SEGUNDAS JORNADAS DEL LITORAL
José Luis Víttori (6)

Como presidente del Centro de Estudios Hispanoamericanos, al iniciar las "Segundas Jornadas del Litoral", debo contestar algunos interrogantes previos al desarrollo del curso que hemos organizado para celebrar, en este mes de Agosto ( de 1999), los cincuenta años de la exhumación de las ruinas de Santa Fe la Vieja.

¿Por qué "Jornadas del Litoral" y por qué "segundas"?. Muy en el comienzo de esta historia y cuando la historia misma estaba por cumplirse y escribirse, sólo tangible en la visión de Agustín Zapata Gollan, éste le dio forma en el plan de una trilogía fundamental: "Las puertas de la tierra", "La conquista criolla" y "Los precursores", publicada en ese orden entre 1937 y 1941, con el común denominador de "Jornadas del Litoral, según notaron Magín Ferrer y Bernardo Alemán. (7)

De los tres libros siempre he destacado en mi preferencia "Las puertas de la tierra", escrito en 1936 y publicado en Santa Fe a fines de 1937. En la portada de esta primera edición, se lee debajo del título y a modo de epígrafe: "Jornadas del litoral".

El plan del libro se despliega en diez capítulos o "escenas", desde "Los hombres de la conquista" a "El canto de los gringos" abarcando en el tiempo un arco de cinco siglos. Decía el autor al comienzo:

"Los hombres que emprendieron la conquista del Río de la Plata son los mismos que vieron los ojos inquietos de Berruguete, de Gallegos, de Juan de Juanes, de Sánchez Coelho..."

La obra termina con unos versos en italiano:

"Dall´Italia siamo partiti

Sial partiti con nostro onore

In trenta giorni di machina a vapore

In quest´América siam arrivatti"


Y con una imagen:

"Algunas veces, los gringos recuerdan las penurias pasadas, sentados a la mesa, una mesa larga, sin mantel, donde hay un pan redondo y caliente que la madre rebana..."

Y un comentario que es a la vez su colofón:

"El sueño de Garay se había cumplido. Estaban abiertas de par en par las puertas de la tierra."

En la vasta perspectiva histórica que la obra desarrolla desde el principio al final, en la diversidad de espacios pero, sobre todo, en la sucesión de tiempos que los mismos acontecimientos presentados acotan; con la videncia de quien interpreta un sueño, esos diez capítulos del libro, esos diez actos, esas páginas de una obra inspirada que conjura al modo de los cronistas, etapas de la epopeya rioplatense, eran para mí, las "jornadas del litoral". "Esas "jornadas" representan el tiempo que el autor dedicó a narrar la etnohistoria del litoral en los diez capítulos de su libro" - me dije -, afirmándome literariamente en el significado del término "jornada", conforme se usaba en el Siglo de Oro, aplicado al poema dramático; y, además, en una locución figurada que acercaba al tema: "Caminar uno por sus jornadas", esto es, "proceder con tiempo y reflexión..." (8)

"Así caminaron los conquistadores por estas tierras inmensas; así los colonizadores gringos detrás del arado, paso a paso, día a día; así también Zapata Gollan al escribir "Las puertas de la tierra", hasta completar la obra "por sus jornadas" - pensé -. Me permito declararlo, después de leer y aceptar las postulaciones de Magín Ferrer y Bernardo Alemán, con ánimo de extender a los capítulos de la trilogía, la licencia poética de mi interpretación sobre el sentido en un comienzo misterioso de aquellas "Jornadas del litoral"...

Lo cierto es que, si hubo "primeras jornadas", bien puede haber "segundas" en memoria de don Agustín, en homenaje al primer libro que publicó y a la esforzada tarea que echó sobre sus hombros en el descubrimiento y exhumación de Santa Fe Viejo.

Y, a propósito de los términos que acabo de usar: "descubrimiento" y "exhumación", recuerdo que, al comienzo del documento de trabajo que este Centro de Estudios difundió en febrero último, propusimos que se deslindaran al o los que mejor se ajusten al acontecimiento y se correspondan con lo actuado en Cayastá:

a) ¿Localización y exhumación?

b) ¿Descubrimiento y exhumación?

c) ¿Ubicación y exhumación?

