamiento, permite que las aguas en épocas de creciente, se desborden y colmen las cañadas y tierras bajas que se extienden hacia el oeste, con lo cual Santa Fe que­daba convertida en una isla y desde luego, todo su comercio y aprovisio­namiento interrumpido durante largos períodos..." (Zapata Gollán, Op. ­cit., pág. 70).

En 1949, el Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales de Santa Fe, bajo la dirección de su titular, Dr. Agustín Zapata Gollán, inició las excavaciones de la ciudad, continuándolas a lo largo de veinte años. Casi todos los materiales rescatados provienen de los basureros, excavaciones practicadas en cada solar para extraer tierra con que levan­tar las paredes de tapia, que luego se rellenaban con desperdicios (Zapa­ta Gollán, op. cit., pág. 98).

Cada pieza o fragmento fue numerado, registrándose en el Libro de Entradas el cuarto de manzana -equivalente aproximadamente a un solar del repartimiento de Garay- en que fue localizado. Dado que las excavaciones se realizaron sin control estratigráfico, no se poseen los datos de profundidad.

Entre agosto de 1974 y febrero de 1976, el Autor trabajó en el Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales, investigando el problema del contacto hispano-indígena a través de sus evidencias en la cerámica. En la presente oportunidad, reseñará lo comunicado al Cuarto Congreso Nacional de Arqueología Argentina (Ceruti y Matassi, 1976) y agregará un nuevo tema. Se trata del origen y características de las vasijas vinarias recupera­das en Cayastá, aporte arqueológico a la solución de un problema tan importante como es el de las producciones regionales y las vías de comu­nicación internas en el Período Colonial.


Los materiales

La cerámica proveniente de Santa Fe la Vieja, puede clasificarse, a grandes rasgos, en:

A. Indígena

Aa. Correspondiente a la Tradición Alfarera Goya-Malabrigo("Cul­tura de los Ribereños Plásticos" de Serrano). Comprende frag­mentos incisos, con impresión de piolines, con impresión de ces­tería, con impresiones unguiculares, y sin decoración. Entre los incisos, predominan ampliamente los que presentan incisión de surco rítmico. El Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales posee una excelente colección de apéndices zoomorfos -quizás la más importante del país-, una pequeña parte de los cuales fueron publicados (Serrano, 1936 y 1972; Badano, 1957; González, 1977). Aunque estos materiales no fueron estu­diados exhaustivamente, durante nuestra permanencia en el Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales no adverti­mos entre ellos rasgos de aculturación, por lo que pensamos podrían proceder de un yacimiento ya abandonado en el mo­mento de la fundación de Garay.

Ab. Correspondiente a la Tradición Alfarera Tupiguaraní. Predominan ampliamente los materiales con decoración corrugada y cepillada, aunque existe también un lote bastante numeroso con decora­ción pintada bicolor (rojo/blanco, o rojo/color natural de la pasta) y policroma (rojo y negro/blanco, especialmente). La presencia de estos materiales, permite plantear tres alternati­vas que pueden resolverse mediante excavaciones con control estratigráfico: 1) provienen de una ocupación local, posterior a la de Goya-Malabrigo y contemporánea de la Conquista; 2) fueron elaborados por Guaraníes traídos por Garay desde Asun­ción; 3) se originan en una combinación de las dos hipótesis. La abundancia de fragmentos cepillados; la aparición de piezas decoradas con líneas rojas trazadas con los dedos, sobre blanco o sobre el color natural de la pasta; las franjas rojas pintadas en la base de "urnas" carenadas, son elementos que en Brasil aparecen en sitios Tupiguarani contemporáneos de la Conquista europea (Brochado, José Proenza; y Mentz Ribeiro, Pedro A., com. pers.). La gran cantidad de rasgos de esta Tradición que se combinan con otros importados para conformar piezas mixtas, hispano-­indígenas, indica la continuidad del grupo con posterioridad a la fundación de Santa Fe.

Ac. Yocavil o Averías, bicolor y polícromo. Se trata de pocas dece­nas de fragmentos, entre más de 2.000 que presentan decoración pintada. No fueron estudiados. Su presencia se explica fácilmente, dadas las relaciones entre Santa Fe y Santiago del Estero, y la contemporaneidad de Averías con la Conquista.(1)

B. Europea

Ba. Mayólica (loza vidriada, con barniz transparente), especialmente con decoración pintada en azul sobre fondo blanco, caracterís­tica de Talavera de la Reina. Existen también, aunque en menor proporción, fragmentos de origen chino y de otras procedencias. No fueron estudiados hasta el momento.

Bb. Alfarería decorada(generalmente pintada) , con motivos decora­tivos y técnica de elaboración de origen europeo. El criterio defi­nitorio fue el uso del torno, difundido masivamente en la Penín­sula Ibérica a partir de la conquista romana, en el siglo III de nuestra Era (Llubiá, 1973). Solamente se ubicaron 6 fragmentos con estas características, uno de ellos vidriado. No han sido publicados todavía.

Bc. Alfarería sin decoración, manufacturada mediante torno de al­farero. Corresponde, por lo general, a recipientes de paredes espesas, utilizados para la contención de líquidos, a veces con vidriado amarillento, verdoso o castaño. Este vidriado podía ser total (generalmente en la parte interna) o parcial, chorreado irregularmente sobre la parte superior externa de los reci­pientes. La cocción es, en todos los casos, oxidante, con el núcleo y las paredes amarillentas, castañas o castaño-rojizas. Co­rresponden a lo que los españoles llamaban "botijas", "botijones" y "tinajas", de acuerdo a su capacidad. En la bibliografía arqueo­lógica ha predominado la denominación anglosajona: "olive jar". También se los conoció como "vasijas peruleras". Se los usó, in­distintamente, para almacenar y transportar licores (un caso tí­pico, que llega hasta nuestros días, los "porrones" para ginebra), vino, aceite. Con menor frecuencia, fueron empleados para conte­ner elementos no líquidos (por ejemplo, pólvora). Trataremos, en particular, el caso de las vasijas vinarias localiza­das en Cayastá.

C. Hispano-indígena

Ca. Monocroma roja. Es, con mucho, el lote más numeroso. Se carac­teriza por la presencia de un engobe, que cubre total o parcial­mente las paredes del recipiente, de color castaño rojizo, rojo lacre o castaño, Este engobe fue aplicado, en algunas ocasiones, mediante baño de la pieza, pero en la mayor parte de los casos mediante pincel, por lo que su espesor varía de un fragmento a otro. En algunos fragmentos y en piezas enteras, incluso, se ad­vierte que la capa de color rojo es un verdadero engobe en las proximidades del borde y parte superior del cuerpo de la pieza, y luego se adelgaza hasta terminar cerca de la base con algunas pinceladas irregularmente distribuidas. En ocasiones, el fragmento se diferencia poco, o no se diferencia, de la cerámica indígena pintada de rojo, por ejemplo la que aparece en la Tradición Goya -Malabrigo. En las formas, se advierte por lo general la influencia europea, aunque algunas piezas presentan las bases convexas o cónicas propias de los recipientes Tupiguaraníes. Las formas más carac­terísticas corresponden a recipientes abiertos (platos hondos y playos, fuentes) y recipientes con cuello (jarras y jarrones). Estos últimos suelen tener grandes asas verticales, en cinta, que van de la parte superior o media del cuello, al cuerpo. Frecuente­mente el asa termina en un pequeño mamelón, que se aparta, de la pared (Lámina I, 4). Las bases más características son las planas. En menor propor­ción, aparecen bases en pedestal y anulares(2). La técnica de elaboración es, en casi todos los casos, la indígena (enrollamiento). En muy pocas oportunidades se comprobó el uso del torno de alfarero.

