CÓMO DON JUAN LO AMARRÓ A DON SIMÓN EN UN ARBOL (***)
III

Un día don Juan lo vió venir desde lejos a don Simón y haciéndose el sonso, como si no lo hubiera visto, empezó a atarse a un algarrobo con unos tientos trenzados de a ocho.

Cuando llegó don Simón, se hizo el sobresaltao.

- ¡Oh mi tío!, le dijo. Lo que menos pensaba era que usté andubiera por estos andurriales.

- ¿Y qué estás haciendo? le preguntó don Simón. ¿Te has vuelto loco que te amarrás así al tronco de un árbol?.

- ¿Loco?, le contestó, don Juan. Loco estaría si no me atara y me sujetara bien. ¡Con la tormenta que viene! ¿Usté cree que yo vi a dejar que me vuele el pampero (1) como a una hoja? ¡Faltaba más!.

Y siguió el zorro dándose vueltas con las guascas (2) y haciendo nudos todo apurao y como si no hiciese juicio de la presencia del tío.

Don Simón miró el cielo, que estaba limpito, sin una nube y le contestó:

- Aura si que creo qu' estás loco; ¿por qué diande tormenta con un día tan lindo?

- Hum; parece mentira mi tío que no vea la que se está armando (3) del lado del pampero.

El tigre volvió la cabeza y miró una franja oscura que don Juan le señalaba a lo lejos en el horizonte.

- ¿No ve aquello? le dijo. Es la tormenta que se viene a todo trapo.

- Tenés razón, le contestó sobresaltao; pero no te atés todavía. Tenés tiempo de atarme a mí primero. Ya sabes que soy duro del espinazo (4) y no puedo moverme con la agilidad con que vos te movés. Haceme ese servicio sobrino; que no me agarre el pampero en este descampao!.

- No faltaba más, le contestó el zorro, mientras se iba aflojando los nudos y los lazos que se había hecho. Y después en un santiamén, lo amarró al tío, pero bien amarrao, de patas y manos y todavía le pasó varias lazadas por la barriga y el cogote.

Y cuando le dejó así, como estaquiao (5), se le puso adelante y le dijo:

- Bueno tío, ¿ve aquella franja oscura del horizonte que le mostré hace un rato?. Esto no es oscuridá e tormenta si no la oscuridá del monte.

Y se alejó al tranquito (6) y de cuando en cuando se daba vuelta y se reía al ver al tigre que bramaba e coraje sin poder moverse por los atadijos que le había hecho.

(Relato de Victorio Villagra)



Notas


(***) Canal Feijóo (ob. cit. 91), con cl título de "El terrible ciclón" relata este "caso" de don Juan. 'El Ciclo Africano del Conejo Somba, dice, contiene un episodio que se vuelve a encontrar literalmente idéntico en el Folklore de los Indios Tupis del Brasil, a donde puede haber sido introducido por los negros".

En el relato de Canal Feijóo, Juancito iba sobando un tiento en el momento en que se le sorprende su tío y le atrapa. El zorro le pide, como una gracia especial, que después de muerto, ate sus restos con los tientos para que no se los lleve la tormenta que viene. El tigre atemorizado por el ciclón que le anuncia el zorro, le contesta que el castigo que le impone es el de obligarle a que le ate a él y que el viento se lo lleve al sobrino travieso. El zorro cumple la orden de su tío, y huye dejando a don Simón atado.



1) Pampero: el Viento del sudoeste. Las tormentas con "pampero" son terribles en el litoral.

"Mesmamente parecía
al disparar tan lijero,
nube que arrea el pampero
cuando zumba y allá lejos,
traía a los ombuses viejos
dando güeltas de carnero".

(Himno Ascasubi: "Paulino Lucero…", pág. 372).

Paucke, (oc. cit., t. III, 2ª parte, pág. 160), se refiere a los efectos de este viento en el río. Dice, que cuando sopla "un ventarrón que allá se llama pampero" el Paraná "es muy furioso y ha tragado ya innumerables barcos y gentes".

2) Guascas: del quechua "huascas". Dice Juan de Arona (Juan de Arona: "Diccionario de peruanismos". París 1938"): "Esta palabra en quechua significa cadena. Para nosotros vale soga y en general creo que no la usamos en Lima sino en la forma de dar huasca, azotar". En nuestro litoral tiene la acepción que trae Garzón (ob. cit.): "tira o lonja de cuero corta, particularmente si es sin sobar ni curtir".

3) La que se está armando: por algo que se prepara.

4) Duro del espinazo: "Es como el tigre, no tiene coyonturas", se decía en Santa Fe de una persona pesada sin agilidad física; porque el tigre solo se mueve con rapidez en el salto hacia adelante para atrapar la presa, pues por su peso se cansa fácilmente. "Cuando él persigue una persona, escribe Paucke (oc. cit., pág. 339) correrá apenas unos doscientos pasos tras ella". El mismo autor agrega que el tigre se cansa pronto "especialmente bajo el calor del sol a causa de su gran gordura". (Ob. Cit., p. 337).

5) Estaquiao. Dejar a una persona sin movimiento. Al cuero fresco de los animales, se les estira y clava en el suelo, con estacas para que se oree. Garzón (Ob. cit.) que da este significado, agrega esta otra acepción: "Atar y estirar a un hombre por los pies y las manos a estacas fijas en el suelo, poniéndolo de boca sobre éste o en el aire; lo cual solía hacerse por castigo, particularmente en los cuarteles y campamentos".

Ascasubi, ("Aniceto el Gallo ..., pág. 45), se refiere a este castigo en sus versos:

"Como a un Cristo me trugieron,
Y al llegar me asiguraron
En la estaca un día entero:
Y después que me trataron,
Como se trata a un malevo
De soldado de infantería
Me echaron al campamento".

También en Hernández (José Hernández. "Martín Fierro". Edición crítica de Carlos Alberto Leumann. Buenos Aires 1945), se encuentran, desde luego, referencias a este castigo:

835. "Y pa mejor, una noche
Que estaqueada me pegaron!
Casi me desconyuntaron
Por motivos de una gresca"

885. "De las manos y las patas
Me ataron cuatro cinchones
Les aguanté los tirones
Sin que ni un ¡ay! se me oyera
Y al gringo, la noche entera
Lo harté con mis maldiciones".

6) Al tranquito: despaciosamente, con mucha calma.




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