No se trataba de una simple cuestión semántica, sino de un ajuste de significado y significante conforme a la realidad vivida por los actores, para eludir confusiones o discrepancias. Pero en el fondo, cuando se sigue esta historia en sus pasos, es decir, en sus jornadas, se advierte que todo empieza con un minucioso acercamiento en pos de la posible ubicación de la ciudad vieja, sigue la empresa de localizarla (es decir, de circunscribirla en su sitio); por ello, para ello, es preciso cavar en busca de restos elocuentes, esto es exhumar y, conforme al testimonio de los restos exhumados, anunciar el descubrimiento, la acción de haber puesto en descubierto los restos que los siglos ocultaron.

Los cuatro términos se relacionan, pues, en las secuencias de los trabajos de arqueología histórica realizados en Cayastá: ubicación, localización, exhumación y descubrimiento. En la secuencia de la campaña, en su trascendencia, se corresponden, pero no son indistintos. Esta es, al menos, nuestra conclusión. Y es, al mismo tiempo, el motivo de las "Segundas jornadas del litoral", en cuanto a su finalidad de exponer, en las siete intervenciones previstas, aspectos y momentos ilustrativos de la historia reciente de Santa Fe Viejo, la que se inicia con Agustín Zapata Gollan y "Las puertas de la tierra" en 1936.


Un poco de historia

Hemos insistido en destacar la singularidad de este libro que en principio valoramos por la calidad de su prosa y el encanto de su expresión, de las imágenes que sus palabras presentan "desde adentro", como si el autor se hubiese mimetizado en el tiempo y lugar de sus relatos, personaje cuyas alforjas colmó de noticias en un fantástico andar de siglos...

Después, impensadamente, una relación larga y amistosa con el autor nos permitió entender su libro en una segunda lectura, allí donde el texto penetra en la temática fundadora de la inmensa región del Plata y dentro de ella, del litoral fluvial argentino. Un libro sorprendente que podía leerse como una novela y también como un ameno relato histórico, a salvo para siempre por su amenidad y su humor agraciado, de las memoriosas cronologías y las graves enumeraciones de los sucesos puntuales de la historiografía tradicional. Un libro "moderno" - en fin -, como señaló algún comentarista.

"El ambiente en que nacieron esos hombres descomunales de la conquista quedó también, para siempre, en las telas del final del 400 y de los comienzos del 500. Los zócalos de piedra donde al caer la tarde platican en los aledaños del pueblo, caballeros de lujosas vestiduras de brocado con monjes de hábitos blancos y de cabellos cortados en cerquillo..."

Así comienza la presentación de la "escena imaginaria": "En las gradas de Sevilla", escena que en el texto revive el lugar y el tiempo reales en que partirán los viajeros del 600, los navegantes de la exploración y el descubrimiento del Plata por el Atlántico; las páginas de una obra que atraparía a Don Agustín por el camino sin retorno de la epopeya argentina y de la epistemología rioplatense que él mismo llegó a fundar en las hazañas de su memoria y en el misterio de su saber ecuménico.


Las premisas

¿Por qué escribió Agustín Zapata Gollan este libro? ¿Cuáles fueron los pasos de su aproximación a la gesta rioplatense y a la remota crónica santafesina? ¿Qué lecturas "calentaron su seso" y qué sueños imantaron su inspiración?

No lo sabemos con certeza. Hasta fines de los años ´30 él se perfilaba como "una personalidad múltiple y curiosa que se complacía en el ejercicio de lo diverso" . Entre los 24 y los 37 años, en un tiempo de lecturas y de libre búsqueda en las humanidades, se ejercita en diferentes disciplinas como la poesía, la narrativa, el arte y la historia. Se recibe de abogado, frecuenta el periodismo junto con sus amigos Mateo Booz, Horacio Caillet Bois y Francisco Magín Ferrer, enseña sociología (9) en la facultad de Derecho y se desempeña como Intendente Municipal, designado por el gobernador electo Don Luciano Molinas. "Hasta aquí se ha ido formando como un ´hombre culto´ en el sentido del humanismo contemporáneo" (10)

