SANTA FE LA VIEJA Y LA CIUDAD HISPANOAMERICANA
Luis María Calvo

Introducción

Santa Fe La Vieja es un testimonio único que permite una doble lectura: por un lado en su carácter de antecedente institucional, social y cultural de la ciudad actual; por el otro, como ejemplo de una ciudad hispanoamericana del siglo XVII.

Lo primero, es de especial interés para los santafesinos, y para todos aquellos que investigan los orígenes del proceso de ordenamiento territorial emprendido por España en el área del Río de la Plata.

La segunda posibilidad de lectura, en la que haremos especial énfasis, trasciende lo local, potenciando la particular conjunción de testimonios arqueológicos e históricos que permiten una aproximación concreta y tangible al tejido urbano y social de una ciudad en los primeros años del poblamiento español en el Nuevo Mundo.

En este trabajo trataremos de hacer una breve reflexión sobre este último aspecto, enfocando nuestra particular atención en el hecho urbano como elemento clave de la estructuración del territorio hispanoamericano, y en la inserción de Santa Fe la Vieja en esa empresa, deteniéndonos en las posibilidades que nos brinda para comprender mejor el fenómeno espacial generado por los grupos sociales que compartieron el mundo de la conquista.

1. La conquista y el proceso de poblamiento español en América

El descubrimiento de América se produce cuando está terminando el siglo XV y el Renacimiento ha revolucionado el mundo cultural europeo. Desde ese momento España se enfrenta a una situación inédita: la ocupación y poblamiento de un continente que la supera bastamente en superficie, siendo ésta una primera consideración meramente dimensional de la conquista que se emprende, sin antecedentes en la Historia por su envergadura. A ello han de sumarse los inconvenientes que presenta una geografía desconocida, abundante en obstáculos de todo tipo, y una población aborigen sumamente diversa en culturas y lenguas.

Zapata Gollán lo sintetiza en el siguiente párrafo:

"El descubrimiento de América puso a España, inesperadamente, en el trance de poblar un inmenso territorio, estableciendo centros de población que sirvieran no sólo las funciones propias de la vida urbana y civil, sino también que aseguraran a la vez la defensa de sus pobladores. Cada ciudad que se funda en las inmensas soledades de las Indias de Occidente, es la primera realización concreta y efectiva del conquistador en su relación con la tierra y con el indígena que viene a someter o a desplazar, para transplantar una cultura en un supremo esfuerzo de adaptación y de dominio" (1).

Al poco tiempo de iniciada la conquista de las Antillas, la Corona ha de optar por la alternativa del poblamiento estable con grupos de españoles dispuestos a radicarse en Indias y, consecuentemente, la fundación de ciudades se convierte, por variados motivos y fundamentos, en el instrumento eficaz de esta política.

España ha de elaborar un modelo de ciudad en una permanente búsqueda de soluciones entre la teoría y la praxis, tratando de controlar el proceso de la conquista, definiendo diversas propuestas y tácticas en forma simultánea a su expansión y desarrollo.

La ciudad hispanoamericana se ha de constituir en el instrumento necesario para afianzar y defender la ocupación del territorio que se va conquistando, para concretar penetraciones más profundas en regiones no exploradas, para implementar la extracción de sus recursos naturales, para organizar política y jurídicamente los dominios americanos, para crear bases comerciales, de enlaces de comunicaciones y puntos intermedios de abastecimiento para el transporte en las rutas de comercio, etc.

Las primeras ciudades fundadas por los españoles en Indias son puertos, bases de comunicación con la metrópoli y, por vía terrestre, con los centros de explotación minera en el interior del territorio. Centros urbanos que compartiendo su primacía con los centros de administración colonial generan, a su vez, una serie de ciudades y poblados de menor jerarquía que funcionan como abastecedores de alimentos, vestidos, medios de transporte, manufacturas, etc.

Ciudades que han de ir estructurando el continente, ocupado hasta entonces fragmentariamente por culturas aborígenes, con una base de economías predominantemente de autoabastecimiento y explotación de recursos naturales y agrícolas o?. La empresa asumida por España tiene su centro fuera del continente americano, en las Cortes -que no tienen sede fija- y posteriormente en el Consejo de Indias radicado en Sevilla. Desde esos centros, extracontinentales, emanan las instrucciones y disposiciones que regulan y controlan el proceso fundacional.

