FAMILIA Y ÁMBITO DOMÉSTICO EN SANTA FE LA VIEJA:
LA CASA DE HERNANDO ARIAS MONTIEL (28)
LUIS MARÍA CALVO

1. Introducción

El sitio de Santa Fe la Vieja (Argentina) constituye una fuente de significativo valor para el concimiento de las ciudades hispanoamericanas de fines del siglo XVI y primera mitad del XVII: el abandono de la ciudad, efectivizado aproximadamente entre 1660 y 1670, preservó al asentamiento fundacional en su carácter de testimonio para la arqueología y la historia.

El presente trabajo se inscribe dentro de una investigación de mayor alcance que vengo desarrollando, en el cual el tema de Santa Fe la Vieja es abordado en los aspectos de su espacialidad urbana y territorial.

En una primera etapa he reconstruido el catastro urbano -en la medida de lo posible- utilizando fuentes documentales: compraventas, testamentos, censos, cartas dotales, etc.; como alternativa para paliar la carencia de planos on la traza y repartimiento de solares. A la vez se ensayó una primera lectura de la estructura y el paisaje urbano y de las tipologías arquitectónicas.

En la actual etapa de investigación, el interés se centra en el tema de la vivienda, entendiendo que la arquitectura doméstica implica formas de ocupación del suelo que repercuten directamente en la constitución del espacio y del tejido urbano.

El objetivo último es el de la recomposición de la red establecida por los diferentes grupos pobladores en en el cual se desarrolló el proceso vital de la población tanto en su cotidianeidad como en sus acontecimientos más relevantes de carácter público e institucional.

En ese contexto, el trabajo que presento intenta aportar desde diversas conclusiones sobre el caso particular de la propiedad urbana del capitán Hernando Arias Montiel, elegido de común acuerdo con el grupo de investigadores de la Escuela de Antropología de la Facultad de Humanidades y Arte de la Universidad Nacional de Rosario como tema de confluencia desde los campos de estudio de la arqueología y de la historia de la arquitectura y el urbanismo.

En una primera parte procuraré identificar y carecterizar al grupo familiar del capitán Hernando Arias Montiel, propietario y habitante del solar y casa.

En una segunda se intenta re-crear el ámbito arquitectónico de la vivienda y su incidencia en la definición del tejido urbano.

Las conclusiones -que tendrán carácter provisorio- podrán ser consideradas como aportes para la hipótesis de investigación arqueológica, y servir de punto de partida para la confrontación interdisciplinaria.


PRIMERA PARTE

2. La familia de Hernando familiar


2.1 Composición del grupo familiar

El propietario de los solares, Hernando Arias Montiel "el viejo", pertenece a la primera generación americana de su familia.

Su padre, Alonso Fernández Montiel, natural de Baena (Córdoba, España), había llegado al Río de la Plata en la expedición de Ortíz de Zárate y se estableció en Santa Fe al poco tiempo de su fundación, insertándose desde temprano en el grupo dirigente. Formó su familia con Isabel Arias, que había pasado a Indias en la misma expedición, acompañando a su padre -Cristóbal Arias-, muerto por los indios apenas arribados al Río de la Plata.

De ese matrimonio nacieron siete hijos que, de acuerdo a una costumbre española de la época, se apellidaron alternativamente Fernández Montial y Arias Montiel, con el propósito de perpetuar los nombres de familia paterna y materna.

Dos de ellos -Hernando Arias Montiel y su hermano Alonso Fernández Montiel el mozo- se casaron con dos cordobesas, primas hermanas entre sí, nietas de don Alonso de la Cámara y bisnietas de Hernán Mexía de Mirabal, de los principales conquistadores del Tucumán. En estas concertaciones matrimoniales podemos reconocer el modo en que santafesinos y cordobeses estrecharon tempranamente vínculos familiares que superaron las disputas jurisdiccionales del momento de fundación de sus ciudades. Ambas familias -Fernández Montiel/dela Cámara- reiteran en un segundo orden social el esquema de enlaces con que se emparentaron los descendientes de su fundadores: los Garay y los Cabrera.

La esposa de Hernando. doña Francisca Maldonado, entró al matrimonio todos los bienes que habían sido de sus padres, vecinos de Córdoba del Tucumán: por ser única y sola heredera de sus padres los heredó todos... que en aquel tiempo valdrían todos que fueron una estancia poblada con una cría de mulas, cuatro esclavos y otras alhajas, hasta en cantidad de ocho o nueve mil pesos (29).

El matrimonio se estableció en Santa fe donde, en las décadas de 1630 y 1640, nacieron al menos once hijos de los que conocemos sus nombres: cuatro mujeres y siete varones.

Todavía vivían en Santa Fe la Vieja cuando casaron a sus dos hijas mayores, doña Catalina en 1647 con Francisco Ximénez Naharro y doña Melchora, en 1659 con Antonio de Vera Muxica.

1- Doña Catalina Arias Montiel, que se casó en 1647 con Francisco Ximénez Naharro, natural de Snata Fe, hijo del capitán Juan Ximénez de Figueroa y de doña Francisca Naharro, según carta dotal del 22.11.1647 (30), cuyas velaciones nupciales tuvieron lugar el 26.09.1648 (31).

2- Doña Melchora Arias Montiel, que se casó el 28.07.1632 (32) con Antonio de Vera Muxica, natural de Santa Fe, hijo de Sebastián de Vera Muxica, canario, y de doña María de Esquivel.

3- Pedro Arias Montiel, bautizado el 04.02.1635 (33).

4- Ignacio Arias Montiel, bautizado el 10.08.1639 (34). Capitán. Soltero, testó en Santa Fe de la Vera Cruz el 16.06.1698(35) y el 06.05.1705 (36).

5- Bernabé Arias Montiel, que fue alcalde de primer voto en 1660, año en que la ciudad se mudó oficialmente a su emplazamiento actual, donde fue también procurador general en 1662 y 1684, defensor de menores en 1674. Soltero, testó en Santa Fe de la Vera Cruz el 10.11.1691.

6- Doña Antonia Arias Montiel, bautizzada el 22.02.1642 (37). Se casó en Santa Fe de la Vera Cruz el 25.09.1666 (38) con Bartolomé Márquez, según carta dotal del 14.06.1662 (39).

7- Doña Francisca Arias Montiel, bautizada el 22.01.1645 (40). Se casó en Santa Fe de la Vera Cruz el 20.08.1669 con Mauricio del Pozo (41). Testó el 30.12.1670 (42).

8- Hernando Arias Montiel, bautizado el 04.08.1651 (43). En Santa Fe de la Vera Cruz fue notario en 1682. Soltero.

9- Miguel Arias Montiel, que se casó con Juana de Mendoza.

10- Gabriel Arias Montiel, capitán, que se casó en Santa Fe de la Vera Cruz el 29.03.1676 con doña Isabel Alvarez (44).

11- Cristóbal Arias Montiel, que se casó con doña María Josefa de Ávila de Salazar.

Al momento de producirse la trasmuta de la ciudad, en 1660, Hernando Arias Montiel pasó con su mujer e hijos al sitio nuevo -denominado Santa Fe de la Vera Cruz-.

En el nuevo emplazamiento casó a sus otras dos hijas: doña Antonia con Bartolomé Marquéz y doña Francisca con Mauricio del Pozo. Para entonces, el caudal de sus bienes había mermado considerablemente y las dotes que éstas recibieron fueron sensiblemente menores a aquella con que había sido beneficiada la mayor, doña Catalina, en el sitio viejo.

Hernando Arias Montiel testó el 06.12.1670 (45) y mandó ser enterrado en la iglesia parroquial; sobrevivió todavía catorce años y fue enterrado en la iglesia de Santo Domingo con tres posas el 20.11.1684 (46).

