EL DESCUBRIMIENTO DE LAS RUINAS DE SANTA FE LA VIEJA
Víctor F. Nicoli


El 26 de julio de 1985, con este mismo título y en este mismo ámbito, relatamos con amplitud la HISTORIA de ese logro extraordinario del Dr. Agustín Zapata Gollán, obtenido en el año 1949.

Para esta disertación, habíamos preparado un esquema para relatar algunas de las proyecciones que ese trascendental descubrimiento había tenido en distintas esferas.

Al respecto, algo habíamos adelantado el 29 de junio pasado, en el acto de presentación del 2º tomo de la "OBRA COMPLETA" del Dr. Zapata Gollán, que por iniciativa del Sr. Rector de la Universidad Nacional del Litoral Dr. Juan Carlos Hidalgo, está editado esa alta casa de estudios.

Pero con posterioridad a ese evento, llegó a mi poder una publicación que contradecía nuestros comentarios sobre el texto de las obras incluidas en el tomo antes citado, y conteniendo esa publicación conceptos agraviantes a la augusta personalidad del Dr. Zapata, cuando veníamos precisamente para exaltarla, se comprenderá que consideramos nuestro deber dar prioridad a la refutación de tales exabruptos.

El lamentable hecho corresponde a una obra titulada "La Historia Argentina que muchos argentinos no conocen", editada en 1979 por un historiador porteño -es decir 30 años después del descubrimiento de las Ruinas- quien confiesa haberlas visitado en compañía del Dr. Zapata Gollán, lo que hace más sorprendente haya puesto en duda su legitimidad, basándose en las profusas publicaciones del Ing. Nicanor Alurralde, aparecidas entre los años 1950 y 1955 en el diado "El Orden" de esta capital.

Tal autor, después de preguntarse: ¿Dónde había estado el emplazamiento primitivo?, agrega: "Durante décadas los historiadores se devanaron los sesos ante el enigma.

"Uno de ellos, Agustín Zapata Gollán, venía escuchando desde tiempo atrás que los antiguos pobladores de la región llamaban Cayastá - a unos cuantos kilómetros de la actual capital santafesina- a "Santa Fe la Vieja".

"Arqueólogo aficionado, tuvo la fortuna no sólo de detectar el presunto emplazamiento original dispuesto por Juan de Garay, sino de descubrir directamente lo que él consideró las viejas ruinas". Y más adelante expresa: "Porque la segura armazón trabajosamente construida por Agustín Zapata Gollán y sus seguidores, es puesta en duda por otro grupo de estudiosos, para quienes los rastros de Cayastá no son los de la primitiva Santa Fe, sino de la Reducción de Concepción de Cayastá de los Charrúas."

"Entre esos objetores figura Nicanor Alurralde (Un error de la historia argentina: la ubicación de la primera Santa Fe en Cayastá) quien afirma que las debatidas huellas arqueológicas han sido confundidas con las santafesinas, sin tener en cuenta que son mucho más modernas, pues pertenecen al siglo XVIII." Y más adelante agrega:

"Para Alurralde y sus seguidores, los vestigios auténticos de la primitiva Santa Fe no se encontrarán nunca, pues habían desaparecido totalmente ya a mediados del siglo XVIII." Y finaliza así:

"De manera que el enigma subsiste, pues Zapata Gollán se reafirma en su tesis original. De todas maneras, las ruinas de Santa Fe -si fueran auténticas- o de Cayastá -si fueran falsas- constituyen un testimonio digno de apreciar, más allá de la dura polémica entablada". (?)

Resulta realmente insólito y paradojal que quien pretende ilustrar a los argentinos sobre aspectos históricos desconocidos, demuestre ignorar por falta de exhaustiva investigación, como corresponde a quien se presenta como prestigioso y prestigiado historiador, en un problema que ha sido debatido públicamente durante tantos años y sobre el cual existían abundantes antecedentes, de los que mencionaremos los más divulgados.