El surgimiento de la cerámica engobada en rojo, al principio con formas derivadas de las indígenas, y luego copiando mode­los europeos, es uno de los indicadores de contacto hispano­indígena(3). En Brasil, se la encuentra como tipo predominante, con manu­factura de tipo indígena, en los siguientes sitios: Nossa Senhora de Loreto (1610-1631); Ciudad Real do Guairá (1556/7-1631/2); Reducción de Santo Inácio Miní o Ipaumbucú (1610-1631), en el Estado de Paraná (Blasi, 1971; Mentz Ribeiro, 1976). En Río Grande do Sul, la encontramos, más tardíamente, (a partir de 1687), en los "Sete Povos das Missoes Orientáis, do Uruguay" (tipo "Sao Joao Vermelho" de la Fase Missoes). Aquí el engobe es espeso y de un rojo brillante, y las piezas están elaboradas con torno. En las seriaciones, el tipo Sao Joao Vermelho es el más popu­lar (32 % ) al fundarse los primeros pueblos (Sao Joao Batista y Sao Lourenzo Mártir). Hacia 1690-1697, alcanza el 53 %, y luego comienza una declinación acelerada, en provecho de otros tipos cerámicas más simples (Brochado et al, 1969).

Para Argentina, tenemos menos datos ya que son pocas las inves­tigaciones publicadas sobre Arqueología Histórica. En el norte de Corrientes, la Fase Itá-Corá (1528-1588), posterior a la lle­gada de Gaboto, presenta el tipo "Itatí Monocromo Rojo", con formas semiesféricas y sin asas. En la Fase Itatí (Subfase Itatí I), que corresponde al período 1609-1777, este tipo au­menta su popularidad, y aparecen las formas de perfil compuesto indicadoras de influencia Colonial, acentuándose estos caracteres en la Subfase Itatí II (1777-1850) (Núñez Regueiro et al, 1973). La cerámica monocroma roja se encuentra presente en otros sitios, de los que tenemos menos información por ejemplo en Yapeyú (Mónica Cattoggio, com. pers.) y Concepción del Ber­mejo (Morresi, 1971).

Cb. Con decoración pintada, bicolor o polícroma. Dado que cons­tituye el centro de nuestras investigaciones de 1974-75, la tra­taremos en detalle.

Cc. Alfarería sin decoración, con mezcla de elementos indígenas (técnica de manufactura) y europeos (forma).


La cerámica pintada, y las evidencias de aculturación

Entre los materiales localizados en Cayastá, hay un lote de 1.744 fragmentos y 5 piezas enteras, que presentan decoración pintada policroma, con fusión de rasgos indígenas y europeos.

El análisis de distribución espacial, permitió determinar que el 58 % del total provenía de dos manzanas: la ocupada por la casa del General Cristóbal de Garay, nieto del fundador, y la del Convento e Iglesia de San Francisco. Esta circunstancia permitió circunscribir el uso de esta cerámica al lapso de 60 años, aproximadamente, que media entre la construcción de la iglesia de San Francisco por Hernandarias, y el despoblamiento de Santa Fe la Vieja (1600-1660).

Al no contarse con excavaciones estratigráficas, no se pudo determinar una ubicación cronológica más precisa de estos materiales. Por esta razón, tampoco se fundaron tipos cerámicos, cuyo comportamiento en el tiempo no podía controlarse.

Un análisis primario de los materiales, permitió determinar la presencia de dos grupos de fragmentos, que se distinguían en base a los motivos decorativos:

a) Un grupo con motivos geométricos, rojo-castaño sobre el color natural de la pasta, o rojo-castaño sobre blanco, inspirado en modelos indígenas.

b) Otro grupo con motivos predominantemente florales, que uti­lizaba varios tonos de blanco, rojo, rosa, negro y anaranjado, combinados de diversas formas.

Sobre esta base, se establecieron dos series: una de Tradición indígena y otra de Tradición Europea.

Serie de Tradición Europea (56 % de los fragmentos): predomina la decoración pintada positiva, policroma.

Los colores utilizados son: blanco, negro, rojo-anaranjado, rojo y saImón. Los colores de fondo más frecuentes son: rojo (68 %), blanco y color natural de la pasta. Las combinaciones de color más frecuentes: blanco/rojo (48 %) y rojo/blanco.

Predomina la decoración aplicada en el exterior de los recipientes. Los motivos se pintaron con trazos finos (2-3 mm), y menos frecuentemente medianos a gruesos (10-15 mm). Pueden estar relle­nos. A veces, el motivo fue delineado mediante un trazo inciso, o se lo raspó, pintándose encima. En un caso, se usó compás. Otras técnicas decorativas presentes son: acanalamiento, pastillaje decorativo, estam­pamiento unguicular, estampamiento digital y excavamiento (presentes, sobre todo, en rebordes, aplicados en el ecuador de las piezas) (Lámi­na I, 3).

La pasta presenta antiplástico de arena, manufactura por enrolla­miento y cocción oxidante incompleta. Las formas más frecuentes son no restringidas de contorno compuesto o complejo (platos, fuentes, escudillas), con un 56 % del total, y restringidas independientes de con­torno compuesto o complejo (jarras, jarrones), que constituyen el 24 % (Lámina I, 1). Los bordes más comunes son evertidos, especialmente los para­lelos, con refuerzo externo o convergentes.

Hay bases biplanas, meniscocóncavas y en pedestal. Son caracte­rísticas las asas verticales, únicas, con el extremo inferior evertido (Lá­mina I, 4 y 5).

En la decoración, predominan las guardas con motivos florales y formas simples con movimientos curvos (34 %); abundan los ritmos curvos (46 %). En mucha menor proporción, hay motivos circulares (ce­rrados o abiertos) y corazones, algunos de ellos flechados (Lámina I, 6 a 8).

Serie de Tradición Indígena (44 % de los fragmentos): también aquí predomina la decoración pintada positiva policroma, pero las com­binaciones más frecuentes son rojo/color natural de la pasta (68 %) y rojo/blanco (30 %).

Se utilizaron menos colores: blanco, negro y rojo. Son muy pocos los ejemplares engobados en rojo; en cambio abundan más los que tienen engobe blanquecino.

Los diseños están trazados a pincel, con líneas finas (2-3 mm) o gruesas (7-9 mm). En el interior de los recipientes las líneas suelen estar pintadas directamente con los dedos. Hay un solo caso de motivo inciso y pintado encima.