A su muerte se entabló un pleito entre sus herederos: por una parte Francisco Ximénez Naharro, el marido de doña Catalina, por la otra el resto de los hijos, representados por Cristóbal. La causa del juicio fue el presunto exceso de bienes dotales que habría recibido la mujer del primero; el resultado fue un expediente que abunda en refencias acerca de la vivienda de Hernando Arias Montiel, pero también sobre sus actividades y demás bienes.


Los esclavos

A ese grupo familiar que convirvió en la vivienda que ocupa, debemos agregar el grupo de esclavos negros de su servicio, fuera de otros que doña Francisca Maldonado había entrado al matrimonio, y que murieron mucho tiempo antes del que nos interesa (47).

Según Francisco Ximénez Naharro (48), los esclavos de sus suegros eran siete: Alejandro y Antonia, su mujer; Luis y Mariquilla, su mujer; Gracia y Bartolo, su marido; y un mulato que compraron a Luis de Soria.

Cristóal Arias Montiel, por su parte expondrá, contradiciendo a su cuñado, que los esclavos fueron seis en lugar de siete, de los cuales doña Catalina recibió dos de los mejores y de más precio. El resto eran Luis y su mujer, de más de sesenta años en aquel entonces, que murieron al corto tiempo; Alejandro que falleció a pocos años de éstos, y su mujer Antonia que fue adjudicada en dote a la mujer de Mauricio del Pozo (49). Omite, embargo, toda referencia al mulato que habrían comprado a Luis de Soria.

De los esclavos nombrados Bartolo es el Bartolomé, de treinta años, que con su mujer Gracia, de veinticinco, tasados en mil pesos, formaron parte de los bienes dotales de doña Catalina Arias Montiel.

Otro esclavo que se vendió el 04.02.1658 a Isidro Ciprián (50), no aparece mencionado.


2.2 Ocupaciones y medios de vida
Las tierras de labor

En el entorno próximo a la ciudad se ubican las tierras de labor o "de pan llevar", medidas en cuerdas -cien varas- y agrupadas en tres pagos: el de Abajo, el de Arriba y el del Medio.

Hernando Arias de Montiel fue propietario de algunas de estas cuerdas de tierras para chacra:

- una cuerda de tierra en el Pago de Abajo, que había sido de Diego de Prado, y que el 26.03.1641 vendió en 30 pesos al licencenciado Francisco de Luján y Rojas (51).

- media cuerda de tierra, también en el Pago de Abajo, que el 26.03.1641 vendió en 80 pesos a doña Leonor de Luján, mujer de Miguel Rodríguez (52).

- dos (sic, en realidad cuatro) cuerdas de tierra en el Pago del Medio, tasadas en 60 pesos, conjuntas a más de su propiedad que en 1647 dio en dote a su hija doña Catalina Arias Montiel (53).

Estas últimas eran parte de una chacra que constaba en total de ocho cuerdas -según su hijo Cristóbal (54)- y de nueve -según su yerno (55)-.

Según el primero, lo que Hernando Arias Montiel obtenía de esta chacra era sólo para poder comer sin otro fruto y al haber dado la mitad de ellas -cuatro cuerdas- en dote a doña Catalina, por no poder mantenerla, se vio obligado a dejarla y formar otra en su estancia del Salado Grande.

La versión contraria, proporcionada por su yerno, señala que en el sitio antiguo de Santa Fe Arias Montiel tuvo una chácara poblada, de nueve cuerdas de tierra, donde estaba un indio del Tucumán llamado Pascual, que más tarde prestó a doña Francisca Naharro (56) sin estar presionado por ninguna situación de aprieto económico.


La estancia del Salado Grande

Aunque doña Francisca Maldonado entró a su matrimonio una estancia en la jurisdicción de Córdoba, nombrada "Los Sauces", al no poder atenderla desde Santa Fe, Hernando Arias Montiel la Vendió a Simón Duarte (57).

De esta manera, centró sus intereses en la jurisdicción de Santa Fe donde fue propietario de tierras para estancias en los pagos del Salado y de los Saladillos, que le proporcionaban su principal medio de vida.

En el Saladillo heredó una estancia que llamaban "de la Punta", compuesta de una legua de frente y dos de fondo; había sido de su padre el capitán Alonso Fernández Montiel "el viejo", quién a su vez la había recibido en merced.

Además, el 06.05.1646 adquirió otra legua y media de tierras a su cuñado el licenciado Gabriel Sánchez de Ojeda (58).

Su principal estancia fue la del Salado Grande ubicada desde la estancia Pelada...hasta los montes espesos (59). Según Ximénez Naharro constaba de dos o tres leguas de tierra (60); según otros sólo medía legua y media.

En ella Arias Montiel tuvo poblada una casa grande de tres tapias en alto con sus corredores con tres lances de vivienda muy buenos y u galpón grande... (61). Aunque la versión contraria señala que sólo se trataba de unas casas cubiertas de paja muy ordinarias con sala y dos aposntos que lo más que podían valer era doscientos pesos (62), es evidente que esta población revela un grado importante de permanencia en las tierras por parte del propietario, como forma de cuidar personalmente de sus intereses y de desarrollar sus actividades agropecuarias.

A las espaldas de esas casas Arias Montiel plantó una arboleda grande de muchos granados, higueras, duraznos y otros árboles frutales (63).

En la misma estancia del Salado, a sus espaldas, como a diez o doce cuadras de la referida población, Arias Montiel formó una chacra en reemplazo de la que había tenido en el entorno de la ciuda, que según hemos visto no habría podido mantener desde el momento en que cedió la mitad a su hija doña Catalina. En esta chacra puso un corto algodonal que de él se cogía como ochenta arrobas (64).

Ximénez Naharro, marido de doña Catalina, interesado en ofrecer una visión positiva respecto del caudal de bienes de su suegro, dice que se trataba de una chácara de madera de espinillo con su perchel y cocina para la gente, más de cincuenta bueyes para la arada de donde cogían todos los años más de trescientas fanegas de trigo y más de doscientas de maíz que enviaban a la ciudad (...), muchas legumbres, con una rentabilidad de dos mil pesos (65).

La parte contraria, repecto al algodón, en lugar de ochenta arrobas, declara que todos los años se cosechaban no más de doscientas (66).

Independientemente de estas valoraciones discrepantes, podemos afirmar que la principal fuente de recursos generada por esta estancia era la cría de ganado mular, actividad que constituía una de las principales fuentes e riqueza en las cuales la ciudad de Santa Fe basaba su economía.


Según Ximénez Naharro la estancia del Salado Grande estaba poblada con más de dos mil yeguas para la cría de mulas, más de cien burros garañones, más de trescientas mulas, y para el servicio de las tareas de campo había más de cien yeguas mansas (67). Ganado que se completaba con más de dos mil de vientre.

Según la parte contraria, los ganados ascendías a sólo cuatrocientas o quinientas yeguas, ochocientas ovejas, poco más o menos, y algunas cabalgaduras mansas precisas para el manejo de la estancia sin otro género de ganados, rentas ni frutas ni industria de mercadería.

En el pleito entablado entre sus herederos se mencionan otras mil yeguas, además de las referidas, que el capitán Bernabé Arias trajo del puerto de Buenos Aires para su padre y de las cuales hubo un multiplico de más de tres mil mulas (68).

De estos bienes Hernando Arias Montiel entregó a su hija doña Catalina, como bienes dotales: 200 yeguas de cría de mulas con 4 garañones y 4 pollinos, prometido además 200 mulas de la próxima y venidera parición y yerra (69), a las que se agregaron 400 ovejas de vientre.

Además de criar el ganado en su propia estancia, desde ella Arias Montiel salía a vaquear en el Valle de Calchaquí para lo que tenía también caballos mansos buenos. Con éstos, en alguna ocasión llegó a recoger más de tres mil cabezas de ganado vacuno (70).

El mismo Arias Montiel era propietario, además, de una atahona moliente y corriente (71) en la que debía molerse el trigo y el maíz cosechado en sus chacras.