En el Tomo 15 de las Escrituras Públicas que comprende las registradas entre los años 1755 y 1762, a fojas 371 consta que el albacea testamentario de don Joseph Márquez Montiel vende a don Gabriel Quiroga la estancia en que estuvo fundada la ciudad y pueblo de Santa Fe...que llega a los montes de los Calchines.

En 1796 el capitán y destacado geógrafo Félix de Azara determina la posición de la Reducción de los Charrúas a cargo del Padre Leal, en la latitud Sud 31º 09' 20" sobre la costa del riacho San Javier y publica un mapa en el que consigna la ubicación de la primitiva capital con la leyenda: "Santa Fe la Vieja que ahora llaman Cayastá".

En 1872 el Inspector Nacional de Colonias Guillermo Wiicken publica un plano de la Colonia Helvecia en el que al Sud de su vértice Sudeste ubica a la Reducción del Padre Leal y más al Sud consigna "testamentaría de Gabriel Quiroga.

En 1867 el Departamento Topográfico da instrucciones al agrimensor Arturo Seelstrang para que inicie la mensura y subdivisión de la Colonia Cayastá desde las ruinas de una iglesia de la primitiva capital.

En 1899 el Director de Estadística de la provincia don Federico Achembach publica en los Boletines Nos. 5 y 6 la Historia de la Pcia. de Santa Fe desde sus orígenes.

En 1907 el Dr. Manuel M. Cervera editó su monumental " Historia de la ciudad y provincia de Santa Fe", con superabundancia de ante cedentes documentales al respecto.

En cuanto al Dr. Zapata Gollán, en 1938 da a publicidad "La conquista criolla" y " Las puertas de la tierra", revelando sus profundos estudios sobre los motivos que indujeron a Garay para fundar a la ciudad de Santa Fe. El conocimiento de esas publicaciones por las autoridades gubernativas, motivaron la creación del Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales y a la inmediata designación de su autor como Director y el posterior dictado délas leyes Nos. 3016 (1942) y 3361 (1948), ambas autorizando específicamente la iniciación de las exploraciones arqueológicas en Cayastá. Lamentablemente, no pudieron iniciarse por no haberse previsto partidas en los respectivos presupuestos anuales.

Recién a mediados de 1949, con la asunción del Gobierno de la Pcia. por el Ing. Juan Hugo Caesar con el Ministro de Obras Públicas Ing. Luis Sobrino Aranda, ambos con clara visión de la importancia de los estudios y exploraciones realizadas años antes por el Dr. Zapata en los terrenos adyacentes al monolito colocado por el gobernador Dr. Enrique N. Mosca en Noviembre de 1923, se lograron los recursos necesarios para las primeras exploraciones con el más rotundo de los éxitos. Contando con vuestra benevolencia, repetiré lo que expresé al respecto hace cuatro años. Después de recibir el dinero: "Nos trasladamos a Cayastá al día siguiente y continuadas las excavaciones en el lugar del emplazamiento del monolito, donde una zanja abierta un mes antes había cruzado un ancho muro de tapia; siguiendo su trazado se fue poniendo a la luz el perímetro de un edificio que por sus dimensiones tema que ser un templo muy importante; profundizando las excavaciones dentro de ese recinto apareció visible una viga de madera transversal que limitaba un replano que por su ubicación debía ser el altar.

Con su maravillosa memoria, el Dr. Zapata recordó que la hija de Garay en su testamento había dispuesto ser sepultada en la Iglesia de San Francisco, frente al altar mayor, del lado del Evangelio, donde había sido enterrado su esposo Remandarías de Saavedra, por lo que dispuso se profundizara cuidadosamente la excavación en ese lugar, la que puso al descubierto dos esqueletos, que una vez pulidos con las máximas precauciones, revelaron ser uno masculino y el otro femenino, estando apoyado el brazo derecho de este último sobre el cuerpo del anterior. Este hallazgo implicó la plena confirmación que se habían descubierto las ruinas de la ciudad fundada por Garay."