Otras técnicas decorativas aparecen en ínfima proporción: inci­sión, estampamiento unguicular, estampamiento de cuerdas y cepillado. Se decoró especialmente el interior de las piezas, pero también el exte­rior, y hay piezas decoradas en ambas superficies.

La pasta presenta concreciones de color claro, nodulares (posi­blemente “tosca”) y óxido de hierro. En los demás caracteres, no se dife­rencia de la presente en la serie Europea.

Predominan las formas no restringidas de contorno simple o in­flexionado, esferoidales (38 %) y las no restringidas, o restringidas de contorno compuesto o complejo y base cónica (27 % en total). (Lámina I, 2).

Los bordes son evertidos; con refuerzo doblado, refuerzo externo y paralelo.

Predominan las bases biplanas (aunque la proporción es menor que en la otra serie), cónicas y meniscóncavas.

Casi no hay asas. En la decoración, solamente encontramos guar­das (no hay composiciones libres) con ritmos rectos, y motivos constituidos mayoritariamente por rectas horizontales y verticales (39%), es­pecialmente rectángulos concéntricos; o rectas oblicuas (36%), especial­mente angulares (Lámina I, 9 y 10).

En cuanto a forma, es fácil encontrar similitudes entre nues­tra Serie de Tradición Europea y la cerámica española (Llubiá, op. cit.) o colonial americana, tanto de la Argentina (Gramajo, 1974; Rodríguez, 1973) como de Brasil (Blasi, op. cit.; Brochado et al, op. cit.). Con respecto a la decoración, no quedan dudas sobre su origen europeo. Las guardas con motivos florales aparecen en la cerámica del sur de España durante el período de los Reinos Taifas (1010 a 1085-1266), a veces con rosetones en el fondo de los recipientes (Llubiá, op. cit., Fig. 42, 51, 53, 54 y 77). Pero sus primeras manifestaciones, combinadas con motivos geométricos, se encuentran ya en la cerámica del período del Califato de Córdoba (912 a 1010-1031). (Llubiá, op. cit., pág. 16). Según este autor (pág. 53), los motivos florales no corresponden a la cerámica oriental, sino que provienen de la occidental. Esta tesis parece confirmarse por la presencia de guardas con motivos florales policromados según ritmos curvos, enmarcando escenas religiosas, en pinturas murales y sobre tabla del Románico Catalán (siglo XI al XIII) (Gudiol, 1965; Ainaud, 1965).

Los mayores inconvenientes se encuentran cuando intentamos comparaciones con otros sitios americanos, ya que la cerámica colonial suele ser lisa o con decoración incisa. Las aproximaciones más cercanas se establecieron con algunos materiales provenientes de Santiago del Estero (Colección del Museo Arqueológico de Santiago del Estero), y una pieza de Concepción del Bermejo perteneciente a la Colección Mar­tinet (Gramajo, op. cit.; Morresi, op. cit.).

Los materiales de Santiago del Estero fueron excavados por los Hnos. Wagner y publicados parcialmente por ellos, aunque sin des­cripción. Se ignoran los sitios exactos de procedencia (posiblemente Acequia Vieja, Averías y Matará). Corresponden al Período 1580-1780.

Algunas de estas piezas se asemejan a los materiales de Cayastá por la forma, la técnica decorativa (pintura positiva policroma) y la presencia de motivos florales formando guardas (aunque aquí son frecuen­tes los ritmos curvos encadenados, mientras que en Cayastá predominan los alternos y ondulados sobre tangentes).

Amalia Gramajo de Martínez Moreno creyó encontrar, para algunos motivos, antecedentes en el período del Arte Granadino de España (con un remoto origen persa); para otros, ve similitudes con la cerámica cristiana del Reino de Castilla.

Otras piezas, aunque tienen formas españolas, presentan deco­ración Averías Policromo, e incluso se debe tener en cuenta que algu­nos de los presuntos motivos fitomorfos pueden ser derivaciones de las guardas con espirales encadenadas y volutas de Averías.

A título de curiosidad, digamos que Ibarra Grasso las consideraba "formas empobrecidas de la serpiente alada" de Mesoamérica (Grama­jo, 1974 y 1975; Ibarra Grasso, 1967).

En cuanto a la hermosa pieza de Concepción del Bermejo, fue encontrada en 1943 por Alfredo Martinet y Ana Biró de Stern, y su identidad en cuanto a pasta, forma, decoración (guardas compuestas por flores y corazones flechados, en blanco/rojo) y manufactura, es total. Esta identidad ya había sido señalada por Zapata Gollán en su trabajo de 1966. Morresi (op. cit., pág. 150) consideró a esta pieza "como un exponente del estilo alto peruano". Para nosotros, tratándose del único recipiente con estas características localizado en Concepción del Bermejo, su origen debe buscarse en la producción local de Santa Fe la Vieja, en la época en que ambas ciuda­des coexistieron (período 1585-1630).

En la serie de Tradición Europea, los componentes de ese origen se encuentran fusionados con un componente indígena (manufactura, en el 94 % de los casos), o con dos componentes indígenas (manufactura y decoración; manufactura y forma).

El origen de la Serie de Tradición Indígena, tanto en forma como en decoración, debe buscarse en la Tradición Alfarera Tupiguaraní. Solamente en el 12 % de los casos se encuentran elementos europeos fusionados (forma; engobe rojo brillante; forma y engobe rojo brillante combinados; motivos decorativos, en ese orden). En los ejemplos restan­tes, la influencia europea se advierte indirectamente, por la deformación de los rasgos Tupiguaraní típicos. Llama la atención la simplificación de las formas y la decoración, el engrosamiento de las líneas, el interior de los recipientes pintados con el dedo. El resultado es una manifestación cerámica nueva, cuya presencia no pudimos constatar en otros yacimien­tos.

Nos pareció interesante observar la distribución de los fragmentos en el terreno. Sobre un total de 1.744, correspondientes a las dos series, pudimos ubicar 1.147 sobre el plano de las ruinas de Cayastá, compro­bando que el 70 % se concentraba en un grupo de cuatro manzanas ubica­das al SE de la Plaza:

- Manzana XVII d (Casa del Gral. Cristóbal de Garay)_31 %

- Manzana VII a (Iglesia y Convento de San Francisco)_28 %

- Manzana XVII e (Casa del Capitán González de Ataide)_ 7 %

- Manzana XVIII b (Casas de los hijos menores de Juan Nis de Ibiri y casa del Cap. Hernández de Arbasa)_ 2 %

- Manzana XVII a (Casa de Cosma Sánchez)_ 1 %

- Manzana VI c (Casa del Capitán Juan de Espinosa)_ 1 %

Como la Iglesia de San Francisco y la casa del General Cristóbal de Garay se encuentran en diagonal, calle por medio, y lo mismo ocurre con las casas del Capitán Hernández de Arbasa, los hijos menores de Juan Nis de Ibiri y la casa del Capitán Juan de Espinosa, resulta que en una intersección de calles se concentra el 62 % de todos los fragmentos ubicados en la ciudad.