Estas actividades generaban, por extensión, una serie de vínculos comerciales tanto con otros vecinos de Santa Fe como con pobladores de otras ciudades. Ximénez Naharro nos dice que su suegro y cuñados enviaban a vender a la dicha ciudad vieja ovejas y carnero, vacas y mulas, lo que producía una renta de unos mil quinientos pesos (72).

Nos consta que el 2 de febrero de 1646 vendió al alférez Juan Pérez de Zuria Villavicencio, vecino de Santiago del Estero, 120 cabezas de bestias mulares de su estancia en el Salado Grande: que han de ser de las que se han de herrar por el día de San Juan de junio venidero de este dicho año -es decir: el 24 de junio-. El mismo Arias Montiel se oligaba a tener las mulas en su estancia, por su cuenta, guarda y riesgo hasta el otro San Juan venidero de junio del año siguiente. El cobro de la transacción se haría mitad en reales de plata y la otra mitad en ropa de Castilla y de la tierra, los géneros que escogiere el dicho capitán Hernando Arias Montiel y a los precios que corriere y se vendiese de contado en las tiendas de esta ciudad que al más subido ni al más bajo sino a los de más moderación que dicha ropa se hallare (73).

La forma de cobro, en géneros escogidos por él mismo, alienta la presunción de que Arias Montiel practicara también el comercio de otro tipo de productos.

Lo que sí nos consta fehacientemente es que algunos de estos tratos comerciales derivaron en juicios por lo que el 30.08.1646 dio poder para pleitos a favor de Diego Gutiérrez y Cristóbal Cabral, vecinos del puerto de Buenos Aires (74), y el 27.03.1647 otorgó otro similar a favor de su hijo Antonio y de su hermano Juan Ortíz Montiel, residentes en Santa Fe (75).

Repercusión de la mudanza de la ciudad en los intereses de Arias Montiel

Según el capitán Francisco Ximénez Naharro, sus suegros vinieron en pobreza sólo después del traslado de la ciudad y no antes: con la trasmuta de esta dicha ciudad perdieron todo cuanto tenían en la ciudad vieja y asimismo perdieron la estancia del Salado Grande porque el enemigo calchaquí, como es notorio diferentes veces asaltaron las estancias de dicho Salado matando mucha gente y robando las estancias sobre que yo y los susodichos y otros vecinos dejamos nuestras estancias y haciendas quedando al precipicio del trabajo y neesidad en que nos hallamos...(76).

En esta ocasión, todo lo que había en la estancia se les perdió y consumió por haberla dejado y desamparado de temor del enemigo calchaquí de esta jurisdicción que en aquellos tiempos asaltaron y robaron las estancias de dicho río salado, y desde el día que despoblaron y desampararon dicha estancia los dichos mis suegros furon llegando a mucha pobreza respecto que de los frutos e intereses de dicha estancia del Salado se alimentaban en grandes intereses (77).

Ximénez Naharro se empeña en demostrar que no fue por causa de la dote de su esposa que hubiese venido en disminución el capital de sus suegros porque cuando me casé les quedaron a los dichos sus padres todo su caudal en pie, alcanzando a más de 90.000 pesos:

- su chácara de nueve cuerdas de tierras que arrendaron poblada a doña Francisca Naharro, su madre.

- su casa en la ciudad, de la que nos ocuparemos.

- la estancia del Salado Grande que entonces tenían en su flor opulen-ta con casas de mucho precio y otras oficinas del servicio .

- una chácara a las espaldas de dicha estancia con mucha cosecha de trigo y maíz y legumbres (78).

Por lo contrario, según Cristóbal Arias Montiel el caudal de sus padres, al tiempo que casaron a doña Catalina, no se componía [...] sino sólo de nueve a diez mil pesos (79).

3. Caracterización del grupo familiar

En cuanto a la familia Arias Montiel o Fernández Montiel, a la que pertenecía el propietario del solar y sus hijos, podemos reconocerla como integrante de una elite que, según Areces y otros autores, se estructuró y consolidó como tal en una etapa inicial que comprende desde la fundación de la ciudad hasta décadas posteriores a su trasla-do, a partir del grupo de vecinos que participó de la empresa funda-cional y de su proceso de afianzamiento (80).

Aunque Alonso Fernández Montiel el viejo no participó de la expedición fundadora de Santa Fe, se asentó en ella desde sus primeros años. Calificado como vecino y conquistador, ya en 1587 levantó una información de sus méritos a la Corona; más tarde, uno de sus hijos lo calificaría como vecino conquistador antiguo que de ella fue (de la ciudad de Santa Fe) (81). Según algunos, entre los compañeros de la expedición de Ortíz de Zárate, en la que vino, recibía el trato de Don, reservado entonces a personas de especial consideración por su origen y méritos; trato distinguido que, en todo caso, no se le recono-ció en Santa Fe -donde tampoco se le otorgaba a su fundador, Juan de Garay- y que tampoco recibió ninguno de sus hijos varones, de acuerdo a rígidas pautas de la sociedad hispanoamericana.

Sin perjuicio de ello, la conjunción de ejercicio de funciones capitulares, la propiedad de la tierra y la actividad ganadera ubicaron a Fernández Montiel entre las familias dirigentes de la ciudad. Desde 1584 ejerció el oficio de escribano público de cabildo, según título que le extendió Juan de Torres Navarrete (82). Dos años antes, en un acta de Cabildo se había registrado su marca de herrar ganado, lo cual indica el comienzo de su vinculación con la explotación ganadera. Más tarde recibió en merced o adquirió propiedades rurales: el gobernador Hernando Arias de Saavedra le otorgó dos leguas de tierra en la otra banda del Salado Grande, poseyó otras en el Cululú Grande. Fuera de la jurisdicción santafesina fue propietario de tierras para estancia en el pago de los Tres Arroyos, camino a Buenos Aires, y para labranzas sobre el río de Las Conchas, ya próximas a aquella ciudad.

A la vez, la segunda generación de la familia, a la que pertenece el capitán Hernando Arias Montiel, consolidó su situación social y continuó entretejiendo su relación con el grupo dirigente. Una de sus hermanas casó con el licenciado Gabriel Sánchez de Ojeda, abogado de la Real Audiencia de La Plata. Los hermanos varones desem-peñaron diversos cargos capitulares: el capitán Juan Ortíz Montiel como regidor en 1659; el sargento mayor Ignacio Arias Montiel como alcalde de la Santa Hermandad en 1639 y 1654, alférez real y alcalde de segundo voto en 1652; y el capitán Alonso Fernández Montiel el mozo, tal vez el más prominente de todos, fue vecino encomendero, regidor en 1619, alcalde de primer voto en 1626, 1633, 1653 y 1655, alférez real en 1651, regidor de primer asiento en 1651 y alcanzó a desempeñarse como teniente de gobernador entre 1636 y 1641.

Hernando Arias Montiel, a diferencia de aquellos, no ejerció funciones en el Cabildo, y parece haberse dedicado excluyentemente a sus intereses agropecuarios y comerciales, tal como lo hemos visto.

De la misma manera que las otras familias de la elite santafe-sina, a medida que la ciudad se fue consolidando y sus recursos económicos alcanzaron cierto grado de perdurabilidad, los Arias Montiel procuraron transplantar pautas y costumbres hispánicas en el ambien-te americano en que habían nacido y les tocaba vivir.

El resultado de ese proceso, protagonizado por los grupos pobladores de origen hispánico, en contacto con los aborígenes comarcanos y la mano de obra esclava de procedencia africana, sería finalmente una cultura mestiza en la cual lo hispánico y lo aborigen, lo transplantado y lo vernáculo, se conjugaron dando origen a un espacio y una sociedad diferentes.

No obstante, el ideario de la elite, aún en su situación de habitantes de una ciudad marginal de los dominios de España en Indias, fue el de recrear patrones de comportamiento propios de las ciudades centrales o de la misma metrópoli.

Esa conclusión podemos extraerla de la confrontación entre lo que se enumera en las escrituras notariales y el arqueológico. Mientras aquellas dan cuenta en forma casi excluyente de objetos materiales asociados a la cultura española, ésto revela su coexistencia con productos de culturas aborígenes o, en todo caso, del contacto hispano-aborigen.