Por lo tanto, el descubrimiento de las Ruinas de Santa Fe la Vieja no fue el afortunado y fortuito hallazgo de "un arqueólogo afortunado" como temerariamente afirmó el autor antes citado; en cambio surge con evidencia incontrastable que fue el resultado de años de pacientes estudios en el gabinete y en el terreno, cumplidos por el erudito y visionario científico que fue el Dr. Agustín Zapata Gollán.

A mayor abundamiento podríamos mencionar las valiosas colaboraciones de varios historiadores santafesinos que intervinieron en la polémica con el Ing. Alurralde, pero las omitimos pues a pesar de sus sólidos argumentos fueron objetadas por los contenedores como fruto de localismo.

Pero no podrá achacarse lo mismo a los dictámenes de dos prestigiosas instituciones, como lo fueron y lo son la Sociedad Argentina de Antropología y la Academia Nacional de la Historia, y también los estudios periciales realizados por los profesores Alberto Rex González y Enrique Palavecino: todos coincidieron en que tanto Ruinas de las edificios en sí como la cantidad y calidad de los enseres y objetos rescatados en el lugar, demostraban que se trataba de una población española y siendo Santa Fe la única establecida con esas características en nuestra provincia, no cabía la menor duda de su legitimidad.

En cuanto a la pretendida superposición o vecindad inmediata entre la Reducción de los Charrúas y la primitiva Santa Fe, tal tesis queda descartada por lo siguiente: Azara determinó la latitud de la Reducción de los Charrúas en los 31" 09' 20"; y el Instituto Geográfico Militar colocó un mojón trigonométrico, cuya ubicación está cercana a la manzana identificada como la plaza de la vieja Santa Fe, cuya latitud es de 3lº 12' 46", o sea que ese hito está a 6344 metros al Sud del lugar en que estuvo la Reducción.

Esta disertación fue dispuesta como iniciación de un cursillo, con pública invitación a estudiantes y estudiosos de la Historia.

El tema que nos ha absorbido tanto tiempo, se debió al empecinamiento del Ing. Alurralde al sostener un error inicial por un excesivo amor propio, con la publicación masiva de unos 40 largos artículos periodísticos, remitidos a bibliotecas e historiadores de todo el país, lo que hará posible la divulgación de ese equívoco que, desgraciadamente, como la mala semilla puede sobrevivir y extenderse.

Algo análogo ha ocurrido -aunque sin ese apasionamiento y de buena fe- con dos importantes acontecimientos vinculados a don Juan de Garay y a Santa Fe la Vieja, que vemos repetidos a menudo. Por ello consideramos oportuno rectificarlos para vuestro conocimiento y su análisis.

En primer término, cual fue el verdadero motivo que movió a don Juan de Garay para fundar a Santa Fe donde la ubicó.

El Padre Larrouy, uno de los primeros historiadores que comentó el viaje de Garay, dice que salió de Asunción acompañando al convoy que llevaba preso hacia España a Felipe de Cáceres, en cuya relación se decía que se había detenido en la "Laguna de los Patos", e interpretó que Garay acompañó al citado convoy hasta el accidente topográfico existente en la costa brasilera que lleva ese topónimo; luego conjetura que al regresar Garay para fundar la ciudad en el lugar donde Gaboto había levantado el fuerte Sancti Spiritus, al encontrarse con Jerónimo Luis de Cabrera, optó por seguir viaje para cumplir su propósito más al Norte.

Tales interpretaciones, totalmente equivocadas, fueron divulgadas por varios historiadores.