A los 311 fragmentos (28 %) encontrados en la iglesia de San Francisco, se oponen 14 fragmentos localizados en la Iglesia de La Merced y solamente 4 fragmentos en Santo Domingo.

Discriminando las dos series, en cuanto a su procedencia, ob­tuvimos los siguientes resultados:

a) La Serie de Tradición Europea aparece en mayor proporción en la casa del General Cristóbal de Garay (27%) que en San Fran­cisco (19%), advirtiéndose una distribución diferente de los co­lores. En San Francisco predomina ampliamente el blanco/rojo (84 fragmentos), seguido por el rojo/blanco (20 fragmentos) y el negro y blanco/rojo (11 fragmentos). En la casa del General Cristóbal de Garay se encontraron 52 fragmentos blanco/ rojo, 33 rojo/blanco, 25 rojos y negro/blanco y 15 negros y blanco/rojo.

b) La Serie de Tradición Indígena se distribuye en proporción inversa: el 35% en San Francisco y el 27% en la casa del General Cristóbal de Garay. En San Francisco hay 147 fragmentos ro­jo/color natural de la pasta y 24 rojo/blanco. En la casa de Garay, 86 fragmentos rojo/color natural de la pasta y 43 rojo/ blanco.

Quizás el análisis minucioso de la abundante documentación escrita depositada en el Departamento de Estudios Etnográficos y Co­loniales, permita en el futuro arrojar luz sobre estos hechos. Por el mo­mento, anotamos los siguientes elementos:

* Existió en Santa Fe la Vieja un centro de producción alfarera, que elaboró piezas en que se combinaban los rasgos europeos e indígenas.

* Algunas de esas piezas, policromadas, eran de una notable belle­za.

* La ausencia de manufactura con torno de alfarero hace presu­mir que sus autores fueron indígenas Guaraníes aculturados.

* Esta cerámica fue del consumo local, aunque algunos ejemplares pudieron ser transportados a otras ciudades contemporáneas, por ejemplo a Concepción del Bermejo,

* Fue elaborada en la segunda mitad de la existencia de Santa Fe la Vieja, posiblemente entre 1600 y 1660.

* Dentro de la ciudad, el centro de producción y/o consumo es­tuvo en las manzanas ubicadas al SE de la Plaza.

* Los principales poseedores fueron el Convento de San Francisco (especialmente piezas de la Serie de Tradición Indígena) y el General D. Cristóbal de Garay, en cuya casa se prefirieron las piezas de la Serie de Tradición Europea.


Santa Fe y el comercio del vino

Corno hijo que era de un país productor de buenos vinos (que debían servir "para la mesa y para la misa", como diría mucho después el Padre Paucke), don Juan de Garay se preocupó desde el comienzo por el cultivo de la vid.

"Garay adjudicó en los arrabales de Santa Fe manzanas enteras a una persona. Este criterio observó en la posterior planificación de Buenos Aires. En Santa Fe, esas manzanas se destinaron a la plantación de viñedos" (Zapata Gollán, 1971, pág. 63).

A sus intenciones se opuso, no obstante, el clima excesivamente cálido y húmedo de Santa Fe. Sus habitantes, en consecuencia, se vieron obligados a importar el vino desde Chile, principal productor, o desde Cuyo. Se sabe que en Mendoza había viñas en 1571, diez años después de la fundación. Eran originarias del Alto Perú, desde donde se las llevó a Chile por mar (Rusconi, 1961).

Doscientos años después, escribirá el Padre Florián Paucke, en la Reducción de San Javier, los párrafos siguientes:

"La vid crece... muy bien en Paracuaria en todas partes. Yo mis­mo había formado en mi jardín un camino cubierto por completo por sarmientos... En todos los jardines de Colegios y en las ciudades del país se encontraban bastantes vides. El Collegium de Córdoba como también el Collegium de La Rioja tenían a su lado grandes viñedos y lagares. El Collegium de Córdoba tenía suficiente vino durante todo el año para él y sótanos bien construidos. En la ciudad de la Rioja tenían también ventas de vino y buena exportación hacia otros Colegios y ciudades­ de Paracuaria. Por lo general en las otras ciudades nadie se ocupa de viñedos y buenos sótanos pero como la ciudad de la Rioja no daba abasto para proveer de vino a una y otras dos ciudades, tuvo que ser importa­do la mayor parte desde el reino de Chile el cual reino produce casi to­dos los frutos que tenemos en Europa y los exporta al Paraguay" (Pau­cke, 1942, T. III, 2da. Parte, pág. 217).

"Como ahora existen tan pocos sótanos en Paracuaria [y] ni tampoco cualquiera se halla en condiciones de establecer viñedos sino que todos se dedican más bien al comercio [con el vino] que a su cul­tivo no se debe extrañar que se encuentre tan poco vino en Paracuaria. Si ellos quisieran conservar vino en toneles como en Europa, éste se pon­dría agrio durante el año a causa del gran calor y carencia de sótanos. Por este gran calor el vino que en Córdoba, en la Rioja como también en el reino de Chile debe ser conservado, se hierve y aliña con un Syrup [jarabe] de puras uvas sino habría bastante perjuicio para el santo sacri­ficio de la misa. Pero como el Syrup [jarabe] se cuece únicamente por uvas y no tiene ni una sola mezcla diferente, se usa este vino para el santo sacrificio de la misa" (Paucke, op. cit., T. III, 2da. Parte, pág. 218).


Conservación y transporte del vino

Los recipientes de alfarería para almacenar el vino, comenzaron a fabricarse en Mendoza a mediados del siglo XVI, constituyendo una industria Iocal en continuo crecimiento, "... hasta fines de 1700 o prin­cipios de 1800, fecha cuando son introducidas nuevas modalidades con la presencia de los recipientes de madera, especialmente las bordelesas de varios cientos de litros de capacidad" (Rusconi, op. cit., pág. 292).

En Chile, en cambio se mantuvo durante más tiempo. En Mati­lla, caserío ubicado al SW de Pica, en la Prov. de Tarapacá, la Universi­dad de Chile restauró un lagar. Se encontraron tinajas fechadas entre 1756 y 1767, que estuvieron en uso hasta 1937, fecha en que se hizo la última vendimia en el lugar (Muñoz González, 1976).

Según Rusconi, la producción de las tinajas estuvo reservada al principio casi exclusivamente a las diversas gentes de hábitos, gentes de conventos, etc., habiéndose luego generalizado el uso a las familias pudientes, que podían disponer de ellas para conservar los vinos, alco­holes, aceites, etc. (Rusconi, op, cit., pág. 295).

Los datos seguros más antiguos que tenemos, corresponden a comienzos del siglo XVII. Son ellos:

- Dos tinajones, conservados en el Museo "Cornelio C. Moyano", de Mendoza, que llevan incisa la fecha de su elaboración. Uno dice "19 de abril de 1632", y el otro "Marzo 12 de 1691". (Rus­coni, 1961 y 1967).