Al igual que otros documentos similares, la carta dotal de doña Catalina Arias Montiel, hija mayor de Hernando, es indicadora tanto de la condición social y económica de su familia, como del forzado intento de transplantar lo hispano en una ciudad fronteriza, en un ambiente subtropical, de paisaje fluvial e isleño.

El ajuar de doña Catalina se compone de dos vestidos: uno, de saya y ropa de terciopelo azul, guarnecido con pasamanería de oro y plata, y el jubón de lama blanca; el otro, formado de pollera y ropa de tabí a flores, guarnecido con pasamanerías, y un jubón verde. Una mantellina de bayeta azul y un manto de tafetán de lustre con sus puntas. Cuatro camisas de Ruán nuevas, labradas con seda. Unos chapines con sus planchas de plata algo usados.

De varias tocas: una labrada, toda guarnecida con puntas de Flandes de toda cuenta y nueva; otra de lino labrada con seda azul y colorada. Una escofieta labrada; dos gargantillas y unas manillas ordinarias.

También de una saya de chamelote de seda a flores, algo usada, con pasamano de plata, y de tres paños de manos de Ruán labrados de red y parte con seda algo usados.


Prenda valor
vestido de terciopelo azul 80.00 pesos
vestido de tabí a flores 50.00 pesos
mantellina de bayeta azul 35.00 pesos
manto de tafetán 70.00 pesos
cuatro camisas de Ruán 120.00 pesos
un par de chapines 15.00 pesos
varias tocas, una escofieta, dos gargantillas y unas manillas 50.00 pesos
tres paños de manos de Ruán 50.00 pesos
una saya de chamelote de seda 50.00 pesos
total 520.00 pesos

Por otra parte, las alhajas se componen de: unos zarcillos de oro guarnecidos de perlas y usados, un cintillo de oro y perlas con broche obrado de lo mismo, y dos sortijas de oro, cada una con una esmeralda.


Alhaja valor
zarcillos de oro guarnecidos de perlas 20.00 pesos
cintillo y broche de oro y perlas 100.00 pesos
dos sortijas de oro con esmeraldas 24.00 pesos
total 144.00 pesos

Es decir, vestuario y alhajas, prendas de uso personal de doña Catalina, suman un valor de 664.00 pesos: el 14 % de una dote de 4.639 pesos.

También podemos establecer valores comparativos entre las cotizaciones de estos objetos suntuarios y otros bienes, siendo de particular interés aquellos que por su carácter constituyen la base económica del grupo familiar:


vestuario y alhajas 664 pesos
200 mulas 600 pesos
200 yeguas de cría, 4 garañones y 4 pollinos 560 pesos
una casa de sala, aposento y recámara 300 pesos
una atahona 250 pesos
400 ovejas 200 pesos
una legua de tierras para estancia 200 pesos
2 cuerdas de tierra para chacra 60 pesos

El cuadro que antecede nos permite establecer las siguientes relaciones: el valor del vestuario y alhajas de doña Catalina representa 11,06 veces el valor de las tierras de labor, 3,32 el de las tierras para estancia, 2,656 el de una atahona, y 2 veces el la vivienda.

Esa relación de valores entre lo suntuario y lo productivo sólo se comprende en un sociedad que asigna al vestuario una especial significación en las relaciones sociales, como factor de identificación y reconocimiento por parte del grupo al que se pertenece. El vestuario se interpreta como signo visible de otros valores: origen familiar, vínculos de sangre, pautas morales y religiosas. El prometido de doña Catalina, le otorga 500 pesos en arras como reconocimiento a las virtudes de la mujer elegida para constituir la familia y prolongar el linaje: por razón de su nobleza, virginidad e hijos que en ella espero tener.


SEGUNDA PARTE

4. La vivienda de Hernando Arias Montiel

Tal como se ha señalado, en una investigación previa pude determinar que el capitán Hernando Arias Montiel fue propietario de los dos solares que nos interesan -media manzana-, ubicados a una cuadra del convento de Santo Domingo hacia el sur y a dos del de San Francisco hacia el oeste (83), identificados como manzana 29 solares a y c. Las mismas fuentes notariales aportan referencias sobre la estructuras arquitectónicas levantadas en ese terreno, que han debido dejar vestigios que la investigación arqueológica podrá recuperar.

Algunos documentos fechados en Santa Fe la Vieja, describen parcialmente la vivienda que allí se levantó. Otros, más tardías fueron producidos cuando ya se había abandonado la ciudad vieja y ofrecen descripciones en base a recuerdos y memoria de testigos.

La confrontación de las referencias aportadas en esos diferentes momentos nos permitirá reconstruir la vivienda en cuanto es posible, aportando conclusiones que podrán ser, finalmente, confrontadas con los testimonios arqueológicos.

4.1 La parte adjudicada a doña Catalina Arias Montiel

La habitada por Hernando Arias Montiel, su mujer y sus hijos. Todavía eran pobladores de Santa Fe la Vieja cuando le tocó casar a su hija mayor, doña Catalina, y entregarle sus correspondientes bienes dotales.

El 22 de noviembre de 1647 el capitán Hernando Arias Montiel y doña Francisca Maldonado escrituraron carta de dote a favor de su hija doña Catalina, con motivo de su casamiento con el capitán Francisco Ximénez Naharro (84).

Siguiendo una costumbre que hemos podido reconocer a lo largo del período hispánico, Arias Montiel partió su casa y, entre otros bienes, otorgó como parte de la dote un sector importante de la misma, que se describió de la siguiente manera:

sala con un aposento y recámara, todo seguido y conjunto a la demás casa que queda a los dichos capitán Fernando Montiel y dicha su mujer, sobradada la dicha sala y todo el edificio cubierto de paja, sitio que le corresponde de una y otra parte, y la del patio y corral , con corredores de una y otra parte, tasado todo en trescientos pesos (85).

Cuatro años más tarde, el 09.06.1651, el capitán Ximénez Naharro y su mujer enajenaron esa propiedad a favor de Juan Bautista Manso (86), por un valor cien pesos menor al que se había tasado en la carta dotal. La descripción, esta vez, es la siguiente:

... unas casas que tenemos y poseemos en la traza de esta ciudad que son dos lances, sala y aposento con sus corredores de una y otra parte, todo cubierto de paja, sus puertas, ventanas, corral y patio y todo lo demás que tienen y les pertenece de derecho, costum-bre y servidumbre, cuyo edificio está conjunto con otro que es del capitán Hernando Arias Montiel, padre de mí la dicha doña Catalina, quien me lo dio en dote con el dicho mi marido y otros bienes ... (87).

Aunque en estos documentos no se menciona la dimensión del sitio, se indican sus linderos: linda lo que así vendo por la parte del norte calle real en medio con casas y sitio de Bernabé de Belaustegui, y por otra parte con casas y sitio de los herederos de Diego de Valenzuela calle real en medio y demás lindes que tienen y les pertenecen, que es la dicha sala y aposento lo que cae a la parte del norte (88).

Una primera lectura permitiría suponer que no hay coincidencia entre ambos textos; sin embargo, al tratarse de una misma propiedad descripta con una diferencia de cuatro años -período relativamente corto para las posibilidades de producción arquitectónica de Santa Fe la Vieja-, se hace preciso una lectura comparativa más pormenorizada.

A los fines de ordenar la correlación entre ambas descripciones podemos establecer el siguiente cuadro:


1647 1651
Espacios cubiertos sala con un aposento y recámara dos lances, sala y aposento
Espacios abiertos patio y corral corral y patio
Espacios semicubiertos con corredores de una y otra parte con sus corredores de una y otra parte
Cubierta todo el edificio cubierto de paja todo cubierto de paja
Particularidades sobradada la dicha sala
todo seguido y conjunto a las demás casas que quedan al
capitán Hernando Arias Montiel.
sus puertas, ventanas
conjunto con otro que es del capitán Hernando Arias Montiel.