Es probable que el conocimiento de la "tradición inmemorial" transmitida en sus conversaciones por la gente mayor de Cayastá, haya atraído inicialmente su atención sobre el enigma latente de Santa Fe Viejo, es decir, sobre la despoblada y extraviada fundación de Garay, motivando la lectura de los antecedentes históricos (en Manuel Cervera, Juan Álvarez, el padre Guillermo Furlong, o Fco. Javier Charlevoix) y, luego, las "excursiones en las cuales realizaba sondeos en la zona que se conocía con el nombre de ´Santa Fe Viejo´ (L.c., 31). Así pudo haberse introducido en la atmósfera legendaria de los asentamientos indígenas en las riberas del río o en las reducciones históricas, y además en la huella menos aparente de los conquistadores: algunos restos afloraban por allí de la alfarería aborigen: pequeñas figuras modeladas con efigies de animales y de gentes, pipas, vasijas, amuletos, puntas de flechas... Tales vestigios no sorprendían, por la conocida vecindad de la reducción de Cayastá, pero los restos de ingenio europeo, como las grandes tejas dibujadas o inscritas; los fragmentos cerámicos de jarras y platos, las monedas y los útiles metálicos, dispersos en la superficie de la tierra ondulada por curiosos túmulos y al alcance de la mano, parecían hablar ya de España y su cultura.

A orillas del primitivo Río de los Quiloazas, hoy río San Javier, en lo alto de la barranca, había también un monolito construido en homenaje a Juan de Garay, durante el gobierno de Enrique M. Mosca, en el cual se habían fijado placas recordatorias a la fundación de Santa Fe.


El despertar de una misión

Hombre sagaz, imaginativo, afecto a la vida de intemperie y curioso de misterios, el hallazgo en el sitio de "índices topográficos" y de restos diseminados en la costa, deben haberlo movido a preguntar, a estudiar, a escarbar: en dos o tres años, la conjunción de esos vestigios en un lugar de importancia histórica que podía ser la primitiva Santa Fe, le habrán "hecho ver" en una proyección imaginaria, el tiempo de los conquistadores y las etapas del poblamiento secular del país. Al tumulto de sus imaginaciones podía callarlo, pero no eludirlo. Es posible que de sus claras percepciones e intuiciones haya nacido el plan de las jornadas, los capítulos de "Las puertas de la tierra" o las páginas sucesivas de la trilogía del litoral.

Dicho esto de un modo conjetural y no exhaustivo en cuanto a su compleja fenomenología; tan compleja como el rompecabezas que él armó en su vida, al protagonizar uno de los logros más importantes de la arqueología histórica argentina, cual es la de sacar a luz los únicos restos existentes en el Río de la Plata, de una fundación española del S. XVI; verdadera ciudad con más de 60 años de asentamiento activo en el lugar de origen.

La publicación de "Las puertas de la tierra" en 1937 señala un cambio definitivo en la trayectoria intelectual y profesional de Agustín Zapata Gollan, al punto que podríamos hablar de un "antes" y un "después". No podemos decir si el libro fue consecuencia de un cambio de actitud o si obró ese cambio en el curso de su redacción. Lo cierto es que el horizonte de sus intereses formales cambia poco antes o a partir de las "Jornadas del litoral" y que ese cambio se manifiesta en el índice de su biblioteca: el sociólogo, el historiador, el poeta, incluso el grabador, dan paso al etnógrafo, según permite suponerlo el acopio de títulos visible en los estantes, donde aparecen los nombres de Pérez Borradas, Lowie, Murdock, Kroeber, Graham Summer, Krieckeberg, Ratzel, Canals Frau, Vignati o Lafone Quevedo entre otros (Cf. "Hitos", 19)

En este sentido, 1938 es un año clave en la actividad de Zapata Gollan: publica su segundo libro, "La conquista criolla", el cual sostiene una tesis poco frecuentada en esos años: Al margen de los primeros asentamientos españoles a orillas de los ríos de la Plata, Coronda y Paraguay - todos efímeros - el poblamiento del territorio y la fundación definitiva de las ciudades - Asunción, Santa Fe, Buenos Aires o Corrientes -, se debieron a los criollos y mestizos que acudieron a los alardes de la conquista. De allí el título de la obra..

Sobre la base de estos antecedentes, el 21 de Octubre de 1938, Juan Mantovani - Ministro de Instrucción Pública de la Provincia -, le asigna la misión de realizar investigaciones históricas en los archivos y bibliotecas de América, en relación con la vida colonial en el Río de la Plata y especialmente en Santa Fe. (L.c., 25). En cumplimiento del mandato, participa en el 27º Congreso Internacional de Americanistas, reunido en Lima en Septiembre de 1939, y allí presenta su trabajo: "Caminos de América", publicado en Santa Fe al año siguiente.

Durante su permanencia en Lima, cumple jornadas de información e investigación en la Biblioteca y el Archivo Nacional, y también en el Archivo Eclesiástico, consultando, en la esforzada lectura de sus códices, la nutrida bibliografía de los cronistas e historiadores de los siglos XVI y XVII americanos.