- Documentos publicados en 1940 por Draghi Lucero. En la primera de estas piezas, fechada en 1650, Da. Inés de Aguilar, viuda del Capitán Juan Luis de Guevara, solicita vender los bienes de sus hijos menores y menciona "24 tinajas" y un "horno de vasija".

- En el segundo, de 1681, Francisco Pereira menciona "21 botijas de vino" remitidas a Buenos Aires, y habla de "6 tinajas".

- El tercero es de 1739. Corresponde al empadronamiento de 150 propietarios poseedores de bienes muebles (especialmente olivares, viñas y bodegas), efectuado por el Corregidor Correas. En él consta que don Pedro López Bustos y don Juan de Godoy poseían "horno para fabricar botijas" (En: Rusconi, 1961, pág. 295).

Los sitios de donde se extraía la tierra arcillosa para la "confec­ción de las vasijas, y, donde estaban los hornos, recibían el nombre de "Carrascales", y "carrascaleros" los operarios de esta industria(4). Rusconi dice que en Mendoza hubo varios, el más importante de los cua­les estaba en plena producción a fines del siglo XVII y comienzos del XVIII.

El tamaño de los recipientes, variaba de acuerdo al uso a que estaban destinados. Según Rusconi, los primeros que se fabricaron te­nían 10, 20 o 50 litros, pero después comenzaron a fabricarse de mayor capacidad: 100, 500, 1.000 e incluso 3.000 litros. Según tradiciones orales recogidas por Iribarren Charlin en la Provincia de Coquimbo, Chile, el proceso íntegro de elaboración de los mayores, incluso la cocción, se efectuaba "...dentro de un gran agujero abierto en el suelo" (Iribarren Charlin, 1972, pág. 26).

De acuerdo al tamaño, variaba también el nombre con que eran conocidos. Según Rusconi, las "botijas" tenían unos 12 litros de capacidad ("1 o 2 arrobas de Aragón"); las "tinajas" entre 100 y 400 litros, y las "pipas" entre 400 y 1.000 litros. En Chile, en el siglo XVIII, la producción de vino de cada bodega se medía en "botijas", siendo la botija equivalente a unos 25 litros (Muñoz González, Op. cit. pág. 24). El Padre Paucke, a mediados de ese siglo, dice que "...a las vasijas de barro llaman los españoles Botijas", refiriéndose a los recipientes de 100 litros (Paucke, op. cit., T. III, 2da. Parte, pág. 219).

Como se ve, la terminología estaba sujeta a variaciones regionales. Por comodidad, usaremos la de Rusconi (Lámina I, 13).

Este autor, en los trabajos ya citados, publica ilustraciones de varios recipientes especialmente de los que denomina "tinajas" y "pipas". Algunos pertenecen a las colecciones del Museo "Cornelio C. Mo­yano", de Mendoza, y otros fueron fotografiados y medidos en una plaza, donde se reunieron en oportunidad de una celebración. Una ter­cera serie, que no pudo ser estudiada por Rusconi, forma parte de la colección Gnecco, actualmente en el Museo de Luján (Bergada, 1958).

Otras tres pipas, pueden verse en el edificio de la Junta de Estudios Históricos de Mendoza.

Las "pipas" estudiadas por Rusconi, con capacidad para 600 a 1.000 litros, tienen forma ovoide, con el diámetro mayor ubicado en el tercio superior del cuerpo. Presentan un pequeño cuello evertido, y base plana, a veces con un pequeño pedestal. Las dimensiones más frecuentes son:

- Diámetro de boca: 46-51 cm

- Diámetro máximo: 100-130 cm

- Diámetro de base: 40-45 cm

- Altura: 145-152 cm

Las que tuvimos oportunidad de observar en la Junta de Estudios Históricos de Mendoza, tenían paredes de 4 cm de espesor, pasta de color rojo o castaño rojizo, y superficies cubiertas por un engobe castaño claro. La cocción era oxidante, completa, y se advertía el agregado de gravilla como antiplástico.

Las tinajas encontradas en el Lagar de Matilla eran de menores dimensiones: 130 cm de longitud y 90 cm de diámetro máximo, y habían sido elaboradas con torno. Sobre un total de doce, siete estaban ente­rradas en el piso, "...quedando fuera de la superficie unos 0,40 m". Según Muñoz González, ".... el zumo resultante de la pisa en el lagar... era depositado en las tinajas de greda. Las tinajas eran impermeabilizadas con una capa de brea en su interior, lo cual alteraba en cierta medida el sabor del vino. Una vez depositados en ellas los caldos se esperaban ocho días para la fermentación tumultuoso; pasado este período se tapa­ban con rodetes de tiza, los que eran sellados con argamasa y mantenidos así por espacio de sesenta días; transcurrido este tiempo, se destapaban y los caldos eran trasladados a vasijas de madera".

El enterrar las vasijas "... seguramente influenciaba el proceso de fermentación del vino, en cuanto a la mantención de una tempera­tura constante" (Muñoz González, op. cit. pág. 26 a 29).

Los recipientes de menor capacidad, "tinajas" y "botijas", eran más alargados, ahusados, y terminaban en una base muy pequeña, que podía ser plana, convexa e incluso cónica. Esto los hacía particularmen­te inestables; para mantenerlos verticales se los debía enterrar o colo­car en un soporte.

Aquí, nos interesan particularmente los de 95 a 100 litros. Las dimensiones citadas por Rusconi son:

- Diámetro de boca: 13-15 cm

- Diámetro de base: 14-15 cm (cuando tenían base plana)

- Diámetro máximo: 40-50 cm

- Altura: 98-115 cm

Para su transporte, se utilizaba alguno de los siguientes artificios:

- Se los retobaba parcialmente con cuero, con el pelo hacia adentro. Se colocaba una cubierta en la parte superior del cuerpo, y otra en la base, unidas ambas con tientos cruzados.

- Se los cubría total o parcialmente con una red de tientos anudados.

- Se los rodeaba por completo con una soga de totora trenzada (Rusconi, 1961; Muñoz González, 1976).

Así acondicionados, se los ubicaba en la parte posterior de las carretas, firmemente unidos a las paredes mediante tientos. Para evitar filtraciones, se los embreaba interiormente(5). La boca se cubría con un disco de cerámica, y luego se sellaba(6).

Dice el Padre Paucke: "Generalmente nos fue procurado en nuestras misiones por nuestro Procurador el vino del Reino de Chile pero [éste] no se suministraba en barriles sino en alargadas ollas de arci­lla cocida y vasijas"... "Sobre un carro se cargan veinte de tales vasijas que son bien forradas con carrizo especialmente tejido que los Espa­ñoles llaman Totora y se llevan atadas en fila en ambos costados del carro; todas están aseguradas de tan buen modo que los golpes del carro no pueden causarles daño". (Paucke, op. cit., pág. 219, T. III, 2da. parte).