Es decir: la diferencia más sustancial estaría en que la enumeración de locales en 1647 -sala, aposento y recámara- no coincide con los dos lances -sala y aposento- que se mencionan en 1651. La omisión de la recámara, por lo tanto, podría obedecer a dos razones:

. su ínfimo valor al momento de valuar la casa.

. que habría desaparecido en el transcurso de cuatro años.

La segunda posibilidad podría asociarse a que en 1647 la propiedad fue tasada en 300 pesos y en 1651 en 200, pero es por demás improbable que esos cien pesos de diferencia pudieran corresponder al valor de una recámara que hubiera desaparecido.

Creemos, en cambio, que en 1651 la recámara no aparece mencionada por su escaso valor, y que la diferencia en la apreciación del inmueble puede deberse a dos causas:

. la tendencia habitual a sobrevalorar los bienes dotales por parte de los otorgantes a fin de favorecer a su hija.

. en 1651 el Cabildo ya había decidido mudar la ciudad a un nuevo emplazamiento y, lógicamente, esto habría repercutido en la depreciación del valor monetario de los inmuebles.

Vale detenerse, además, en la utilización del vocablo lance como sinónimo de habitación. También Aracy Amaral, al ocuparse de la casa rural paulista, reconoce la utilización de la palabra portuguesa lanço con el mismo sentido (89).


4.2 La parte que se reservó Hernando Arias Montiel

Como se menciona expresamente en las escrituras citadas, Arias Montiel se reservó una parte de la vivienda y solares, correspondiente al sector sur de su propiedad.

El 19.05.1651, un mes antes de que lo hiciera el matrimonio Ximénez Naharro, Hernando Arias Montiel escrituró la venta de esa parte, tasada en 250 pesos, a favor del ya mencionado Juan Bautista Manso (90).

Por esta escritura conocemos la composición del resto de la propiedad:

... un pedazo de casa y edificio que es aposento y recámara de tapias con sus colgadizos de la parte del sur y parte del este, todo cubierto de paja con sus puertas, cerraduras y ventanas, sitio que tienen y les pertenece, y que está cercado de tapias, con algunos ár-boles frutales y todo lo demás que tienen y les pertenece, de uso, de-recho, costumbre y servidumbre, que todo linda y está conjunto al demás edificio, casa y sitio que yo el susodicho di en dote a doña Catalina Arias Montiel, mi hija, y a Francisco Ximénez Naharro, su marido, al tiempo y cuando se casaron los susodichos, quienes lo vendieron al dicho Juan Bautista Manso (...) y que todo uno y otro edificio está en la traza de ella ... (91).

Cristóbal Arias Montiel, en nombre y con poder de sus her-manos declara:

... estas dichas casas se le dieron en dote exceptuado sólo un aposento que habiéndolas vendido el dicho Francisco Ximénez a ex-traño les fue preciso a nuestros padres salirse de su pertenencia por no poderlas coger por el tanto por estar en pobreza (92).

Esta vez, el cuadro descriptivo que podemos establecer es el siguiente:


Espacios cubiertos
Espacios abiertos
aposento y recámara
sitio que tienen y les pertenece, y que está cercado de tapias, con algunos árboles frutales
Espacios semicubiertos
Cubierta
con sus colgadizos de la parte del sur y parte del este

todo cubierto de paja
Particularidades . con sus puertas, cerraduras y ventanas
. de tapias
. todo linda y está conjunto al demás edificio, casa y sitio que yo el susodicho día a doña Catalina Arias Montiel, mi hija.

Algunos años antes, el 10.07.1641 Arias Montiel había vendido otra fracción de medio solar, sin edificación alguna, al sargento mayor Diego de Escalante (manzana 29 a.2) (93).

4.3 La casa completa

Antes de intentar una interpretación de conjunto, pasaremos a considerar algunas descripciones tardías -posteriores al abandono de la ciudad vieja-, que constan en un pleito producido entre los herederos de Arias Montiel contra Ximénez Naharro y que ofrecen referencias de la casa completa en base a los recuerdos de algunos testigos.

Después del traslado de Santa Fe Francisco Ximénez Naharro, tratando de justificar el caudal de la dote de su mujer hizo memoria de cómo había sido la casa de su suegro (94):

y le quedaron en dicho sitio antiguo tres lances de casas muy buenos en sitio de dos solares, que se componían de un aposento grande, sobradado muy curioso, y de una recámara que tenía a su lado y una despensa muy grande que tenían sobre la calle real para la parte del poniente de dichas casas, y una cocina de dos aposentos de tres tapias en alto y en dicha casa mucha arboleda de muchos árboles frutales, que vendieron a Juan Bautista Manso de Reseco (sic) que dicha ciudad vieja se trasmutaba a ésta (95).

En otra parte del mismo expediente Ximénez Naharro formula la misma descripción con ligeras variantes:

unas casas en el sitio antiguo que se componían de tres lan-ces asobradadas con mucha curiosidad y dos recámaras a los lados de dicha casa y una despensa grande donde tenían todo el menaje y trastes de casa y una cocina grande de tres tapias en alto con dos aposentos, media cuadra o dos solares de sitio en dicha casa con mucha arboleda de higueras y duraznos y otros árboles frutales (96).

Y más adelante indica:

que en dicho tiempo citado tenían en el dicho sitio ... unas casas de tres lances con corredores, dos recamaritas a los lados de ella, y una despensa grande que caía hacia la parte del poniente y mucha arboleda en el sitio de dicha, de muchos árboles frutales y una cocina grande de dos aposentos de tres tapias en alto (97).

De ellas sólo, dice, le habían dado en dote sala y aposento, y todo lo demás referido quedó a los dichos mis suegros.

4.4 Equipamiento doméstico

Según Ximénez Naharro, en esa casa urbana de puertas adentro había muchas cajas, sillas, plata labrada y escritorios y mucha ropa de su servicio y siete esclavos escogidos (98).

Sólo parcialmente, y a través de los bienes otorgados en dote a doña Catalina, su hija mayor, podemos intuir cual era el tipo y cali-dad de bienes muebles con que se alhajaban estas casas.

En general los muebles españoles e hispanoamericanos del siglo XVII eran poco variados y respondían a tipos reiterados, en los que el objeto singular se diferenciaba por la calidad de los materiales empleados y la mano de obra interviniente en su ejecución. Las referencias notariales son sucintas y no permiten re-crear formas sino es por analogía con exponentes contemporáneos que hayan sobrevivido y formen parte de colecciones.

Para guardar la ropa de vestir, de cama, de mesa y objetos varios se utilizaban cajas y baúles -en Santa Fe la Vieja no encontramos ninguna referencia sobre armarios-, de los que doña Catalina Arias Montiel entró dos: una caja de madera de dos varas de largo con su cerradura y llave algo usada, tasada en 30 pesos, y un cofre mediano con su cerradura y llave usado que se valuó en 15 pesos.

Los papeles -escrituras, cartas, mercedes, etc.- se guardaban en escritorios, suerte de caja con gavetas, que en este caso se describe como un escritorio del Paraguay con tres cuartas de largo poco más o menos, cinco gabetas y su cerradura y llave, apreciado en 30 pesos.

El muebles de dormir, en una casa principal, solía ser como en este caso una cuja de madera torneada, con el complemento de dos colchones y el adorno de un pabellón de toca azul y labrado. Es decir que se trataba de una cama de dosel con su cielo y cortinas de tela, cuyo valor ascendía a la apreciable suma 200 pesos equivalente a las dos terceras partes del valor asignado al inmueble de la vivienda. Completando el aparato decorativo, la cabecera de la cama se adornaba con delanteras, en este caso se adjudican dos: una de red y otra labrada con la azul, ambas nuevas.