Las instrucciones comienzan teniendo un carácter vago y poco preciso; pero a medida que avanza la experiencia fundacional esta se vuelca en normas más explícitas y ciaras. Femando de Aragón instruye a Nicolás de Ovando, en 1502, de la siguiente manera:

"Puesto que es necesario realizar emplazamientos en las islas de La Española y desde aquí no es posible dar instrucciones precisas, investigad los lugares apropiados, y de acuerdo con las condiciones del terreno y de la población, como también del asentamiento de la población actual, estableced los emplazamientos en número y lugar que consideréis oportunos" (3).

El texto transcripto explícita, por una parte, la dificultad que implica para la Corona el control de un proceso que se desarrolla extracontinentalmente a los centros del Imperio español. Por el otro, legitima la libertad de emprendimiento de sus lugartenientes, sentando las bases para el desarrollo de una praxis fundacional de la cual se han de ir nutriendo posteriores normativas reales.

También está presente, desde un primer momento, otro aspecto: la elección del sitio adecuado para el asentamiento y permanencia de la población española.

Las instrucciones impartidas en 1513 a Pedrarias Dávila ya son más precisas sobre este tema: "Una de las cosas más importantes que deben tenerse en cuenta es... que los lugares elegidos para los emplazamientos sean sanos, no pantanosos; tratándose del interior, a ser posible a lo largo de un río, con agua y aire puro y terreno apto para el cultivo en las proximidades. Una vez hallado un lugar con estas características, deben parcelarse los solares para edificar las casas... y desde el principio deben trazarse de acuerdo con un plano definitivo, porque la forma de los solares determinará el modelo de la ciudad, tanto en la disposición de la plaza y de la iglesia, como en la dirección de las calles, puesto que las ciudades nuevas pueden fácilmente ser conformadas de acuerdo con un plano. Si al principio no se sigue una forma, no será posible conseguirla después" (4).

Además de lo referido al sitio, otro elemento que aparece mudamente es la voluntad real de que en el acto fundacional se establezca ya la traza de la ciudad, considerando la implantación de la Plaza y la Iglesia Parroquial, como así también el parcelamiento para que los primeros pobladores puedan establecer sus viviendas.

Las ordenanzas de Carlos V, promulgadas en 1523, abundan en las condiciones que debe reunir el sido elegido para la fundación en cuanto se refiere a la topografía, vientos y asoleamiento, provisión de agua y tierras de labor y abundancia de " materiales necesarios para los edificios" (5). Y, lo que es de singular importancia, se institucionaliza el modelo urbano indiano:

"... cuando hagan la planta del lugar repártanlo por sus plazas, calles y solares a cordel y regla comenzando de la Plaza Mayor (...) dejando tanto compás abierto que aunque la población vaya en gran crecimiento se pueda proseguir y dilatar en la misma forma..." (6). El 31 de junio de 1573 -mientras Garay baja por el Paraná con los mancebos y españoles que han de fundar Santa Fe-, Felipe II promulga las Ordenanzas de Nueva Población, cuyo texto -si bien se apoya en la praxis fundacional- introduce una serie de variaciones en las normas que sólo puntualmente han de efectivizarse en lo futuro. Coincidentemente, termina el ciclo de las primeras ocho décadas de la conquista, en el cual España ya ha definido una red de fundaciones que ordenan sus dominios americanos.

2. Las etapas de la conquista y la praxis fundacional

En la conquista y proceso de poblamiento español en América, podemos reconocer tres momentos con diferentes áreas de desplazamiento y expansión, durante los cuales se ha de generar y desarrollar la praxis fundacional que define el modelo urbano de España en Indias:

Primer momento: se inicia con los viajes de Colón, particularmente el segundo en 1493, que trae mil doscientos hombres con los elementos necesarios para asentarse en forma definitiva (utensilios, instrumentos de labranza, armas, animales domésticos, objetos y ornamentos sagrados para las funciones religiosas) (7), y la facultad -establecida en las "Instrucciones" del 29 de mayo de ese año- de nombrar autoridades para administrar las poblaciones que funde. El proyecto colombino, sin embargo, está concebido como una empresa mercantil y las poblaciones que establece son factorías de carácter predominantemente comercial. Jaime Salcedo las compara con las factorías portuguesas de Guinea, en donde los pobladores asalariados prestan sus servicios al Almacén y Aduana de productos comerciales que allí tienen sede, y al puerto y astillero de las embarcaciones (8). A esta etapa, que culmina en 1510, corresponden los asentamientos establecidos en la isla de La Española, más tarde llamada de Santo Domingo (La Isabela, 1492; Santo Domingo, 1496), Puerto Rico y Jamaica. Y también en ella se produce el cambio en la política de la Corona que, respecto a la conquista de América, ha de instrumentar a la ciudad como elemento estratégico de ocupación.