La utilidad de estas tinajas no terminaba al llegar a destino y ser consumido el vino, ya que, una vez vacías, se las utilizaba para el trans­porte de agua: "Cada carreta tiene sobre la parte posterior una vasija hecha y cocida en barro o arcilla que se fabrica en el reino de Chile y en que el vino y el aguardiente se transportan a Paracuaria. Por den­tro está alquitranado, abajo del todo tiene una canilla de madera para que al igual que de un barril se pueda trasegar el licor. Las tropas llevan estas vasijas consigo para que los viajeros tengan bastante agua de beber y cocer pues en las soledades paraquarias débese viajar muchas veces por dos y tres días bajo el mayor calor..." (Paucke, op. cit., Tomo I, pág. 124).

En algunas oportunidades, el vino se transportó también en odres. Según Paucke el vino de La Rioja "...es llevado por los mulares en bolsas de cuero crudo empregadas en su interior que los Españoles llaman udres" (Paucke, op. cit., pág. 218)(7).


Las "tinajas" de Santa Fe la Vieja

Conforman una serie numerosa, que, junto con la loza vidria­da de Talavera, se destaca inmediatamente por sus características neta­mente hispanas. Los elementos que permiten diferenciarlas del resto de la cerámica hispano-indígena, de manufactura local, son:

a) La forma ahusada, sin asas, con base muy pequeña, plana, con­vexa o cónica. Las paredes son gruesas, variando el espesor entre 7 y 11 mm, Rodeando a la boca hay un pequeño cuello o golle­te muy característico, con un refuerzo externo. Interiormente, el cuello tiene forma de tronco de cono invertido o presenta un reborde, que servía para calzar la tapa (Lámina I, 11). Se conservan varias de estas tapas. Se trata de círculos recorta­dos en fragmentos de recipientes, de 5 a 9 cm. de diámetro. Algunos estaban perforados, y uno de ellos conservaba, en el momento de su extracción, un botón de madera encastrado en el orificio. (Zapata Gollán, com. pers.). Las dimensiones de las vasijas (de las que varias pudieron ser reconstruidas), no difieren de las proporcionadas por Rusconi.

b) La técnica de manufactura. En muchos de los casos, se usó el torno de alfarero. Son muy visibles las estrías dejadas por el mismo, particularmente en la parte interna de las paredes y en el fondo de los recipientes. En otros casos, se torneó la parte inferior de las vasijas, y la parte superior se agregó por pastillaje. El golle­te, que puede o no estar torneado, frecuentemente se fabricó aparte, y luego se unió al cuerpo de la pieza.

c) La pasta, con antiplástico de arena mediana a gruesa (clastos de cuarzo de 0,5 a 1 mm), muy denso. A veces, con granos de óxido de hierro, y pajuelas de rnica. La textura suele ser compac­ta, otras veces laminar, y suelen aparecer burbujas o vacuolas.

d) La cocción, oxidante, completa, muy regular. Tanto las pare­des como el núcleo de los fragmentos son de color castaño a castaño rojizo uniforme.

a) El tratamiento de superficie. Las superficies están, a veces, ali­sadas, pero lo corriente es que no hayan sido tratadas, advirtién­dose perfectamente las estrías dejadas por el torno de alfarero. En algunas oportunidades, se aplicó un engobe blanquecino o rosado, que chorreó irregularmente. Otras veces, el interior está parcialmente vidriado.

Estas vasijas, con sus cuellos tan característicos, se han encontrado por dondequiera hizo pie el Imperio Hispánico, desde California a la Patagonia Austral. (Ver, por ejemplo, Ortiz Troncoso, 1971), siem­pre con características similares. En Cayastá, fueron encontradas en casi todas las manzanas. En la sacristía de la Iglesia de San Francisco existe una, apoyada en un rincón, que se dejó "in situ" al hacer las restaura­ciones. También fueron encontrados embudos, que servían para llenar­las, y las tapas recortadas en cerámica.


Las marcas

Muchas de las tinajas y pipas, de Cayastá, de Chile o de Cuyo, presentan marcas e inscripciones incisas, por lo general el año de fabri­cación, o la identificación de su propietario.

Las del lagar de Matilla señalan fechas como "... año de 760" o "…año de 765", y también "…se refieren a nombres de santos, como por ejemplo: Nuestra Señora de Monserrat, San Antonio de Padua, Ntra. Señora de las Mercedes, etc.". (Muñoz González, op. cit., pág. 26).

La "pipa" Nº 32 del Museo "Cornelio C. Moyano" de Mendoza, con capacidad para 600 litros, presenta "la letra A" cerca del cuello. Rusconi, sin demasiados fundamentos, la consideraba "...posiblemente inicial de los Agustinos, por cuanto dicha letra la he visto también en otras pipas pertenecientes a colecciones privadas" (Rusconi, 1961, pág. 302).

En otro de sus trabajos insiste sobre el tema, pero sin aportar nuevos elementos de juicio (Rusconi, 1967).

La Nº 740, con capacidad para 950 litros, lleva la inscripción "Marzo 12 1691", y antes del año, el dibujo de una campana, símbolo que para Rusconi "...indica a las claras que ha pertenecido a algún con­vento de la época" (Rusconi, 1961, pág. 302).

La Nº 839, muy fragmentada, tiene una inscripción que dice "19 de abril de 1632", y lo que el autor citado consideró "...un blasón de características, posiblemente, real", por cuyo motivo la atribuyó "...al Corregidor de Mendoza, don Juan de Adaro y Arracola, que actúo desde 1632 a 1640..." (Rusconi, 1961, pág. 302).

En la Junta de Estudios Históricos de Mendoza, hemos visto marcas en dos de los recipientes. Se trata de un número “2" (o una "Z") y el “25”.

No conocemos las de la Colección Gnecco, aunque en la "Guía de Museos de la Provincia de Buenos Aires" se hace referencia a "curiosas inscripciones" (Bergada, 1958).

En Cayastá, finalmente, existe una notable variedad, que incluye iniciales entrelazadas, la "Flor de Lis", corazones (flechados o no), la "Cruz del Sur", la "campana" (representada en numerosas oportuni­dades ) y lo que podría ser el "blasón" de Rusconi, y otras de difícil interpretación.

El Dr. Agustín Zapata Gollán, comparando estas inscripciones con las marcas de ganado registradas por el Cabildo de Santa Fe, identi­ficó una de ellas con la marca de D. Diego de Santuchos, uno de los pri­meros vecinos de la ciudad, inscripta en el mes de abril de 1584 (Zapa­ta Gollán 1955, pág. 83).

Aún cuando no descartemos esta posibilidad, ante el cúmulo de evidencias expuesto, y considerando el carácter hispano-índígena de la restante alfarería de Santa Fe la Vieja, nos inclinamos a considerar que los recipientes en cuestión son íntrusivos(8).

El significado de sus inscripciones, entonces, no debe buscarse entre las marcas de propiedad de los vecinos de Santa Fe, sino en su probable lugar de origen, en los registros de propietarios de bodegas que tal vez se encuentran en los Archivos cuyanos o chilenos.