Apercibido de ello mientras ejercía la representación de esta provincia ante la Comisión de Límites interprovinciales creada por decreto-ley Nº 17324, y debido a que esa tesis había sido invocada como prueba de que la fundación de Córdoba era anterior a la de Santa Fe, traté de investigar si existía algún antecedente que demostrara lo contrario. Helo aquí:

Don Juan de Sanabria, antiguo vecino de Asunción y conocedor de toda la costa del Paraná que había recorrido varias veces, regresó a España para gestionar una capitulación, que le fue concedida el 22 de julio de 1547, la que establecía que podía poblar 200 leguas de la costa derecha desde la boca del Río de la Plata hasta los 31º de altura en el cual debéis de poblar un pueblo, e "haveis de tener entrada por el dicho río, la qual entrada ansí mismo han de tener todos los demás con quien su Magestad tomare asiento para descubrimientos".

Lamentablemente Sanabria falleció durante los preparativos para regresar al Río de la Plata, pero su esposa doña Mencía Calderón -cuyo hijo heredaba la capitulación- quiso adelantarse para tomar posesión de las tierras acordadas y partió hacia América acompañada de sus hijas Mencía y María y de varios caballeros, entre ellos Cristóbal de Saavedra y Hernando de Trejo (que luego contrajeron matrimonio con las citadas hijas). Llegaron a las costas del actual Brasil pero en zona española de acuerdo al tratado de Tordesillas, donde permanecieron varios meses a la espera del hijo, pero ante su demora y por desavenencias con los indios, doña Mencía resolvió viajar a Asunción afrontando la penosa travesía por tierra, donde llegó felizmente en abril de 1556.

Pero allí quedo atrapada por la rigurosa clausura de la ciudad de Asunción impuesta por Irala (despechado por la usurpación de los derechos territoriales de la capitulación de don Pedro de Mendoza por el Virrey del Perú), temperamento seguido a su muerte por Francisco Ortiz de Vergara.

Recién entre 1567 y 1568 con la llegada a Asunción de Felipe de Cáceles como teniente de gobernador y de Garay como alguacil mayor, designaciones dispuestas por Juan Ortiz de Zarate antes de partir para España a fin de gestionar su confirmación como gobernador, lograron libertad los habitantes de la capital paraguaya.

En tales circunstancias es posible que doña Mencía, perdida toda esperanza de noticias de su hijo y muñida de una copia de la capitulación acordada a su esposo, la haya mostrado a Garay, y éste ante la demora de Ortiz de Zarate en regresar con noticia de nuevas usurpaciones del territorio del Río de la Plata dispuestas por el Virrey del Perú don Francisco de Toledo, y ansioso para "abrir puertas a la tierra" y en defecto de instrucciones de su mandante, optó por cumplir estrictamente las directivas del Rey impartidas a Sanabria.

Así se explica que habiendo salido Garay de Asunción el 14 de abril de 1573 llegara en el mes de mayo a la "Laguna de los Patos" juntamente con el convoy que llevaba preso a Felipe de Cáceres. Esa "laguna" es en realidad una pequeña bahía cercana a la actual ciudad entrerriana de Hernandarias, en la que las naves en aquel tiempo encontraban seguro fondeadero.

Desde allí Garay navegó por el riacho Quiloazas y se ubicó -cruzando el Paraná- en el sitio donde fundó la ciudad de Santa Fe. Por su parte el convoy continuó viaje haciendo escala en la isla San Gabriel, donde el capitán Díaz Melgarejo dejó una carta fechada el 20 de junio de 1573 en la que decía: " Garay quedaba poblando en los mocoretaes cien leguas de allí". Documento que destruye totalmente las conjeturas del Padre Larrouy.

El acta de fundación de Santa Fe labrada por Garay, además de decir que funda entre mocoretaes y calchines, al fijar sus límites Este y Oeste con cincuenta leguas a cada rumbo, excluye expresamente el cauce del Paraná, pues esas magnitudes partían desde el filo de las barrancas de una y otra margen.