La ropa de cama remite también a la introducción de lujos de importación con los que los santafesinos pudientes reproducían las costumbres del solar español. La dote de doña Catalina incluye tres pares de sábanas de Ruán algo usadas y las unas labradas con seda morada y las otras llanas, tasadas todas en 80 pesos y cuatro almohadas de Ruán usadas y todas labradas con sus acericos que valían 60 pesos.

Para cubrir la ropa de cama, a modo de colcha, los Arias Montiel adjudican a su hija una sobrecama nueva de lana a modo de las de la gobernación con su flecadura, tasada en 25 pesos, precio muy inferior al de otras casas santafesinas en las que podían alcanzar un precio cuatro veces superior.

Como adorno de alguna pared se menciona:un espejo dorado número ocho nuevo en diez pesos.

Aunque no se incluyen muebles utilizados para sentarse a comer -habitualmente bufetes y sillas- sí se adjudican dos tablas de manteles de lienzo de algodón y doce servilletas de lo mismo guarne-cido uno y otro con su flecadura y nueva. La cubertería se compone de un estuche con doce cuchillos de mesa y un tenedor, su valor de 20 pesos es poco significativo, pero su enunciación revela el modo en que se llevaba la comida a la boca todavía en el siglo XVII: con las manos, mientras que el único tenedor servía para el momento de trinchar o dividir las presas entre los comensales.

No se mencionan objetos de cerámica -rara vez enunciados en estos documentos-, pero sí los de plata: platillos, un platón, jarro y salero de plata labrada, alguna torneada y la demás llana, que pesó treinta marcos y alcanzó el monto de 265 pesos.

Los valores de los muebles asignados a doña Catalina son moderados, y pueden considerarse entre los precios promedios para muebles de su tipo, con lo cual se indicaría una situación de bienestar que no alcanza a los máximos niveles de riqueza de la ciudad.

5. Familia y ámbito doméstico

La de Arias Montiel puede reconocerse como una familia principal, perteneciente a la elite ganadera y mercantil de Santa Fe la Vieja que además desempeña las principales funciones capitulares.

En el caso personal del capitán Hernando Arias Montiel se denota una dedicación, casi excluyente, a sus tareas de campo, ejercidas en su chacra y en su estancia. Sus actividades y los espacios en que se desarrollan nos permiten establecer una relación entre vida doméstica urbana y ocupaciones rurales, similar a la que en escala mayor se reconoce entre ciudad y territorio.

El núcleo urbano de Santa Fe, nos dice Areces, es el asentamiento nuclear de una constelación de asentamientos dispersos de naturaleza diversa (99) y es, a la vez, el asiento de una población que, en forma simultánea a la dinámica económica de la ciudad y la región, conforma un tejido social cada vez más complejo, con vinculaciones intra e inter-regionales.

Avanzado el siglo XVII, en términos de producción arquitec-tónica, ya se ha superado la etapa de una arquitectura "espontánea", con que se resolvieron las primeras urgencias, y se ha comenzado la generación de una arquitectura "popular", producto de experiencias acumuladas.

Según el arquitecto Alberto de Paula es el momento en el que en el Río de la Plata como en otras regiones del área, la homogeneidad de recursos constructivos, la persistencia de tradiciones vernáculas adecuadas al clima lugareño, los recursos humanos disponibles y sus modos de trabajo caracterizan sus resultados que, desde media-dos del siglo XVII en adelante, alcanzan calidades de perdurabilidad (100).

La casa de Hernando Arias Montiel podrá leerse, en primer lugar, como resultado del afianzamiento de la ciudad y de sus recursos, y de la consolidación social y pecuniaria de esa elite.

Localizada a cuadra y media de la Plaza, en las proximidades del convento dominico, no obstante, el sector urbano puede recono-cerse como de mediana ocupación, en una situación intermedia entre la del entorno inmediato a la Plaza -de máxima ocupación- y las manzanas periféricas -las "cuadras"- dedicadas al cultivo de viñas o fruta-les. El mismo Hernando Arias Montiel fue dueño de una cuadra de viña que vendió a doña Leonor de Luján, mujer de Miguel Rodríguez, el 26.03.1641 (101).

El terreno en que se asienta es uno de los más amplios de la ciudad: media manzana conformada por la agregación de dos solares fundacionales -cada uno equivalente a un cuarto de manzana-, todo cercado de tapias.

La relación entre lo construido y lo no construido define espacios abiertos que se califican claramente según su función y jerarquía: patio y corral, cuya configuración morfológica y categoría de usos se articula a partir de la localización de los espacios cubiertos dentro del lote (102).

El patio antecede al cuerpo principal de la casa-habitación constituyéndose como un elemento de transición entre lo público -la calle- y lo privado -el ámbito doméstico-; hacia el frente lo delimita el tapial y en lo interior el cuerpo de habitaciones principales. Nuclea así los usos de "representación" familiar en correspondencia con la jerarquía que se reconoce a los locales con los que establece relación.

El corral, en cambio, concentra actividades que le otorgan carácter de ámbito vital en el que se desarrollan las actividades domésticas relacionadas con el "funcionamiento" y sustento del hogar: cocina, habitaciones para los criados.

La amplitud de los solares permite contar con la presencia de árboles frutales exóticos para la región -higueras y duraznos-, introdu-cidos desde los primeros años en la ciudad.

En cuanto a los espacios cubiertos, éstos configuran bloques diferentes: una tira principal y otra de servicio.

La tira principal se compone de tres "lances": sala y dos aposentos, construidos de tapia y cubiertos de paja. En relación con ellos se documenta la existencia de dos recámaras o "recamaritas".

Debe tenerse en cuenta que la especialización de usos de estos locales todavía es incipiente (103), para la misma casa de Arias Montiel hemos podido constatar la utilización alternativa de la voz sala y aposento para denominar al mismo local. Vale entonces aclarar que para esta época los locales no tenían uso claramente diferenciado como más tarde se les asignó: las diferencias entre sala y aposento solían ser las de tamaño, y si bien en algunas viviendas principales la sala podía ser un lugar destinado exclusivamente para la recepción, en otras servía a usos menos específicos. En todo caso, el mobiliario siempre jugaba un papel fundamental en la definición del uso o usos a los que se destinaba el local.

El cuerpo de servicio se conforma con una cocina de dos aposentos, de tres tapias de alto. En una situación todavía no claramente identificable puede mencionarse una despensa, de la que los documentos producidos todavía en el sitio viejo no hacen constancia, y que más tarde se recuerda como una despensa grande, edificada hacia la calle del oeste, aunque no sabemos si estaba yuxtapuesta o no al cuerpo principal ya señalado.

No descartamos la existencia de otros locales de servicio y habitaciones para los esclavos -seis o siete- que llegó a poseer la familia. De este tipo de locales la documentación, al igual que en otros casos, hace omisión por razones de su escaso valor económico y de ellos hasta el momento la arqueología no ha dado cuentas (104).

El cuerpo principal tiene corredores o galerías a ambos lados, es decir, hacia el oeste, y también hacia el sur. Estos corredores o "colgadizos" tenían un doble propósito: funcionalmente establecían áreas de transición entre lo cubierto y lo no construido, el interior y el exterior, propicias para el desarrollo de actividades, el descanso o esparcimiento familiar; por otra parte preservaban de los agentes atmosféricos que conspiraban contra la conservación de la materialidad de los muros.

Precisamente, en cuanto a lo tecnológico ya hemos enunciado algunas referencias acerca de que la estructura muraria era de tapias y que la cubierta -tanto de los locales principales como de los de servicio-, era de paja.

La tapia o tierra apisonada era la técnica utilizada de ordinario en las mejores construcciones de Santa Fe la Vieja -iglesias de San Francisco, Santo Domingo, La Merced- y en las principales viviendas. Su difusión puede documentarse a lo largo de los dominios españoles en América, desde la actual Colombia (105) a otras ciudades del actual territorio argentino como Córdoba y Buenos Aires. En Córdoba, gobernación del Tucumán, aún cuando la proximidad de canteras facilitaba la utilización de la piedra, en el siglo XVII las construcciones de tapia fueron corrientes.