Permítasenos concluir con una cita del buen Padre Paucke, que recordando el precio de ese vino, escribía para sus connacionales de Alemania: "Si en cada una de tales vasijas entra un cubo de vino y ape­nas puede haber más, ¿cuál será entonces el precio de una vasija seme­jante llena de vino? ¡De seguro en nuestros países uno se asustaría! nada menos que doce o trece pesos duros, que son treinta y seis R [ixdales]. Por esto ocurre que se calculan para dos misioneros dos botellas de vino por semana para la misa y la mesa" (Paucke, op. cit., T. III, 2da. parte, pág. 219).

Digamos que 36 Reales, precio de una "tinaja" de vino, era lo que se pagaba entonces por 6 arrobas de algodón, de azúcar morena o de "yerba de palo"(9). Por el equivalente a 5 tinajas se compraba un carro de carga, fabricado en madera de lapacho. Una jangada de cedro del Paraguay costaba 334 tinajas. Digamos, finalmente, que el lugar donde estuvo por primera vez la Reducción de San Francisco Javier de indios Mocobíes ("dos leguas españolas"), costó a su primer propietario, "un español de Santa Fe, don Pedro de Quiroga", la suma de 50 pesos, ¡el equivalente aproximado a 4 botijas de vino!. (Paucke, op. cit., T. lll,: 2da. Parte, pág. 175).



Notas:

(*) CARLOS N. CERUTI

Lic. en Antropología, egresado de la Fac. de Cs. Naturales y Museo de La Plata (1973). Investig. contratado Dpto. de Estudios Etnográficos y Coloniales de Santa Fe (1974-76). Jefe Area de Investigación Dpto. de Folklore y Artesanías de Santa Fe (1976-78). Jefe Dpto. Cs. Antropológicas (1978-2004) y Director (1995-2001) del Museo de Cs. Nat. y Antropológicas “Prof. Antonio Serrano” de Paraná (Entre Ríos). Investigador del CONICET (desde 1985). Miembro de Número del Centro de Estudios Hispanoamericanos de Santa Fe, de la Junta Pcial. de Estudios Históricos “J. Catalina Pistone” de Santa Fe, y de la Junta Pcial. de Estudios Históricos “Prof. Facundo Arce” de Paraná.


(1) El tipo cerámico Yocavil Polícromo "...se encuentra no solo en territorio santíagueño, sino que en forma esporádica aparece también en lugares arqueológicos de La Rioja, Ca­tamarca, Salta y aún la región puneña. La alta calidad artística de esta cerámica la hizo objeto de un activo comercio desde la época incaica hasta la conquista española..." (Gon­zález, 1977, pág. 404). Parece haberse originado en las Sierras de Guasayán, en Santiago del Estero.

(2)"El cambio en las formas de las vasijas no es fácil de observar, porque depende de la recons­trucción de éstas ... Se observa, no obstante, que algunas formas indígenas sobreviven, a veces durante bastante tiempo, mientras otras ... son eliminadas mucho más rápidamente. El primer síntoma de aculturación es la sustitución de las bases tradicionalmente redondea­das o cónicas por las bases planas, cóncavas, plano-cóncavas, en pedestal o anulares. Esta sustitución parece procesarse aproximadamente en este mismo orden, a medida que crece la influencia europea. La aparición de los tipos más complejos de bases, principalmente las bases anulares, depende en general del hecho de que la cerámica es tomeada y por lo tanto producida en masa; por eso, en los períodos de post-contacto estos tipos disminuyen de frecuencia o desaparecen. La presencia de asas también es diagnóstica" (Brochado, 1974, pág. 35. Trad. Carlos N. Ceruti).

(3) "La pintura roja de la cerámica aculturada es diferente de la pintura roja a veces presente en la cerámica de tradición Tupiguaraní y tiene origen europeo, pero como es común en las fundaciones religiosas y militares españolas y no aparece en las formaciones militares portuguesas, es posible que se haya restringido a la cerámica española y su presencia en los sitios de post-contacto del sur de Brasil pueda significar también alguna influencia española indirecta posterior" (Brochado, 1974, pág. 35. Trad. Carlos N. Ceruti).

(4) "Carrascal" es, en Chile, sinónimo de pedregal.

(5) "Se sabe... que muchas botijas eran embadurnadas por dentro con una capa de brea, extraí­da, seguramente de los antiquísimos yacimientos de Cacheuta..." (Rusconi, 1961, pág. 299). En un documentos de 1730, se solicita el libre de costas a los productos de Mendoza, y se menciona "las botijas breadas". (Rusconi, 1961, pág. 299).

(6) Estos discos, identificados o no con esta función, fueron encontrados en muchas pobla­ciones del período Hispano--Indigena. Algunos, que estaban perforados, pudieron ser con­fundidos con torteros, a pesar de sus dimensiones (alrededor de 5 cm de diámetro). En otras oportunidades, se los describió como fichas para juego. "Discos sin perforación de cerámica, semejantes a las fichas o tejos para jugar, aparecen en las fases Míssoes, Itatí II y Lavrinha. Este juego existe aún hoy en el sur de Brasil, en el área de influencia española" (Brochado, 1974, pág. 36).

(7) "Empregar" significa embrear.

(8) En la "Lista y alarde de la gente de guerra y pobladores" que se embarcaron en 1572 en la expedición del Adelantado Ortíz de Zárate figuraba "un cantarero", pero no sabemos cuál fue su destino final. De cualquier forma, es muy dudoso que permaneciera en la recién fundada Santa Fe. Tomamos el dato de Zapata Gollán, 1955, pág. 17.

(9) "Yerba de palo" se denominaba a la elaborada por particulares en Asunción, de menor calidad que la "Caa-mirí" de las Misiones jesuíticas.

Transcripción parcial del trabajo de igual título publicado en: MORRESI, Eldo S. y Ramón GUTIERRES (Dir.) 1983. “Presencia hispánica en la Arqueología Argentina”. Museo Regional de Antropología “Juan A. Martinet” – Instituto de Historia de la Facultad de Humanidades de la UNNE, T.2, pág. 487-515, Resistencia.

El Autor considera que la cerámica de la “Serie de Tradición Indígena” ya no puede considerarse simplemente como el producto de un proceso de aculturación gradual de rasgos europeos, y pervivencia de elementos Tupiguaraní. Hay que tener en cuenta:

· Que la cerámica Tupiguaraní pintada es la primera que desaparece (en Brasil como en Argentina) al establecerse el contacto con los europeos, porque es la más vinculada a ceremonias rituales.

· Que en Asunción, a partir de la llegada del Adelantado Alvar Núñez Cabeza de Vaca se generó un proceso de profundos disturbios que enfrentó a europeos, guaraníes y guaycurúes, y terminó con el gran levantamiento de 1545-46.

· Que durante el mismo ocurrieron episodios de resistencia activa muy intensa, con alejamiento de poblaciones enteras (“levantar la tierra”), matanzas, destrucción de ganado y elementos europeos.

· Que en 1556, con la imposición de la encomienda, se produjeron nuevos hechos de violencia, reprimidos muy duramente (el último de ellos, precisamente, por Don Juan de Garay).

· Que con posterioridad solamente se registran acciones de resistencia pasiva, de carácter individual.