Por otra parte, las Ruinas de Santa Fe la Vieja se encuentran en la latitud 31º 12' 46" contra los 31º de la capitulación de Sanabria, lo que por sí constituiría un alarde de precisión imposible con el instrumental de entonces; lo real es que el lugar había sido bien elegido por Sanabria y fácilmente identificable por ser el punto más alto de la costa desde la actual capital santafesina hasta el Chaco.

Queda así comprobado que Garay cumplió al pie de la letra las instrucciones reales impartidas a Sanabria.

Y cabe añadir otra advertencia: Garay labró el acta de fundación recién el 15 de noviembre de 1573 porque fiel cumplidor de las disposiciones legales, debió tener primero edificadas las defensas y hechas las sementeras para asegurar el sustento, y solamente después podía salir a explorar la comarca y empadronar a los naturales.

Otro episodio totalmente tergiversado históricamente es la llamada "Revolución de los Siete Jefes".

Por de pronto, la Dra. Hebe Livi encontró antecedentes en Archivo de la ciudad de Corrientes que allí se habían refugiado otros tres completados, y si mal no recuerdo, no hace mucho apareció otro más, de manera que son once.

Se atribuye ese hecho al descontento de los "mancebos de la tierra" que en número de 75 junto con cinco españoles acompañaron a Garay para la fundación de Santa Fe, por supuesto favoritismo en favor de estos últimos.

Tal vez ello ocurrió en Asunción, establecida por Juan de Salazar el 15 de agosto de 1537 y al parecer sin ningún requisito legal. En cambio, en 1563 ya existían las Ordenanzas Reales para la fundación de ciudades, a las que se atuvo estrictamente Garay, como lo atestiguan las actas levantadas en Buenos Aires para la adjudicación de solares urbanos, chacras de cultivo y estancias para cría de ganado, mediante sorteo. La pérdida del primer tomo del Cabildo de Santa Fe nos impide afirmar rotundamente que idéntico procedimiento se hiciera en ella, pero es sintomático el lapso transcurrido entre la llegada de Garay al lugar y la fecha del acta de fundación, demostrativo que conocía y respetaba la legislación vigente.

La revolución de la mal llamada de los Siete Jefes, fue una traición aleve fomentada por Abreu, gobernador del "Tucumán", para asesinar a Garay y apoderarse de la región del Río de la Plata para facilitar la comunicación del Perú con España por el Océano Atlántico.

Por ello, desde que el Archivo General de nuestra provincia publicó en 1973 en el Boletín Nos. 4 y 5 en página 110 y siguientes, transcribiendo pruebas de esa felonía, es inadmisible se continúe glorificando el mencionado atentado.

LA CONSERVACIÓN DE LAS RUINAS DE SANTA FE LA VIEJA

La máxima preocupación que tuvo el Dr. Zapata Gollán desde el comienzo de las excavaciones arqueológicas, fue la conservación de las Ruinas, protegidas al principio con esteras fabricadas con juncos y pajas de las islas, logrando después el apoyo total del Ministro, Ing. Luis Sobrino Aranda para la construcción de pabellones que cubrieron los sagrados recintos de las tres Iglesias no afectadas por la erosión de las barrancas del río.

A este respecto recuerdo que deseando verificar si después del trazado de la Colonia Cayastá, efectuado en 1867, había continuado la acción destructora de las aguas, medí desde uno de los mojones colocado por el agrimensor Seels-trang la distancia por él consignada, encontrando la diferencia en menos de tres metros. Teniendo en cuenta que habían transcurrido 82 años, daba pie para considerar que se había detenido la erosión de la barranca, factor determinante de la decisión para el traslado de la ciudad en 1660, lo que resultó confirmado al comprobar que en un angosto replano de la barranca y justamente en coincidencia con el lugar que luego se comprobó estaban las Ruinas de la vieja capital, se habían asentado desde hacía unos veinte años 14 pobladores con permisos precarios del propietario Sr. Richard.

