EL LITORAL. Santa Fe, diciembre de 1978

El destino de Santa Fe

El destino de la ciudad de Santa Fe, que Garay se disponía a fundar en la margen derecha del Carcarañá, se cambió esencialmente al toparse su fundador a la altura de Coronda con los hombres que después de poner los cimientos de una ciudad mediterránea, Córdoba, habían bajado, siguiendo el curso del Carcarañá, con el propósito de darle un puerto en la antigua "torre de Caboto".

Desde los tiempos de Sancti Spíritus se sabía que ése era el sitio ideal para fundar una ciudad que sirviera de enlace entre el Perú y el Río de la Plata.

Caboto había llegado hasta ese sitio guiado por grumetes y marineros abandonados por antiguas expediciones, como la de Solís, que ya conocían la lengua y las características de estas comarcas.

Luís Ramírez, uno de los hombres de Sancti Spíritus, en una carta que dirige a los suyos en España, fue el primero en describir estas apartadas y dilatadas regiones.

En la desembocadura del Carcarañá, dice Luis Ramírez, que es un río que según los indios, viene de la sierra y entra en el Paraná, los timbó y caracara sembraban maíz, calabazas y habas y los guaraní que eran amigos de los hombres de Sancti Spíritus, talaban los árboles para sembrar maíz, pues la tierra, agrega, es feracísima, muy suave y muy llana y del otro lado de la sierra crecía y menguaba mucho, son sus palabras, y daba en los dominios del Inca, que confinaban con el mar.




Sancti Spiritus, el sitio ideal

Desde los primeros tiempos en el Perú y en el Paraguay, se originó una fuerte presión en favor de la población del Río de la Plata, especialmente del lugar donde Caboto levantara Sancti Spíritus.

Veinte anos antes de la fundación de Santa Fe, en 1553, por una Real Cédula del 1ro. de enero, se mandó fundar una población donde dicen buenos ayres, a instancias de Martín de Orué, uno de los capitanes del Paraguay, quien se comprometía a hacerse cargo de la expedición.

Esta expedición no pudo realizarse. Sin embargo, a España le urgía recuperar el dominio del Río de la Plata, perdido desde el fracaso de don Pedro de Mendoza y permanentemente amenazado no sólo por los portugueses del Brasil sino por los hugonotes asentados ya en la costa del Atlántico, como advertían al Rey los hombres de Asunción.

Posteriormente otro hombre del Paraguay, Jaime Rasquin, hijo de un mercader valenciano, que había vuelto a España, agraviado, decía, por Irala, apremiaba al Rey a poblar el Río de la Plata cuya gobernación pedía por sus antecedentes en la conquista.

Las instancias de Rasquin se concretaron en Valladolid el 30 de diciembre de 1557, al firmarse la correspondiente Capitulación por la cual se fundaría una ciudad en el antiguo asiento de Caboto, el más indicado se decía, pues desde allí se tendría un activo comercio con el Perú por el camino del Carcarañá y con Asunción aguas arriba del Paraná, además de establecerse en ese lugar, la base para la conquista de la Patagonia, que llama la Provincia de Magallanes.

Sin embargo, Rasquin fracasó en su intento pues la expedición no se realizó y desde luego aunque no se realizó y desde luego aunque no se fundara la ciudad, la desembocadura del Carcarañá quedó señalada una vez más como el sitio ideal para levantarla en adelante.

En 1589 un yerno de Irala. Fernando Ortiz de Vergara, que llegó al Paraguay con la expedición del Adelantado del Río de la Plata, Alvar Núñez Cabeza de Vaca, casi cincuenta años antes, presenta en Madrid una "Relación" en la cual reclama, urgentemente la fundación de una ciudad en Sancti Spíritus como centro comercial con el Tucumán y Chile. Y en el Perú, en 1566, sólo siete años antes de fundarse Santa Fe, se insiste en la necesidad de fundar una ciudad en el sitio ya señalado de antiguo, llamado también "la torre de Caboto".

Para los hombres del Perú, esa población sería el medio de facilitar el comercio con España por el Atlántico, directamente, eludiendo el largo, penoso y costoso camino, primero por el Mar del Sur y luego a través de Panamá, el famoso "cementerio de españoles"; y para los hombres del Paraguay no solo facilitaría su comunicación con España evitando el cruce por tierra desde las costa del Atlántico hasta Asunción, sino que además tenía un fin estratégico frente a las pretensiones del Portugal de apoderarse del Río de la Plata.