Segundo momento: corresponde a la etapa de expansión, exploración y afianzamiento de la ocupación española en Cuba, Puerto Rico y el Darién (primera fundación en Tierra Firme: Santa María la Antigua del Darién).

Tercer momento: se inicia con la llegada de Cortés a México (fundación de Veracruz en 1519) y de Pedrerías Dávila a Mesoamérica (fundación de Panamá en 1519), estableciendo nuevos centros de operaciones que han de afianzar la ocupación en América Central, el Valle de México y, posteriormente, en Sudamérica.

Refiriéndonos ya a la formación y formulación de un modelo urbano para las Indias, el traslado de Santo Domingo realizado en 1502 por Nicolás de Ovando, marca el inicio de una nueva política de conquista con el establecimiento de pobladores radicados en forma estable, y la obligación de residencia permanente como compensación de los repartimientos recibidos.

Según diversos historiadores la historia del urbanismo indiano comienza, precisamente, con la traza que Nicolás de Ovando asigna a la ciudad de Santo Domingo al momento de trasladarla a la margen derecha de río Ozama y con su manifiesto propósito de transformarla -como dice Jaime Salcedo- de factoría en colonia castellana.

La traza de Santo Domingo es el ejemplo hispanoamericano más temprano, de que se tiene conocimiento, en el que se utiliza una traza que tiende a la regularidad y que -aunque no llega a serio- es percibida entusiastamente como regular por sus contemporáneos.

A pesar de ese ideal de orden que impone la "modernidad". Santo Domingo todavía conserva características que persisten desde el Medioevo: la Plaza Mayor se ubica cerca del puerto, no centrada, mientras que la Iglesia abre su frente principal hacia una plazoleta y no hacia ella.

Contemporáneamente, Europa vive todavía la transformación de su propia cultura en los inicios de la Edad Moderna. A partir de la revolución renacentista el espacio es factible de ser dominado e intelectualizado por el hombre, y el mundo de las ideas precede al de la realidad concreta. Citando a Leonardo Benévolo, podemos decir que "la cultura del Renacimiento cambia las condiciones mentales del proyecto arquitectónico" y mientras las ciudades europeas condicionan su experimentación reduciéndola a casos aislados (Pienza, Urbino, Ferrara), es en América donde se ensaya y define un nuevo modelo urbano que aunque nada deba a la "ciudad ideal" del Renacimiento, responde a la cultura del momento y sus formas de producción. Según Chueca Goitia: " América es la tierra virgen donde la utopía no es utopía, donde es una posibilidad concreta" (9). En esa cultura, la regularidad de la traza urbana adquiere valores similares a los que podemos establecer en la denominada operación brunelleschiana que inventa y convierte a la perspectiva en un instrumento proyectual de control de la producción arquitectónica.



Representación ideal del Cusco incaico según un dibujante español. El ordenamiento espacial de la ciudad incaica aparece a un extremo de regularidad según el ideal europeo del Renacimiento.

Por ello se explica la lectura que los propios contemporáneos hacen de Santo Domingo ("Está su población tan compasada que ninguna sé yo mejor trazada", Juan de Castellanos, 1536), y aún de aquellas experiencias urbanas prehispánicas que por su ordenación espacial se aproximan a los ideales de regularidad, llegando a inspirar a los españoles representaciones gráficas irreales como en el caso del Cusco incaico.

Diversos investigadores se han ocupado de los orígenes de la traza regular exponiendo una serie de antecedentes, de los cuales dificultosamente se alcanzan a establecer filiaciones e influencias. Esos antecedentes, por enumerar sólo los que pertenecen a la tradición occidental, son bien conocidos: a) los campamentos y castrum romanos; b) las ciudades nuevas o planificadas de la Edad Media, c) los tratados tardomedievales como el de Eximenic.

Sin entrar en un terreno que aún no ha sido resuelto por reconocidos historiadores se puede establecer, sin embargo, el modo en que la traza regular, y más precisamente la cuadricula, se convierte en modelo estructurador de la ciudad hispanoamericana.