Ya de vuelta, interesa al ministro Mantovani en las materias que había desbrozado durante su permanencia en Lima, pero en lo esencial, le descubre el interés que suscita la historia rioplatense, la gesta de las fundaciones españolas en su espacio, en esa segunda etapa de la conquista que tiene por epicentro a Santa Fe. Mantovani responde con una iniciativa que lo ilustra: a su intención, el P. E. envía a la legislatura el proyecto de ley que crea el Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales y el 23 de Julio de 1940 le cabe promulgar el texto sancionado, junto con el gobernador Manuel María de Iriondo. El mismo año, Agustín Zapata Gollan es designado director del instituto que será su "centro de operaciones", con el fin de "realizar investigaciones de carácter etnográfico, histórico, arqueológico y folklórico, así como de "reunir" y organizar el material (...) necesario para esas investigaciones". (11)

Ocho años transcurren en la organización del Departamento, de su "fondo documental", de sus actividades específicas y de sus publicaciones. En ese lapso aparecen "El Paraná y los primeros cronistas" (1942), "La fauna y la flora de Santa Fe en los primeros cronistas" (1944), "Los chaná en el territorio de la provincia de Santa Fe" y "El caballo en la vida de santa Fe", publicaciones que honran la vocación de Zapata Gollan. Aparecen también tres números del "Boletín", con notas de eminentes colaboradores.

Esos ocho años no pasan en la apacible meditación de gabinete; permiten fructíferos trabajos de intemperie en campañas de acercamiento a la ciudad sepultada. Al cabo de ese tiempo, las pistas confluyen, como la aguja imantada de la brújula, en el lugar señalado por la tradición, los testimonios de los viejos lugareños, las piezas arqueológicas arrancadas al polvo o los "índices topográficos generales", en coincidencia con la opinión de precursores como Manuel M. Cervera. La antigua Santa Fe estaba ubicada en las inmediaciones de Cayastá, en dirección sureste, no más lejos. Pero había que localizarla. ¿Cuánto más lejos, cuánto más al sur? ¿En subestratos de la reducción indígena o fuera de ellos?

Ya cumplidos, los términos de espera, el 21 de Julio de 1948, la ley provincial Nº 3361 "dispuso que el Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales realizara las excavaciones en el lugar mencionado con el fin de descubrir los restos que pudieran existir de la ciudad". (12)

Pero no hubo apresuramientos. Se armó primero una ranchada para protección del personal y el parque de herramientas de la dilatada campaña que se avecinaba. Se demarcó el sitio. Se adoptaron medidas preventivas del laboreo agrícola que había invadido la zona. Se desmalezó "la loma más alta y más larga ubicada a pocos metros de la barranca del río", donde se comenzaría a explorar la tierra.

Mientras los ingenieros Víctor F. Nícoli y Augusto Fernández Días dispusieron cavar una trinchera que cortaba el túmulo de este a oeste, en busca de restos sólidos, Zapata Gollan - que los había convocado - "metió pala" como dicen los arqueólogos, en la base del monolito. "Fue precisamente donde se levanta el pilar (sobre el que) colocaron placas conmemorativas dos gobernadores de Santa Fe y donde una inscripción recordaba el milagro de la Virgen, el lugar que elegí para realizar los primeros trabajos, con elementos y material necesario" (13). Era el 21 de Julio de 1949, según acaba de recordar con memoria precisa, Serviliano Calderón, uno de los primeros colaboradores de Don Agustín en Cayastá. (14)

Allí "aparecen las primeras tejas, algunos ladrillos y luego los muros laterales de tapia..." - cuenta Zapata Gollan. Por las grandes dimensiones del recinto, por el espesor de los muros laterales, por la cantidad de tejas que se encuentran, sospecha que se está exhumando el templo de San Francisco. Si su intuición se ajusta a las razones de su conocimiento, al exhumar esas paredes ha localizado la ciudad vieja y está en situación de descubrir sus ruinas largamente sepultadas, siguiendo la traza en cuadrícula de las ciudades españolas de los siglos XVI y XVII; traza que le permitirá identificarla cuando superponga su plano con el doble exacto de la nueva Santa Fe. Es como resolver un problema geométrico referido a una planta en damero - o, si se quiere - un juego profesional en un tablero de damas.

