CÓMO DON SIMÓN SE HIZO EL MUERTO PARA COMERLO AL SOBRINO (****)
V

Se había corrido la voz de que don Simón había finao y así iba cayendo al rancho ande lo velaban todo el bicherío del campo. El tero se paseaba entre la concurrencia repartiendo saludos, el casero (1) escuchando todas las conversaciones pa salir a desparramarías; el chajá (2) inflaó como l' espuma, el yacaré con sus bolsitas d'almizcle (3) pa tapar la catinga (4) del venao; y así la vizcacha y la mulita, el tatú, la tortuga, el caracara (5) y el chimango y la yarará y todas las alimañas y sabandijas y aves y bestias de cuatro patas.

Don Simón estaba tirao en el suelo largo a largo, boca pa arriba sobre un cuero e vacuno; los ojos cerrados, las manos cruzadas en e pecho, las patas estiradas. No se le movía ni un pelo, ni se le sentía e resuello, propiamente como un finao. La tigra, sentada en una cabeza d~ vaca lloraba, a la cabecera del muerto, sin consuelo y a moco tendido. Hasta que por ahí, porque no viene y se aparece don Juan en el velorio. Llegó montao en l'avestruz, qu'es su parejero; se apeó y asomó l'hocico por la puerta 'el rancho. Cuando la tigra lo vió le dijo entre lágrimas y sollozos:

- ¿Has visto sobrino?, ¡qué desgracia!

- Así es tía, le contestó, ¡quién l'hubiera pensao!

- Vení, p'acá adentro, mirálo por última vez a tu tío de más cerca.

- Muchas gracias tía, de aquí lo veo bien al pobrecito.

Y se acomodó recostao en l'horcón, pero sin quitarle la mirada al tío muerto.

Después de un rato la tía volvió a hablarle.

- Sobrino, venga; entre y dele un beso en la frente a su tío antes de que le enterremos.

- No tía, le contestó, se me hace que no lo van a enterrar por el momento.

- Si, sobrino, arita (6) lo llevamos por que está muerto desde ayer y con la calor que hace va a empezar a jeder.

- Es que yo creo que por suerte no se ha muerto; por que sabe tía? a los muertos se les llena de viento la barriga y empiezan a perderlo por debajo 'e la

cola. Por eso dende que llegué, estoy esperando ese ruido y hasta que no l'oiga no podrá creer que mi tío se ha muerto.

Al ratito no mas se oyó el ruido qu' esperaba don Juan.

Juá, juá, juá, gritó el zorro. Nunca si ha visto un muerto así. Muerto que tira... tiros, no es muerto.

Y de un brinco se encaramó en el lomo del avestruz y salió a todo trapo.

El tigre se levantó furioso, bramando de rabia; el bicherío se alborotó y todos pujaban por ganar la puerta, pero don Simón los llevó por delante y salió campo ajuera a todo lo que daba persiguiendo a don Juan. Pero don Juan le llevaba ya una buena ventaja gineteando el avestruz que gambeteaba entre el tacurusal (7). Hasta qu'en unas d'esas pasó por unas vizcacheras ande las vizcachas (8) después de bailar a la luz de la luna habían dejao tirada una guitarra, y de una patada hizo sonar las cuerdas. Cuando don Juan l'oyó acodillándose en su flete y agachando las orejas:

- ¡Como pa música vengo!

Le metió unos guascos a l'avestruz y se hizo perdiz (9).

(Relato de Goyo Cabral)



Notas

(****) Canal Feijóo, trae este "caso" en su obra citada con el título: "La estratagema del tigre". (Ob. cit., pág. 135). En un libro de carácter folklórico (Don Pampa Viejo - "Fogón de las tradiciones". Tomo primero, 4ª edición, Buenos Aires 1943, pág. 185), se recoge este mismo episodio con las variantes siguientes:

El cuervo, cómplice del tigre, invita al zorro, que llega al velorio, a que se acerque a su tío muerto y éste, involuntariamente da la señal por la cual don Juan advierte que don Simón está vivo, al acercársele "por el lado de la cola".

La última parte de la versión que hemos recogido en San Javier, es la intercalación de un episodio distinto que aparece en el folklore santiagueño (Orestes Di Lulio - El Folklore de Santiago del Estero". Tucumán 1943. "El zorro guitarrero", pág. 263): Un guitarrero que "mañerea", para cantar en una reunión deja la guitarra en el suelo en el momento en que llega el zorro corrido por los perros y hace sonar las cuerdas con la cola: Que cante, le gritan enseguida, y el zorro les contesta con tonada santiagueña: "Ahá... sí... como cantar andoy"; y desaparece "como alma que lleva el diablo".


1) Casero: Los mocobí de San Javier; creían que el casero "descubre a otros todo cuanto ellos hablan entre sí", por eso los espantaban de los sitios donde se reunían a conversar y les destruían los nidos. (Florián Paucke, pc. ci., pág. 324).

2) Chajá: "Pura espuma como el chajá", se dice actualmente en el litoral santafesino.

3) Bolsitas de almizcle. Sobre el amizcle del yacaré escribe Paucke, (Ob. cit., pág. 293): "El cocodrilo tiene también en un Sitio que no es de nombrar por mí, dos excrecencias que son cortadas por los indios. Ellos las cuelgan de sus chozas y todo el contorno tiene ese olor. Muchas veces los españoles pedían este almizcle para preparar agua caliente que ellos en los días de grandes fiestas vertían en vasijas de plata y ponían ante el altar mayor en el presbiterio".

Una nota de Edmundo Wernicke puesta al pie de este párrafo, dice: "Según Dobrizhoffer, los sacerdotes solían colocar este almizcle en el tabernáculo".

4) Catinga: "mal olor" en guaraní.

5) Caracara: el carancho.

6) Arita; por "ahorita".

7) Tacurusal: "hormigueros bajos de sólida destrucción y salpicados en extensiones bastantes grandes; son característicos de las partes libres de árboles". (Federico A. Daus, loc. cit, pág., 144). Sobre la etimología de esta palabra, dice Garzón (Tobías Garzón, ob. cit.) que procede del guaraní y según Azara citado por Granada y transcripto por este mismo autor, "se llaman tacurus la madriguera de la hormiga cupié, de donde resulta que abandonadas por sus habitantes, les ha quedado el nombre a los montículos que el tiempo ha salpicado y cubierto de hierbas".

8) Vizcachas. Las vizcachas salen, al anochecer, a la puerta de sus cuevas, reuniéndose todas las "familias" de la "vizcachera". Darwin, (Charles Darwin, "Viaje de un naturalista alrededor del mundo. Buenos Aires 1942, pág. 165), que observó este espectáculo, anota: "Al atardecer las vizcachas salen en gran número de sus madrigueras y se sientan tranquilamente a la entrada de ellas".

9) Hacerse perdiz; por huir, perderse de vista.

"Engaña usté a una infeliz
Y, para mayor vergüenza,
Va y le cerdea la trenza
Antes de hacerse perdiz".

(Estanislao del Campo. "Fausto. Impresiones del Gaucho Anastasio el Pollo en la representación de esta ópera". Editores Peuser Ltda. Buenos Aires 1943, pág. 85).




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