La experiencia de Santo Domingo (1502) se reiteró en posteriores fundaciones en el Caribe: Santiago de Cuba (1515). Vera Cruz (1519), México (1522), La Habana (1522), Cartagena (1533), y otras ciudades.

Del Caribe y Mesoamérica, la praxis fundacional se ha de desplazar a América del Sur, donde encontramos que el primer caso de traza regular con calles que definen manzanas cuadradas parece haber sido el de la ciudad de Trujillo (Perú, 1525), generalizándose en las décadas siguientes en las fundaciones de Benalcázar (Quito, 1534) y de Pizarro (Lima, 1535).

Ya enfocando nuestra atención en el caso que nos ocupa, es claro que la cuadrícula que se fue consagrando empíricamente en Nueva Granada y el Perú, fue traída al Río de la Plata por quienes entraron desde aquellas regiones y no directamente desde la metrópoli a través del Atlántico. Más precisamente, la fundación y traza de Santa Fe por Juan de Garay en 1573 nos permite verificarlo.

Jaime Salcedo, arquitecto e historiador colombiano, ha presentado en su trabajo sobre "la estructura urbana de la ciudad colonial" un valioso aporte acerca de la definición del modelo de la ciudad de la conquista, en donde hace expresa referencia a la ciudad de Santa Fe entre las fundaciones que se desprenden del modelo limeño.

3. Ciudad y territorio en la estrategia de poblamiento

En el proceso de poblamiento emprendido por la Corona española en sus dominios americanos, las ciudades se desempeñan como núcleos que actúan centrífugamente con respecto a su entorno rural. A la vez sirven como puntos de apoyo de nuevos desplazamientos y como centros difusores de la cultura que se transplanta y mestiza adquiriendo características inéditas y propias que constituyeron y definen la realidad latinoamericana del pasado y del presente.

Zapata Gollán trató este tema, fundamentalmente, en su libro " la urbanización hispanoamericana en el Río de la Plata ", donde entronca esa política de afianzamiento de lo conquistado con el plan de la Reconquista española en la península ibérica.

Siguiendo a Fray Justo Pérez de Urbel (10) explica cómo las expediciones que bajaban del norte de la península a repoblar tierras asoladas por la invasión musulmana reconquistaron esos territorios mediante dos tipos de actos: la presura y el scalio.

La presura es el acto por el cual "bajo ciertas formalidades -dice Zapata Gollán- el Rey se manifestaba como dueño (del territorio) por derecho de conquista, y emprendía su repoblación directa o indirectamente, encomendándola en este caso a personas importantes, seglares o eclesiásticas" (11) El scalio, en cambio, es la acción que afirma y consolida la presura, y consiste en cultivar la tierra conquista.

En esa obra Zapata Gollán detecta y resalta las continuidades entre la reconquista del propio territorio peninsular y la conquista de un vastísimo espacio extracontinental llevada a cabo por parte del imperio español.

El Mandamiento por el cual el Rey, u otra autoridad en su nombre, encomendaba la conquista y la ocupación del territorio, cumple en América, según Zapata Gollán, las funciones de la presura; la fundación de ciudades y su institución capitular equivaldría a la carta-puebla; mientras que la explotación de los recursos naturales, al scalio.



La Villa de Riobamba según Huaman Poma de Ayala. La planta en cuadrícula, la Plaza de Armas y la Iglesia se articulan en el modelo de ciudad española en Indias.

El territorio americano se ocupa antes de derecho que de hecho; y se delimitan las jurisdicciones territoriales formalmente antes que en la realidad. Recordemos que, a mayor escala, España y Portugal regulan por el Tratado de Tordesillas sus pretensiones de dominio sobre un territorio que todavía no han terminado de reconocer y descubrir.

Se toma posesión de la tierra con el asentamiento de ciudades que van avanzando como puntos de partida, a su vez, de nuevas fundaciones.

Por todo esto, y por ser un instrumento estratégico para afianzar y avanzar en la ocupación de nuevos territorios conquistados, en sus orígenes, la ciudad cumplía funciones esencialmente militares. Sus primeros pobladores -los expedicionarios que participaban en la exploración, conquista y fundación- eran soldados antes que vecinos, aunque marcharan armados improvisadamente las más de las veces.