Al efectuarse el traslado del viejo al nuevo emplazamiento de la ciudad, consta en los documentos la decisión de respetar estrictamente en el nuevo, la traza urbana original y con ella el repartimiento de solares dispuesto por el fundador; así la manzana asignada a la Plaza Mayor donde se edificó antes y después el cabildo y la matriz, y los espacios destinados a la casa de Garay, luego de su yerno Hernandarias; las seis iglesias de entonces, entre ellas San Francisco, constituida en un hito de las excavaciones.

No podemos entrar en los pormenores del hallazgo que supone el triunfo de quien lo previó con una acertada elaboración de los datos precisos y distintos: el calco de una planta urbana en la otra, la ubicación de los templos de San Francisco, Santo Domingo y la Merced; la presencia de abundantes enterratorios y restos humanos en todos ellos, algunos identificables por el mismo principio de correspondencias, como los de Alonso Fernández Montiel y su hija Jerónima Arias Montiel, de acuerdo con disposiciones testamentarias conservadas en el repositorio del Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales y, pieza fundamental de convicción, las sepulturas y los restos de Hernandarias y Da. Jerónima de Contreras, la hija de Garay, en la cabecera de San Francisco.

Todo esto en una secuencia de efectos que seguiría a la comunicación de Zapata Gollan: "el 4 de Noviembre de 1949 - escribió - me dirigí al Sr. Ministro de Justicia y Educación de la Provincia, asegurando que había descubierto las ruinas del templo franciscano de la primitiva ciudad de Santa Fe". De esta sobriedad, apenas podríamos deducir, fuera del contexto de las ruinas, la satisfacción y la alegría íntima de quien había logrado materializar un sueño. Es probable que, sin envanecerse, Don Agustín vislumbrara desde lo alto del túmulo excavado, la inmensa tarea que le esperaba, sus dificultades y tropiezos, la tenacidad que los próximos años (y las próximas décadas) exigiría de su esfuerzo y de su entereza excepcionales.

"En ese mismo mes (de noviembre), la Comisión Nacional de Lugares y Monumentos Históricos colocó en el sitio donde se realizaban las excavaciones, el monolito indicando que ese era el emplazamiento de la ciudad de Garay" - escribió, L.c. 34 -. A esta confirmación oficial seguirían los testimonios de estudiosos e investigadores de relieve, como el P. Guillermo Furlong o los doctores Raúl Molinas, Alberto Rex González y Bernardo Canal Feijoó. Pero el espaldarazo le fue dado por el dictamen definitivo de la academia Nacional de la Historia, en su sesión del 31 de Mayo de 1952: "Las ruinas de Cayastá son los restos de la antigua ciudad de Santa Fe fundada por Juan de Garay" (L.c., 45).

Sin embargo, en la perenne alternancia de la realidad y la fantasía, en el incitante ejercicio intelectual de la contradicción, el éxito de la empresa no llegó acompañado de una deseable serenidad. El hallazgo de Santa Fe la Vieja fue acerbamente discutido e incluso impugnado en un torneo de argucias por sus adversarios que - lo dije una vez y lo repito - "no la querían allí..." vaya uno a saber por qué motivos subalternos que hicieron mucho daño. La Casuística de los enemigos no escatimó argumentos que desataron una amarga polémica en todos los medios y niveles de opinión, sembrando el desconcierto y la duda, pero también una defensa apasionada e inteligente de la verdad, hasta que la razón se impuso con el memorable apoyo de quienes acompañaron sin deserciones a Don Agustín desde las instituciones ad-hoc: Víctor F. Nícoli, Francisco Magín Ferrer, Jorge Reynoso Aldao, Enzo N. Víttori, Amador Alberto, Francisco Menchaca, Hipólito Montemurro, Federico G. Cervera, José Ma. Candioti, Riobó Caputto, Ignacio Maciel, Hernán Busaniche, Santiago Luis Toretta, Raúl Molina, Mons. Nicolás Fasolino, Mario de Olazábal, Bernardo Alemán, José Carmelo Busaniche, entre otros cuyos nombres se me escapan y a quienes honramos por su decidida y convencida actitud.

Por último, no debemos olvidar a tres personas, a tres señoras, que lo acompañaron en larga y leal amistad durante los años más intensos de su campaña, infaltables en los actos iniciales de este Centro de Estudios: Esmeralda Rodríguez Galisteo de Pujato, Lidia Cullen de Videla y Carmen Román de Caputto, además, se entiende, de la esposa, Dora Gaydou Monasterio de Zapata Gollan, honorable donante de su biblioteca al gobierno de la provincia, para ser conservada en el Museo Etnográfico.