· Que fuera de Santa Fe la Vieja, no se conocen ejemplos de la “Serie de Tradición Indígena”.

Bajo tales circunstancias, en Santa Fe la Vieja y a cuarenta y cinco años, al menos, de la última represión, la “Serie de Tradición Europea” de nuestra “Cerámica Hispano-Indígena” debe considerarse como un caso de imposición de rasgos (formales y decorativos) por parte de la elite dominante. La “Serie de Tradición Indígena”, a su vez, como un notable y porfiado ejemplo de resistencia pasiva por parte de un alfarero o un grupo alfarero de origen guaraní, cuyo taller estaba ubicado en el Convento de San Francisco o en su proximidad.



Bibliografía:

- AINAUD, Juan. 1965. "Arte románico catalán. Pinturas sobre tabla". Ed. Gustavo Gili., S.A., Barcelona.

- BERGADA, Evangelina. 1958. "Guía de Museos de la Provincia de Bue­nos Aires". Dirección de Museos, Reservas e Investigaciones Culturales, La Plata.

- BLASI, Oldemar. 1971. "Investigagoes arqueológicas nas ruinas da Ra­duÇao jesuíta de Santo Inácio Miní ou do Ipaumbucu-Pa­raná, Brasil". En: Rev. Instituto de Biología e Pesquisas Tecnológicas, Nº 16, Curitiba.

- BROCHADO, José Proenza. 1974. "Contatos entre Europeus e Indí­genas; un estudo de aculturaÇao através das mudanÇas na cultura material". Separata de la Revista do Instituto de Filo­sofía e Ciencias Humanas da Universidade Federal do Río Grande do Sul, Porto Alegre.

- BROCHADO, José P.; Danilo LAZZAROTTO y Rolf STEINMETZ.1969. "A cerámica das Missoes Orientais do Uruguai. Um estudo de aculturaÇao indígena atraves da mudanÇa na cerámica". En: Anais do Terceiro Simposio de Arqueología da Area do Prata, Pesquisas Nº 20, Antropología, Sao Leopoldo.

- CERUTI, Carlos y Nora E. MATASSI. 1977. "Evidencias de contacto hispano-indígena en la cerámica de Santa Fe la Vieja (Cayas­tá)". Actas y Memorias del IV Congreso Nacional de Arqueología Argentina (Segunda Parte), San Rafael (Mendoza).

- BADANO, Víctor M. 1957. "El arte plástico de los ribereños paranaenses". Memorias del Museo de Entre Ríos, Arqueología, Nº 34, Paraná.

- GONZALEZ, Alberto R. 1977. "Arte precolombino en la Argentina". Filmediciones Valero, Bs. As.

- GRAMAJO DE MARTINEZ MORENO, Amalia. 1974. "Contacto his­pano-indígena en Santiago del Estero". Comunicación pre­sentada al III Congreso Nacional de Arqueología Argentina, Salta.

- GRAMAJO DE MARTINEZ MORENO, Amalia. 1975. Conferencia con igual título, dictada en Santa Fe.

- IBARRA GRASSO, Dick Edgar. 1967. "Argentina Indígena". Ed. Thea, Bs. As.

- IRIBARREN CHARLIN, Jorge. 1972. "Folklore del Valle del Río Hurtado, Pcia. de Coquimbo". Publicaciones del Museo de La Serena.

- GUDIOL, José. 1965. "Arte románico catalán. Pinturas murales". Ed. Gustavo Gili, S.A., Barcelona.

- LLUBIA, Luis M. 1973. "Cerámica medieval española". Ed. Labor, Barcelona.

- MENTZ RIBEIRO, Pedro Augusto, HARDY E. Martin; Roberto STEIN­HAUS; Lothar HEUSER y Gastao BATJMHARDT. 1976, "A ReduÇao jesuítica de Jesús-María, Candelária, Río Grande do Sul -Nota Previa". Revista do CEPA, Nº 4, Santa Cruz do Sul.

- MORRESI, Eldo S. 1971. "Las ruinas del Km. 75 y Concepción del Bermejo". Instituto de Historia, Fac. de Humanidades, UNNE, Resistencia.

- MUÑOZ GONZALEZ, Eduardo. 1976. "Restauración del lagar de Matilla". En: Serie Documentos de Trabajo, Nº 7, Grupo de Ar­queología y Museos. Univ. de Chile, Sede Antofagasta.

- NUÑEZ REGUEIRO, Víctor y Beatriz NUÑEZ REGUEIRO de DE LORENZI. 1973. "Arqueología histórica del N. de la Provin­cia de Corrientes". En: Revista del Instituto de Antropología de Córdoba, T. IV, Córdoba.

- ORTIZ TRONCOSO, Omar R. 1971. "Arqueología de los poblados hispánicos de la Patagonia Austral. Segunda Etapa de excava­ciones en Rey Don Felipe y nuevos antecedentes sobre Nom­bre de Jesús". En: Anales del Instituto de la Patagonia, Vol. II, Nº 1-2, Punta Arenas.

- PAUCKE, Florian, S.J. 1942. "Hacia allá y para acá (una estada entre los indios Mocobíes, 1749-1767)". Publicaciones del Departa­mento de Investigaciones Regionales de la Univ. Nac. de Tucumán, Nº 324, Tucumán.

- RODRIGUEZ, Amílcar. 1973. "Consideraciones para el estudio arqueo­lógico del Río Uruguay Medio". En: Antecedentes y Anales de los Congresos -Segundo Congreso Nacional de Arqueolo­gía del Uruguay y Tercer Encuentro de Arqueología del Lito­ral, T.1, Fray Bentos.

- RUSCONI, Carlos. 1961. "Poblaciones pre y posthispánicas de Mendoza", Vol. 1, Etnografía, Ed. Oficial, Mendoza.

- RUSCONI, Carlos. 1967. "Crónica de toneles, vasijas y tínajas". En: La Prensa, 12/3/67, Buenos Aires.

- SERRANO, Antonio. 1936. "Etnografía de la Antigua Provincia del Uruguay", Paraná,.

- SERRANO, Antonio. 1972. "Líneas fundamentales de la arqueología del Litoral". Univ. Nac, de Córdoba, Instituto de Antropología (XXXII), Córdoba,

- ZAPATA GOLLÁN, Agustín. 1955. "El caballo en la vida de Santa Fe". Col. "El Litoral", Ed. Castellví, Santa Fe.

- ZAPATA GOLLÁN, Agustín. 1966. "El Chaco Gualamba y la ciudad de Concepción del Bermejo". Publicación del Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales (Se-gunda Epoca). Nº 2, Santa Fe.

- ZAPATA GOLLÁN, Agustín. 1971. "La urbanización hispanoameri­cana en el Río de la Plata". Publicaciones del Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales (Segunda Epoca).


Domicilio: 25 de Mayo 1470 - Santa Fe de la Vera Cruz - La Capital - Santa Fe - República Argentina - Código postal: 3000
Teléfono: (54) 0342 4573550 - Correo electrónico: etnosfe@ceride.gov.ar
Página web: http://www.cehsf.ceride.gov.ar/