De ahí que en el alarde realizado en Asunción el domingo 23 de noviembre de 1572, el Teniente de Gobernador Martín Suárez de Toledo se refiere a la conveniencia de fundar un pueblo "con hasta ochenta personas, con las armas, defensa y pertrechos necesarios para la sustentación y conservación" de la fundación.

El factor Pedro Dorantes, que ayuda a Garay para que pueda armar su expedición, se refiere a él diciendo en una carta:

"Lleva nueve españoles, setenta y cinco arcabuces, cincuenta y cinco caballos y los mancebos ordinariamente son buenos arcabuceros en poco tiempo que la usan, y gente de caballos".

Por su parte el Mandamiento de Suárez de Toledo, fechado el 29 de marzo de 1573, manda a los Oficiales Reales que entreguen a Garay "un verso de bronce y unos fuelles de fragua con las cámaras y aparejos que conviene para su defensa y amparo".

Incluso, en un principio. Santa Fe tuvo su fuerte: se sabe que Antonio Tomás -expedicionario de Garay que había llegado al Río de la Plata con Don Pedro de Mendoza y que luego asistiría a la segunda fundación de Buenos Aires- no sólo fue vecino fundador de Santa Pe sino también que "dio trazas para hacer el fuerte donde los españoles se guarneciesen y no fuesen asaltados".

Estas referencias permiten verificar, para el caso de Santa Fe, el emprendimiento militar que implica la fundación como medio pata establecer el soporte de la presencia española en el territorio. Simultáneamente, lo conquistado se ordena jurisdiccional y administrativamente según la estructura que España implanta en las Indias de Occidente.

Sin embargo, ese aspecto militar, aunque necesario, no es excluyente. En cada fundación se ha de complementar con otros objetivos, de acuerdo a los casos, situación geográfica y etapa del poblamiento a la que correspondan.

Naturalmente, en la estrategia del poblamiento la elección del sitio era un aspecto fundamental que se evaluaba según el plan establecido para una región, teniéndose en cuenta su capacidad para cumplir con un rol particular -determinado por las actividades preponderantes asignadas- y para autoabastecerse de los elementos básicos necesarios -materiales para la construcción y bastimentos para la subsistencia-.

Santa Fe sena, en primer lugar, nudo de comunicaciones entre la salida del Río de la Plata y el Paraguay, con el Tucumán y Cuyo, el Alto Perú y Chile.

Los Santafesinos fueron siempre conscientes de que esa era su realidad, la misión señalada para su ciudad desde la fundación.

En la presentación de los diputados de Santa Fe ante el Virrey, fechada en 170, claramente se expresa:

"... que situados ya los conquistadores de la provincia del Paraguay con las seguridades necesarias a su estabilidad y permanencia, considerando la moral imposibilidad y notorio peligro que tenían para transitar al Perú, por lo desierto del dilatadísimo conmedio -el Chaco-, lleno de bárbaros infieles hasta la Provincia del Tucumán, y no tener escala alguna en tan costoso viaje, vino del Paraguay don Juan de Garay..." (12).

El sitio más apropiado para fundar una ciudad que sirviera de escala entre Asunción y el Río de la Plata, dice Zapata Gollán, era el lugar donde Gaboto había levantado el fuerte de Sancti Spíritus en 1527. El encuentro casual de Garay con Cabrera, en las proximidades de Coronda, habría sido el factor determinante para que desistiera de hacerlo en ese punto.

La expedición fundadora bajó de Asunción dividida en dos grupos. Uno al mando de Francisco de Sierra, lugarteniente de Garay, lo hizo por tierra y tomó la orilla izquierda del Paraná trayendo ganado vacuno y cincuenta y cinco caballos amados por aborígenes. En las cercanías de la Punta del Yeso, actual localidad entrerriana de Hernandarias, este grupo se encontró con el otro contingente, que había bajado navegando bajo las Órdenes del propio Garay. Esto sucedió por el mes de julio de 1573, un mes antes Felipe II había promulgado las Ordenanzas de Nueva Población.

Luego de establecer un campamento en las proximidades de lo que hoy es Cayastá, Garay prosiguió reconociendo el territorio hacia el sur y en esas condiciones se produjo su encuentro con Cabrera.

De todos modos, el sitio que en definitiva se eligió para formalizar la fundación respondía a los intereses y objetivos propuestos: localizado sobre la margen derecha del Paraná, posibilitaba establecer comunicaciones dilectas, tierra adentro, con el Tucumán y Cuyo.