Tal como lo señala Carlos Luque Colombres (106), la voz tapia, hoy empleada como sinónimo de pared divisoria o cerca, en los documentos de aquella época hace referencia a los muros de tierra apisonada. Al igual que en Santa Fe, en documentos notariales cordobeses también se indica la altura de estas paredes mediante la expresión de "paredes de dos o tres tapias de alto", como hemos visto en las descripciones de la cocina de la casa de Arias Montiel.

En Santa Fe las construcciones, desde principios del siglo XVII y por iniciativa de Hernandarias de Saavedra desde su acción de gobierno, tendieron a reemplazar la cubierta de paja por la de teja, que aunque más costosa, ofrecía la ventaja de disminuir los riesgos de incendios. Aún así podemos constatar que la paja no dejó de ser una solución extraña en viviendas importantes -como la de Arias Montiel-.

Como contrapartida, es de destacar la calidad constructiva del cuerpo de servicio, que en este caso también se resuelve con tapia cuando lo corriente era materializarlo con técnicas más precarias -tapia francesa o embarrado-.

Por otra parte, la casa de Hernando Arias Montiel aporta la presencia del sobrado, elemento singular, con escasos antecedentes en Santa Fe la Vieja, aunque ya a principios de siglo Feliciano Rodríguez había construido en las afueras de la ciudad una casa con sobrado: para poder vivir en lo alto.

El sobrado de Arias Montiel aparece en el aposento, en algún documento llamado sala, el cual interpretamos que era el local central de la tira de habitaciones. En las sucesivas descripciones que hemos transcripto el sobrado no deja de mencionarse como complemento de la referencia de ese local, y en una oportunidad se agrega: sobrado con mucha curiosidad.

El Diccionario Enciclopédico Hispano-americano (107) define al sobrado como sinónimo de desván, y antiguamente de cada uno de los altos o pisos de una casa.

En el sentido de desván, el citado diccionario trae unos versos de Ruiz de Alarcón:

En vano
Es, por Dios, vuestra porfía
Toda la casa es un palmo
Sin alacena, tabique,
Bóveda, cueva o sobrado.


Para la segunda acepción, se transcribe un fragmento de La Celestina.... pues sube presto al sobrado alto de la solana, y baja acá el bote del aceite serpentino.

Aunque los documentos no aportan más de lo referido, es dable suponer que este sobrado se materializaba con un entrepiso de entablonado, a los fines de aligerar su estructura y su carga sobre los muros de tapia, y que se aprovechaba la habitual altura interior de los locales sin por ello provocar que se acusara exteriormente en la cu-bierta.

La coexistencia de sobrado y cubierta de paja no deja de ser un aspecto interesante de referencia.

En cuanto a su patrón de asentamiento, el análisis de la casa de Arias Montiel nos permite concluir que ésta responde a la serie tipológica que en otros trabajos ya hemos caracterizado para la primera época de Santa Fe: el de las viviendas con patio a la calle (108). En ellas la vida doméstica tiende a recogerse en la intimidad, sustrayéndose del espacio público urbano y poniendo distancias con la calle: el patio se interpone alejando lo privado de lo público. La "puerta de calle", abierta en medio del tapial da acceso a la intimidad (109), y señala el paso del afuera -lo público- a lo privado -lo íntimo-.

En relación con el tejido urbano, este tipo de vivienda genera un tejido de grano grueso, con amplio predominio de lo no construido sobre lo construido.

Hacia la calle el tapial delimita el espacio público y el privado, pero por su altura permite intuir la predominancia de los espacios abiertos, algunos de ellos arbolados.

Las calles, definidas espacialmente con estos límites bajos, atraviesan la ciudad pasando de lo urbano a lo rural blandamente: tanto en lo morfológico como en cuanto al uso del suelo la ciudad se diluye en el territorio y el campo penetra en la ciudad.

Tal como lo hemos señalado la ciudad es el centro de una red de relaciones espaciales, pero también es el lugar seguro al que se regresa después de cada incursión en el territorio, fuere militar o vaquería, al que se arriba luego de largas travesías fluviales o terrestres, y en el cual encuentra resguardo el vecino que trabaja la tierra en un espacio de precarias fronteras.

El caso de Hernando Arias Montiel nos permite también una lectura en ese sentido. Aunque estanciero del Salado Grande y empresario de vaquerías, no se desvincula de la ciudad, que le sirve de centro para sus operaciones comerciales y donde tiene su casa principal, lugar seguro en el que permanecen su mujer y sus hijas mujeres cuando los varones crecen y están en condiciones de ayudarle en las tareas de campo. Ámbito doméstico de una ciudad marginal de Indias que intenta prolongar formas de comportamiento y pautas culturales transplantadas desde el otro lado del océano, pero en el que las condiciones del ambiente general un espacio y una sociedad diferentes.


Notas


(28) Trabajo presentado en la Segunda Conferencia Internacional de Arqueología Histórica Americana, realizada en la ciudad de Santa Fe en 1995.

Un extracto del mismo fue publicado en: "Historical Archaelogy in Latin America" nro. 14, The South Carolina Institute of Archaelogy and Anthropology, Columbia, USA, 1996.

(29) DEPARTAMENTO DE ESTUDIOS ETNOGRÁFICOS Y COLONIALES (en adelante. DECC): ESCRITURAS PÚBLICAS (en adelante EP), TOMO 4 4, FS. 61/63V.

(30) DEEC: EP tomo 1, fs. 826/31.

(31) ARCHIVO DE LA CATEDRAL METROPOLITANA DE SANTA FE (en adelante: ACM): MATRIMONIOS (en adelante M): tomo 2, f.3v.

(32) ACM: M tomo 2, f. 7.

(33) ACM: BAUTISMOS (en adelante: B) tomo 1,f. 1v.

(34) ACM: B tomo 1, f. 6v.

(35) DEEC: EP tomo 5, fs. 1128v/30.

(36) DEEC: EP tomo 8, fs. 198/99.

(37) ACM: B tomo 1, f. 17.

(38) ACM: M tomo 2, f. 10v.

(39) DEEC: EP tomo 2, fs. 714v/7.

(40) ACM: B tomo 2, f. 3v.

(41) ACM: M tomo 2, f. 11.

(42) DEEC: EP tomo 4, fs. 71/5v.

(43) ACM: B tomo 1, f. 39.

(44) ACM: M tomo 2, f. 19.

(45) DEEC: EP tomo 4, fs. 61/63v.

(46) DEEC: EP tomo 4, f. 63v.

(47) Ibídem.

(48) DEEC: EXPEDIENTES CIVILES(en adelante: EC) tomo 63, f. 89v.

(49) Declaración de Cristóbal Arias Montiel, en nombre y con poder de sus hermanos. Santa Fe, presentada el 16.06.1685. DEEC: EC. Testamentaría del capital Hernando Arias Montiel, tomo 63, expte. 235, fs. 54a 55 v.

(50) DEEC: EP tomo 2, fs. 531/2v.

(51) DEEC: EP tomo 1, fs. 39/40v.

(52) DEEC: EP tomo 1, fs. 41/42.

(53) DEEC: EP tomo 1, fs. 826/31. Estas tierras tenían su frente al este y lindaban con Diego de Cepeda.

(54) DEEC: EC tomo 63, f. 65/5v.

(55) DEEC: EC tomo 63, f. 50.

(56) Declaración de Francisco Ximénez Naharro. DEEC: EC: tomo 63, f. 49.

(57) DEEC: EP tomo 4, fs. 61/63v.

(58) DEEC: EP tomo 1, fs. 781/5.

(59) DEEC: EC tomo 63, f. 89.

(60) ...donde vivían mis cuñados...dice Francisco Ximénez Naharro. DEEC: EC tomo 63, fs. 49v/50.

(61) Ibídem.

(62) DEEC: EC tomo 63, expte. 235, fs. 65/65v.

(63) Declaración de Francisco Ximénez Naharro. DEEC: EC: tomo 63, fs. 49v/50.