Bibliografía:

ALEMÁN, Bernardo: "Zapata Gollan, investigador y publicista". Nota en Revista "América" Nº 6. Santa Fe, Centro de Estudios Hispanoamericanos, 1987. Págs. 29 y ss.

BARBA, Enrique M. : "El historiador". Nota Ibídem, págs. 21 y ss.

FERRER, Francisco Magín: "Vida y obra de Agustín Zapata Gollan".

NÍCOLI, Víctor F.: "El descubrimiento de las ruinas de Santa Fe la Vieja". Nota en Revista "América" Nº 8. Centro de Estudios Hispanoamericanos, 1990. p.9 y ss. Ver también sus palabras en Págs. 88 y ss. en el "40º aniversario de Santa Fe la Vieja".

VÍTTORI, José Luis: "Agustín Zapata Gollan: Hitos". Santa Fe. Centro de Estudios Hispanoamericanos. 1994.

ZAPATA GOLLAN, Agustín: "Las ruinas de la primitiva ciudad de Santa Fe. Las tres iglesias", en Obra completa". Santa Fe. UNL 1969, tomo 4. "Las puertas de la tierra. Jornadas del litoral". Santa Fe. prensas UNL, 1937 (primera edición autógrafa).



Notas:

(6) José Luis Víttori Escritor argentino y periodista nacido en Santa Fe, ciudad donde reside. Miembro fundador y actual presidente del Centro de Estudios Hispanoamericanos. Miembro de la Academia Argentina de Letras. Ex antiguo director del diario El Litoral

(7) FERRER, Francisco Magín en su semblanza de Agustín Zapata Gollan - Cf. "Vida y obra de Agustín Zapata Gollan" - dice textualmente: "En sus ´Jornadas del Litoral´, hermosa trilogía que arranca de "Los precursores", en sus aventuras geográficas, prosigue con ´La conquista criolla´ y culmina con ´Las puertas de la tierra´, se desenvuelve con la honda sugestión de su admirable prosa..." Santa Fe, revista "América" Nº 6.1987 Pág. 17. Bernardo Alemán coincide con Magín Ferrer en su trabajo: "Zapata Gollan, investigador y publicista", cuando se refiere a "La conquista criolla": "Impreso en Santa Fe en 1938 por la Imprenta del Litoral, integra la serie "Jornadas del Litoral" . (Cf. Revista "América" Nº 6. Santa Fe, Centro de Estudios Hispanoamericanos, 1987. Pág 32). De acuerdo con el orden cronológico detallado en la "Bibliografía de Agustín Zapata Gollan" (Cf. Revista "América" Nº 6 , apéndice, Pág. 151), resumimos: "1938 (sic): "Las puertas de la tierra. Jornadas del Litoral" (...)1938: "La conquista criolla en Jornadas del Litoral" (...) 1940: "Caminos de América" (...) 1941: "Los precursores. Jornadas de Buenos Aires" (...)

(8) DICCIONARIO ENCICLOPÉDICO ESPASA, Madrid, Espasa Calpe 1992

(9) Magín Ferrer dice "Finanzas" L.C., 14

(10) VITTORI, José Luis, "Agustín Zapata Gollan. Hitos". Santa Fe. Centro de Estudios Hispanoamericanos, 1994. Págs. 17 y 18

(11) ZAPATA GOLLAN, Agustín, "Las ruinas de la primitiva ciudad de Santa Fe..", 29/30, en "Obra completa", tomo 4. Santa Fe, U.N.L., 1969.

(12) ZAPATA GOLLAN, Agustín, ibídem

(13) L.c., 32

(14) La noticia del hallazgo se adelanta al mes siguiente: "El 28 de Agosto el Dr. Raúl Molina, en compañía del Señor Arzobispo de Santa Fe, Monseñor Dr. Nicolás Fasolino, Presidente de la Junta de Estudios Históricos, y de otros miembros de la misma institución, llegó al lugar donde se habían descubierto los primeros muros, las primeras tejas, y el primer sepulcro de la ciudad de Garay, y fue él quien dio la noticia en el diario "La mañana" de Santa Fe, de que se habían descubierto las ruinas del templo de San Francisco y el sepulcro que guardaba los restos de Hernandarias de Saavedra" (Cf. "Las ruinas de ...", pág 32). Desde entonces, el 28 de Agosto se toma como fecha del acontecimiento.


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