Por sus características, ya antes de la llegada de los españoles, el sitio había sido asiento temporario de algunas parcialidades indígenas. Elevado sobre el nivel del territorio circundante, cae al río sobre una barranca de seis a siete metros de altura.

En el acta de fundación, Garay dice textualmente:

"fundo y asiento y nombro esta ciudad de Santa Fe en esta provincia de Calchines y Mocoretás, por parecerme que en ella hay las partes y cosas que convienen para la perpetuación de dicha ciudad de agua y leña y pastos y pesquería, y cazas y tierra y estancias para los vecinos y moradores de ella y repartirles como Su Majestad lo manda".

Como ya se apuntó, en 1523 Carlos V había establecido las condiciones ambientales y de sitio que debían reunir las nuevas fundaciones: debía haber agua "que se pueda conducir al pueblo y heredades", "tierras de labor, cultura y pastos", "materiales necesarios para los edificios", etc. El albardón costero respondía a todos estos requerimientos.

En ese sitio la ciudad habría de desarrollarse durante ochenta años, sirviendo para consolidar la ocupación española en el cono sur sudamericano, dentro del contexto de la conquista del Río de la Plata. Cuando las circunstancias pusieron en peligro la continuidad de su funcionamiento como enlace de comunicaciones, el cabildo santafesino tomó la decisión de mudar su emplazamiento.



Planta fundacional de la ciudad de Mendoza. La cuadrícula consagrada en la praxis de la conquista y el ya clásico repartimiento de solares entre los vecinos fundadores.



4. Santa Fe y el modelo indiano

Como la llama Zapata Gollán, Santa Fe fue la primera ciudad urbanizada en el Río de la Plata. Ciertamente, las anteriores fundaciones concretadas por la corriente pobladora que entró por el Río de la Plata, habían sido caseríos sin orden, que cuando crecieron lo hicieron espontáneamente y sin planes preestablecidos. Tales fueron los casos del fuerte de Sancti Spíritus (1527), la primera Buenos Aires (1536), los fuertes de Buena Esperanza y Corpus Christi (1536), La Candelaria y Asunción (1537). Ninguna de ellas tuvo en sus orígenes un trazado urbano, sino que surgieron como simples concentraciones de población con objetivos predominantemente exploratorios o defensivos.

Juan de Garay se incorpora a la corriente conquistadora del Río de la Plata desde el Perú. Había llegado a Lima de temprana edad, acompañando a su tío Pedro de Zarate, Oidor de la Real Audiencia; de allí pasó al Alto Perú y luego a Asunción, adonde se habían concentrado los expedicionarios de Don Pedro de Mendoza desde la despoblación de Buenos Aires.

La fundación de Santa Fe forma parte de una etapa de la conquista española del Río de la Plata en la cual los hombres que habían llegado con Mendoza -replegados en el Paraguay en busca del fantasma del Rey Blanco y de la Sierra de la Plata- comienzan a poner en practica una nueva política: Santa Fe seria el primer paso adoptado en ese " abrir puertas a la tierra", rompiendo un aislamiento de décadas, luego de desvanecerse las ilusiones de alcanzar las riquezas metálicas perseguidas desde los tiempos de Gaboto.

En 1573, cuando baja a fundar Santa Pe, trae consigo la experiencia urbanística ensayada desde principios de siglo por otros conquistadores, consagrada ese mismo año por Felipe II en sus Ordenanzas de Nueva Población.

Establece una traza a modo de cuadrícula, con once manzanas de norte a sur y seis de este a oeste, respetando la tradición que disponía que la Plaza en las ciudades ribereñas -marítimas o fluviales- se ubicara a una cuadra de la orilla de la costa, en este caso del río de los Quiloazas -como se lo llama en el acta de fundación- actualmente San Javier.

La Plaza sería, como en todas las ciudades hispanoamericanas, el centro vital del poblado; lugar donde el vecindario se congregaba -entre otros motivos- cuando la autoridad militar lo requería para mostrar sus recursos bélicos en caso de necesidad, para hacer públicos sus regocijos o para mercar los productos de la tierra o venidos en tropas de carretas.