Un encuentro que cambió el rumbo de los acontecimientos

La fundación de Santa Fe en la margen derecha del Paraná, la lleva a cabo, como queda dicho, un hombre del Perú que había pasado al servicio del Paraguay. Y lo hace luego de una larga actuación en la conquista y población del Imperio de los Incas, donde últimamente participara de la fundación de Santa Cruz de la Sierra y donde ocupaba un cargo importante en el gobierno de la ciudad, que abandona a pedido del que sería Adelantado del Río de la Plata, Ortiz de Zárate, para vincularse luego con el gobierno del Paraguay donde lógicamente se informó de todos los antecedentes relacionados con la conquista de estas regiones.

Por otra parte, había navegado dos veces a lo largo del Paraná, en los viajes que, a la espera del nuevo adelantado Ortiz de Zárate, había realizado desde el Paraguay hasta donde se conservaban los últimos vestigios de la primera Buenos Aires. En estos viajes tuvo ocasión de explorar la zona donde Caboto levantara el fuerte de Sancti Spiritus y verificar personalmente la excelencia del lugar.

El encuentro con Cabrera a la altura de Coronda, en circunstancias en que había dejado su gente en el sitio que actualmente se conoce como Cayastá, mientras con un puñado de sus hombres, iba aguas abajo pacificando la tierra, le impidió realizar su proyecto.

Así fué como Santa Fe no pudo levantarse en el antiguo Sancti Spíritus, en cuyas inmediaciones, andando los años, se formó espontáneamente la ciudad de Rosario. Por el contrario se vio obligado a establecerse en el mismo sitio donde había quedado la parte más importante de su gente, que ahora llamamos Cayastá. Un rincón apartado del camino ya trillado por los conquistadores que bajaban de Perú en busca del Paraná que provocó el descontento de los vecinos fundadores que, según las constancias de los libros capitulares, estuvieron a punto de despoblarla.


Martín Suárez de Toledo, al frente del Gobierno del Paraguay en tanto llegaba Ortiz de Zárate, en el "Mandamiento" que entregó a Garay, dispuso que la ciudad que iba a fundar se levantara a la entrada del Río de la Plata. Sin embargo, esas instrucciones no se obedecieron, y hasta en Asunción, antes de partir con su expedición, Garay anunció su propósito de fundar en Sancti Spíritus. Ortiz de Zárate, a su llegada al Río de la Plata, supo por esa extraña transmisión de noticias de aquella época, que se estaba fundando la ciudad en el Carcarañá a donde envió un "chasque" en demanda de auxilio. Pero como al dar Garay con Cabrera a la altura de Coronda se vio obligado a hacerlo a las puertas del Chaco, el pedido de auxilio de Ortiz de Zárate llegó, no obstante, a tiempo para hacer efectivo el socorro con un puñado de los "mancebos de la tierra", que asombraron con su valor a Barco Centenera. Y cuando la ciudad se vio obligada a trasladarse algunas leguas al sur, Santa Fe mantuvo, como al principio, según el Cabildo Santafesino, su función de antemural de Buenos Aires, cortándole el paso a los belicosos Guaycurú que bajaban desde el llamado Valle Calchaquí santafesino. Fue esa la misión que cumplió heroicamente Santa Fe: impedir que Mocobí y Abipones con sus "asociados" llegaran a destruir Buenos Aires.

Además, y esto entró sin duda en los planes de Garay, con Buenos Aires formó una línea de frontera que aseguró para España, el dominio de ese gran espacio geopolítico que es nuestro litoral, amenazado siempre por los portugueses del Brasil. Además fueron las "puertas de la tierra" abiertas, por donde amparados por la constitución dictada en su cabildo, entraron los primeros gringos que vinieron a cultivar este suelo feracísimo, cantando con nostalgia, las canciones de la tierra que abandonaban más allá del mar, en un trasplante que, a la vez, colmaba de esperanzas su espíritu en las noches tachonadas de constelaciones de estrellas hasta entonces nunca vistas.




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