(64) DEEC EC, testamentaría de Hernando Arias Montiel, tomo 63, expte. 235, fs. 65 a 65v.

(65) Declaración de Francisco Ximénez Naharro, f. 50.

(66) Ibídem, fs. 49v/50.

(67) Idem, fs. 49v/50.

(68) Id., f. 50.

(69) y por las que faltaren en la entrega ha de ser a la parición y yerra primera y siguiente a la referida, machos y mulas, todo entregado de la estancia del dicho capitán Hernando Arias Montiel. DEEC: EP tomo 1, f. 827v.

(70) Declaración de Francisco Ximénez Naharro. Tomo 63, fs. 49v/50.

(71) Fue incluida en la carta dotal de su hija doña Catalina, ya usada y sin caballos, tasada en 250 pesos.

(72) Declaración del capitán Francisco Ximénez Naharro. DEEC: EC Testamentaría del capitán Hernando Arias Montiel, tomo 63, expte. 235, fs. 57/58v.

(73) Venta del capitán Hernando Arias Montiel, vecino, alférez Juan Pérez de Zurita Villavicencio, vecino de Santiago del Estero, provincia del Tucumán, DEEC: EP 1, fs. 568v/70.

(74) DEEC: EP 1, f. 810/11.

(75) DEEC: EP 1, f. 823/4v.

(76) Declaración de Francisco Ximénez Naharro, f. 51.

(77) DEEC: EC 63, f. 89/90.

(78) Declaración del capitán Francisco Ximénez Naharro. DEEC: EC Testamentaría del capitán Hernando Arias Montiel, tomo 63, expte. 235, fs. 57/58v.

(79) DEEC: EC, testamentaria de Hernando Arias Montiel, tomo 63, expte. 235, fs. 65/65v.

(80) Ibídem, págs. 75/76.

(81) DEEC: EC tomo 52, expte. 11, f. 475.

(82) ARCHIVO GENERAL DE LA PROVINCIA DE SANTA FE (en adelante AGPSF): ACTAS CAPITULARES, tomo 1, fs. 65/66v.

(83) CALVO, Luis María. Santa Fe la Vieja. 1573-1660. La ocupación del territorio y la determinación del espacio en una ciudad hispanoamericana.. Santa Fe, Serv-Graf, 1990.

(84) Carta dotal de doña Catalina Arias Montiel, hija del capitán Hernando Arias Montiel y doña Francisca Maldonado, vecinos, que casa con Francisco Ximénez Naharro, hijo del capitán Juan Ximénez de Figueroa, ya difunto, y de doña Francisca Naharro, vecinos. DEEC: EP 1, fs. 826/31.

(85) DEEC: EP 1, f. 826v.

(86) Venta de Francisco Ximénez Naharro y doña Catalina Arias Montiel a favor de Juan Bautista Manso, morador, Santa Fe, 9 de junio de 1651. DEEC: EP 2, fs. 24v/7.

(87) DEEC: EP 2, f. 24v.

(88) DEEC: EP 2, f. 826v25.

(89) AMARAL, Aracy. A hispanidade em Sao Paulo, da casa rural à Capela de Santao Antonio. Sao Paulo (Brasil), Nobel, Editora de Universidade de Sao Paulo, 1981, pág.54.

(90) Venta de Hernando Arias Montiel, vecino, a Juan Bautista Manso, morador, Santa Fe, 19/06/1651. DEEC: EC 2, fs. 34v/35.

(91) DEEC: EP 2, fs. 34v/6.

(92) Declaración de Cristóbal Arias Montiel, en nombre y con poder de sus hermanos. Santa Fe, presentada el 16.06.1685. DEEC: EC. Testamentaría del capital Hernando Arias Montiel, tomo 63, expte. 235, fs. 54a 55 v.

(93) DEEC: EP 1, fs. 44/5.

(94) DEEC: EC 63, expte. 235, año 1685, "Testamentaria del capitán Hernando Arias Montiel". Testimonio del capitán don Bartolomé de Lescano, vecino -31.07.1681. f. 57/60v.

(95) DEEC: EC 63, f. 58.

(96) DEEC: EC 63, f. 49.

(97) DEEC: EC 63, f. 90.

(98) DEEC: EC 63, f. 49.

(99) ARECES, Nidia; LÓPEZ, Silvana; NÚÑEZ REGUEIRO, Beatríz; REGIS, Élida y TARRAGÓ, Griselda. Relaciones interétnicas en Santa Fe la Vieja. Sociedad y Frontera. En: Revista nro. LIX de la Junta Provincial de Estudios Históricos de Santa Fe. Santa Fe, 1993, pág. 74.

(100) PAULA, Alberto de: Rasgos de identidad en la arquitectura rioplatense (siglos XVI al XIX). En: Summarios, 110/11. Buenos Aires, Summa ediciones, 1987, pág. 12.

(101) DEEC: EP tomo 1, fs. 41/42.

(102) LUQUE COLOMBRES, Carlos A.. Orígenes históricos de la propiedad urbana en Córdoba. Instituto de Estudios Americanistas "Doctor Enrique Martínez Paz", Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba. Córdoba, 1980, pág. 9.

(103) AMARAL, Aracy. A hispanidade em Sao Paulo, da casa rural á Capela de Santo Antonio. Sao Paulo (Brasil), Nobel, Editora da Universidades de Sao Paulo, 1981, pág. 48.

(104) También Aracy Amaral, al referirse a la casa rural paulista menciona la existencia de construcciones más precarias que las integraro y que han desaparecido:

E assim nao conhecemos mas is provaveis "puxados" para cozinha, men os paiois, nem senzalas, nem ranchos próximos, onde provabelmente se alojava a "indiada", nem toda a serie de rústicas construcoes -mais precarias, por certo- que forcosamente deverían fazer parte desses conjuntos que, hoje, após as restauracoes, parecem inexistir em funcao de un esteticismo -a arquitectura da casa exaltada como algo isolado- pro certo inverídico em relacao a epoca em que essas construcoes foram concebidas e executadas.

(105) Jaime Salcedo Salcedo nos dice, por ejemplo que toda la arquitectura bugueña de los siglos XVI y XVII se construyó de embutido de barro -equivalente a la tapia francesa en Santa Fe- o bien de paredes de tapias o adobes.

Cfr. SALCEDO SALCEDO Jaime. Guadalajara de Buga y su arquitectura. En: Apuntes 19. Instituto de Investigaciones Estéticas "Carlos Arbeláez Camacho", Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad Javeriana. Bogotá, Colombia, mayo de 1982, pág. 33.

(106) LUQUE COLOMBRES, Carlos A.. Orígenes históricos de la propiedad urbana en Córdoba. Instituto de Estudios Americanistas "Doctor Enrique Martínez Paz", Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba. Córdoba, 1980, pág. 8.

(107) Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano de Literatura, Ciencias, Artes, etc. Barcelona, Montaner y Simón, 1912, tomo XX.

(108) Calvo, Luis María. La vivienda en Hispanoamerica. En: América 9. Santa Fe, Centro de Estudios Hispanoamericanos, 1990, págs. 35/36.

(109) Calvo, Luis María. Santa Fe. Arquitectura, ciudad y territorio. En: Nueva Enciclopedia de la provincia de Santa Fe. Santa Fe, ediciones Sudamérica, 1993, pág. 583.


Bibliografía

- AMARAL, Aracy. A hispanidade em Sao Paulo, da casa rural á Capela de Santo Antonio. Sao Paulo (Brasil), Nobel, Editora da Universidades de Sao Paulo, 1981.

- ARECES, Nidia; LÓPEZ, Silvana; NÚÑEZ REGUEIRO, Beatríz; REGIS, Élida y TARRAGÓ, Griselda. Relaciones interétnicas en Santa Fe la Vieja. Sociedad y Frontera. En: Revista nro. LIX de la Junta Provincial de Estudios Históricos de Santa Fe. Santa Fe, 1993, págs. 71/106.

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