Las manzanas trazadas, todas cuadradas e iguales, fueron divididas en cuatro solares y cada uno de ellos fue adjudicado a los participantes de la expedición fundadora. En la periferia se las dejó enteras, constituyendo las "cuadras" de las que hacen referencia los vecinos de la ciudad en los documentos de la época. Todo ello fue dibujado en un plano, según consta en el acta fundacional:

"Otro si, mando que el asiento y repartimiento de los solares y casas de los vecinos de esta ciudad se edifiquen y asienten y se guarden conforme una traza que tengo señalada en un pergamino, que es hecho en este asiento y ciudad de Santa Fe, hoy domingo quince de noviembre de 1573 años".

Un grupo de investigadores dirigidos por la Arq. María Elena Foglia se han ocupado del tema de la cuadrícula en el desarrollo de la ciudad hispanoamericana, abordando el caso de particular de Córdoba durante el período hispánico (1573-1810). En su trabajo proponen un excelente análisis del trazado en relación al proceso histórico de ocupación y de las polarizaciones funcionales que ese mismo proceso generó en la estructura urbana. Especial interés presenta el estudio de los tipos-urbano-arquitectónicos que por sus grados de predominancia y/o mixtura constituyen los elementos básicos de la configuración morfológica urbana.

La metodología por ellos propuesta, resulta transferible a casos como el de Santa Fe, y su aplicación permite establecer comparaciones y verificar situaciones análogas y/o particulares a cada caso.

La unidad básica del tejido establecido por Garay es la manzana cuadrada que se repite seis veces en el sentido este-oeste, y once en el norte-sur. En ellas podemos detectar tres tipos de manzanas en lo que respecta a su división parcelaria, definición de límites y asignación de usos:

a) Las manzanas enteras, ubicadas en la periferia de la traza, sin división parcelaria -llamadas "cuadras"-, destinadas al cultivo de frutales. En las primeras décadas del siglo XVII los viñedos allí plantados permitían elaborar un vino de suficiente calidad para el autoabastecimiento de la ciudad, hasta que la producción cuyana y chilena lo desplazó. Algunas pocas de estas cuadras tuvieron plantaciones de árboles frutales, como es el caso del "Naranjal de Santa Lucía".

b) Las manzanas subdivididas en solares desde la fundación, que mantienen las dimensiones de los mismos (cuartos de manzana) hasta el momento de la mudanza. Un caso particular lo constituye la manzana ubicada entre la Plaza y el río, dividida en dos mitades, una perteneciente a la familia del fundador y la otra a los herederos del Adelantado, luego de la Compañía de Jesús.

c) Las manzanas con solares fraccionados, en medios, tercios y cuartos solares, o en otras dimensiones aparentemente arbitrarias, condicionadas por las construcciones que van ocupando los predios.

La articulación entre estas diferentes situaciones en las unidades del tejido urbano y las diversas formas de ocupación del soporte bidimensional, nos permiten reconocer sus resultantes morfológicas.

Para el caso de las "cuadras", no aparecen referencias documentales de cercos de tapia, en cambio sí de límites definidos por zanjas, que a veces por estar hechas a expensas de las calles obstaculizaban la circulación de las carretas. Sabemos, por ejemplo, que en 1595 el Cabildo obligó a taparlas para que se volvieran a hacer dentro de los terrenos correspondientes m En otros casos, las cuadras estaban cercadas de arboleda, como la que tenía Alonso de San Miguel en 1607 (14).

En las manzanas del segundo y tercer tipo, es donde se implantaban el Cabildo, las Iglesias y conventos, y las viviendas de los vecinos, cuyos tipos arquitectónicos se caracterizan por una morfología común, resultante de modos populares de producción constructiva. En el caso de las viviendas de Santa Pe la Vieja, es característico que su volumen se desvincule de los límites del terreno tanto de los linderos como de la calle. Se genera así un cuerpo principal que aparece exento en medio del solar o fracción de él, que determina y califica los espacios abiertos en patios, traspatios o huertas, complementados con construcciones más precarias destinadas a usos de servicio y alojamiento de indios y negros. La relación con la calle se establece a través de la puerta abierta en medio del tapial. Existen referencias puntuales de tiendas ubicadas sobre la calle, particularmente en las esquinas.

Como resultante tenemos un paisaje con predominio de los espacios vacíos sobre los construidos, con características semi-rurales y gran presencia de lo natural. Las redes viarias se definen en los mejores casos por tapiales de dos tapias de alto -en los que se abren las puertas de calle- alternados con solares vacíos, o cercos caídos, bordes que en la periferia tienden a materializarse con arboledas, zanjones o plantas de tunas.