Con la tranquilidad que dieron esas comprobaciones y los resulta dos de las excavaciones arqueológicas, que desde el primer momento se concentraron en los recintos de las tres Iglesias, poniendo a la vista los restos mortales de los primeros habitantes de la histórica capital, en sorprendente buen estado de conservación, indujeron al Dr. Zapata a gestionar el dictado del decreto Nº 7715, fechado el 25 de noviembre 1949 (o sea a solo cuatro meses del hallazgo), el que en su cláusula fundamental expresa: "Que los restos humanos que se han descubierto y los que en adelante se descubran en los sepulcros de la antigua ciudad, se conservarán para siempre en el lugar y posición en que se encuentren, pues su traslado a otro sido les hace perder el extraordinario valor documental que tienen".

Destacamos en otra oportunidad que el excelente estado de conservación de los restos humanos y de los muros y pisos de tapia, se debió a la altitud del lugar, y también por la técnica de los alarifes para la selección de arcillas y su elaboración y apisonado.

Se confiaba pues con justa razón que esas reliquias históricas no sufrirían deterioro en el futuro con los reparos y medidas adoptadas en el transcurso de varios años.

Pero desgraciadamente no ha ocurrido así, por haber variado fundamentalmente el régimen del río Paraná, por inacción y también por acción errónea de organismos nacionales y provinciales; y más reciente mente, por obras de carácter internacional, todas las que fueron ocasionando la paulatina sobreelevación de las aguas fluviales que, en la zona de las Ruinas aumentaron la humedad ambiental y la altura de la napa freática, desde hace unos veinte años.

Nuestras sucesivas, oportunas y amigables advertencias sobre las consecuencias de ciertas obras; luego con publicaciones periodísticas y finalmente con presentaciones formales ante autoridades administrativas acompañadas de amplia documentación, tampoco merecieron atención. ("El Litoral, 20 y 21 noviembre 1972; expediente Nos. 6703-N-1972, M.O.P. y Nº 324444-N-1983, M. de G.)

Posteriormente, los embalses brasilero-paraguayos de "Sete Quedas" y de "Ytaipú", manteniendo un régimen permanente de aguas altas, han agravado el problema.

Advertidas algunas autoridades de esa situación, no dudamos que se procederá a la brevedad a la ejecución de las obras necesarias.

Aparte de las Ruinas de Santa Fe la Vieja, nuestra provincia puede vanagloriarse de que en su territorio hayan existido otros tres emplazamientos españoles sobre el río Paraná: Sancti Spíritu, erigido por Gaboto en junio de 1527; Corpus Christi por Ayolas en junio de 1536 y Buena Esperanza por el propio Adelantado don Pedro de Mendoza en septiembre de 1536.

Con su profundo sentir por la Hispanidad y con vista a la celebración del Vº Centenario del Descubrimiento de América, el Dr. Zapata Gollán manifestó deseos de realizar exploraciones para hallar rastros y pruebas materiales de esos tres asentamientos.

Las tres entidades que permanentemente habían apoyado todas sus iniciativas: la Sociedad Amigos de Santa Fe la Vieja, La Asociación Conmemorativa de la Primera Yerra y el Centro de Estudios Hispanoamericanos han realizado recientemente gestiones ante funcionarios de la Pcia. para que el Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales cuente con los módicos recursos que demandarán esas exploraciones arqueológicas.

El día 24 de este mes de agosto, se cumplirá el cuadragésimo aniversario del hallazgo de los restos mortales de Remandarías y de su esposa, hecho que implicó -como ya se ha dicho- la plena confirmación del descubrimiento de las Ruinas de nuestra primitiva Capital.

Habremos de celebrar con unción ese acontecimiento, honrando la memoria del Dr. Agustín Zapata Gollán, asignándole lo que su admirador y amigos, el R. Padre Guillermo Furlong, de haber sobrevivido lo hubiera titulado:

"LA MÁXIMA GLORIA SANTAFESINA DE ESTE SIGLO"




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