En medio de ese paisaje se destacan los volúmenes de las construcciones religiosas (las seis iglesias), construidas en terrenos en esquina; a veces ligeramente retiradas, como en el caso de San Francisco, para dar lugar a una galería lateral abierta hacia la calle.

El Cabildo se destaca del resto de los edificios, enfatizando su carácter significativo y singular, por su implantación con un corredor o galería -a modo de los soportales recomendados en las Instrucciones y Leyes indianas- abierto directamente hacia la Plaza.

Conclusiones

Santa Fe la Vieja no sólo debe ser reconocida como el antecedente institucional e histórico de la actual ciudad sino también, a otra escala, como un recurso único para profundizar en el conocimiento del proceso poblacional de España en América.

Aún cuando se trata del caso de una ciudad ubicada en la periferia de los dominios españoles en Indias, ejemplifica a las fundaciones del siglo XVI y su posterior desarrollo en el XVII, posibilitando una lectura integradora de espacios arquitectónicos, urbanos y territoriales, y de los modos de vida de sus pobladores.

El conjunto constituido por los vestigios arqueológicos y la documentación escrita, con directa correspondencia de los restos de su materialidad urbano-arquitectónica, es una fuente incomparable de estudio y reflexión.

Durante ochenta años había cumplido con el papel que se le había señalado dentro de la conquista del Río de la Plata, y solo cuando su continuidad en este sentido estuvo en peligro, sus autoridades decidieron mudarla al actual emplazamiento. Recurrieron a una posibilidad que había dejado planteada el mismo fundador y legaron, sin pensarlo, un testimonio cuya vigencia, desde su exhumación por el Dr. Agustín Zapata Gollán en 1949, se actualiza permanentemente y cobra nuevo sentido ante la proximidad de la conmemoración del V Centenario.

Citas

(1) ZAPATA GOLLAN, Agustín. La urbanización hispanoamericana en el Río de la Plata. Publicación del Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales, Segunda Época, nº 6. Santa Fe, Imprenta Oficial, 1971, pág. 27.

(2) GUTIERREZ. Ramón y HARDOY, Jorge Enrique. La ciudad hispanoamericana en el siglo XVI. Seminario "La ciudad hispanoamericana", Buenos Aires, 12-14 de noviembre de 1985, p.1.

(3) transcripto en BENÉVOLO, Leonardo. Historia de la arquitectura del Renacimiento. La arquitectura clásica (del siglo XV al siglo XVIII). Vol. 1. Barcelona, G. Gili, 1981.p.612.

(4) BENÉVOLO L. Op. cit. p. 612.

(5) FOGLIA, M.E., GOYTIA N., ROSSI S. y otros. La cuadrícula en el desarrollo de la ciudad hispanoamericana. El caso de Córdoba 1573-1810. Córdoba, Facultad de Arquitectura y Urbanismo U.N.C., 1987, pág. 33.

(6) Ibídem, p.34.

(7) BENÉVOLO, L. Op. cit., p. 588.

(8) SALCEDO, Jaime. La estructura urbana de la ciudad colonial. En: DAÑA (Documentos de Arquitectura Nacional y Americana) no. 23. Resistencia, Instituto Argentino de Investigaciones en Historia de la Arquitectura y del Urbanismo, 1987, p.58.

(9) CHUECA OOITIA, Fernando. Breve Historia del Urbanismo. Madrid, Alianza, 1980, p. 127.

(10) PÉREZ DE URBEL, Jacinto. Historia del Condado de Castilla, 1945.

(11) ZAPATA GOLLAN, Agustín. La urbanización hispanoamericana en el Río de la Plata. Publicación no. 6 del Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales. Santa Fe, Imp. Oficial, 1971, p. 11.

(12) CERVERA, Manuel María. Actas del Cabildo Colonial. Anos de 1575 a 1595. Varios otros documentos históricos. Tomo I. Santa Fe, Imprenta de la Provincia, 1924, pág. 317.

(13)ACTAS DEL CABILDO DE LA CIUDAD DE SANTA FE. t.II, años l590- 1595. Santa Fe, Imprenta de la Provincia, 1944. Acta del Cabildo del 91.1595, p. 157.

(14) ARCHIVO DEL DEPARTAMENTO DE ESTUDIOS ETNOGRÁFICOS Y COLONIALES: Expedientes Civiles, Tomo 52 1610/44, fs. 285/292. Testamento de Alonso de San Miguel, 29.6.1607.

Bibliografía

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